21/09/23.
Advertencia 1: Esta reseña está plagada de spoilers.
Advertencia 2: Si eres hombre eres bienvenido a leer esta columna (te resultará tremendamente educativa), pero es a las mujeres, es entre nosotras, que está planteada directamente la conversación.
Dicho esto, entremos en materia. Comencemos con un breve ping-pong de preguntas y respuestas. Obvio que no tienes que contestar en voz alta.
¿Cómo llegas al orgasmo?
De acuerdo con el Journal of Sex and Marital Therapy, menos del 20% de las mujeres experimentamos el clímax sólo con la penetración. Sea cual sea el porcentaje en el que te sitúes (sobre todo si es el mayoritario), seguro coincides conmigo en que la penetración es una suerte de juego previo tremendamente estimulante, erótico, energizante, pero que pocas veces aporta el shot de placer definitivo para sentir los fuegos pirotécnicos.
¿A qué edad lo supiste?
Y quizá esto vaya ligado a una tercera pregunta que se da en automático…
¿A qué edad tuviste tu primer orgasmo?
Lee bien, no me refiero a la edad en que "perdiste la virginidad" (sea lo que sea que eso signifique), sino a qué edad sentiste por primera vez la cascada de satisfacción y bienestar asociada al final feliz. Seguramente fue mucho antes o mucho después de tu primera relación sexual, porque está claro que una cosa no tiene nada que ver con la otra.
¿Cómo se relaciona todo esto con una reseña cinematográfica?
El placer femenino ha sido uno de los grandes misterios de la humanidad, deliberadamente ninguneado por la ciencia y obligatoriamente silenciado de las conversaciones, incluso entre nosotras. Apenas en el 2000 pudimos conocer la anatomía completa del clítoris (un órgano del cuerpo que está presente en la mitad de la humanidad) y todavía hoy nadie se pone de acuerdo en si la eyaculación femenina existe o no.
Todos estos temas vienen a la mente cuando vemos Buena suerte, Leo Grande (Sophie Hyde, 2022). Hace más de un año que estuve pendiente de ver esta peli, pero apenas fue ahora, que Netflix la incluyó en su catálogo, que pude darme el gusto.
La película me encantó. No es para nada la narrativa a la que Hollywood nos tiene acostumbradas. Son apenas dos personajes, casi toda la película desarrollándose dentro de una habitación de hotel y mucha, mucha, conversación.
Sucede que Nancy (Emma Thompson), una maestra de religión jubilada y recientemente viuda, contrata los servicios de Leo, un joven trabajador sexual, para, en sus sesenta y dele, finalmente poder experimentar algo de placer luego de un largo matrimonio que, entre muchas otras frustraciones, le dejó la de nunca haber podido pasarla bien en la cama.
Entre ambos comienza a desarrollarse una relación mucho más íntima que la estrictamente íntima. Pero no se trata de ese estereotipo ya quemado, tipo Mujer bonita, del amor que nace entre cliente y prostitutx. No, en este caso es un juego de máscaras que se caen, de frustraciones que se comparten, de anhelos que salen a la luz, de inseguridades y de personas reales que se desnudan física y metafóricamente.
Educación sexual, trabajo sexual, sexo en la tercera edad, cuerpos reales, autoaceptación… no pareciera que hablo de una película que en muchos portales está calificada como "cine erótico", pero todos son temas que están allí presentes y sincronizados como una gran sinfonía de verdades que nos laceran y despiertan.
Creo que es un filme tremendamente educativo. Muchas más mujeres de las que se atreverán a confesarlo se verán reflejadas en la historia de Nancy y en su viaje de antiheroína, que culmina muy lejos del cuento de hadas y muy cerca de nuestra sensibilidad más honda. A mí me robó unas cuántas lagrimitas.
Y, retomando el inicio de este texto, tengo la firme convicción de que sólo una directora mujer podía lograr lo que Sophie Hyde logra en Buena suerte, Leo Grande: hablar del orgasmo femenino como experiencia íntima e individual. Bien por el final feliz de Nancy y por el de todas.
POR ROSA RAYDÁN • @rosaraydan