30/03/2023. Esta película es una poesía. Lo digo por todo: su hilo narrativo, sus imágenes, sus diálogos, sus personajes, y sobre todo por el gran acto de justicia poética que le da argumento. Verla me conmovió tanto como leer a Miyó o a Lydda. Al igual que las poetas, la realizadora tuvo esa habilidad particular que rara vez se logra con maestría en el arte mainstream: encontrar la belleza en las más infames circunstancias, conseguir diamantes en el fango, pulirlos y navegar en esas aguas para compartir con la audiencia una historia excepcional y emocionante. Encontrar lírica dentro de la tragedia, en vez de solo sentarse a llorar, es un acto subversivo. De eso hablamos.
Para quienes sentimos la violencia machista como un asunto personal y una razón de militancia activa, ver Ellas hablan se convierte en más de dos horas de lágrimas y corazón desbocado. Para quienes conocen del tema tangencialmente, será un descubrimiento. La película lacera, conmueve y sacude; es una experiencia que no deja a nadie indiferente.
Ellas hablan (Women talking, Sarah Polley, 2022, Estados Unidos), como bien advierte una nota al principio del filme, es un acto de “imaginación feminista”. Nace de un suceso real: un crimen de violación masiva dentro de una comunidad de menonitas fundamentalistas asentada en una zona rural de Bolivia, entre 2005 y 2009. Con ese punto de partida la ficción toma la escena como un acto de redención, reparación y homenaje a las víctimas.
Esto es lo que se cuenta: ante la inminencia del retorno de sus agresores, las mujeres de la colonia, a quienes históricamente se les ha negado la educación y la participación en cualquier dinámica social, deciden reunirse para decidir qué hacer.
Están indignadas y por primera vez (al menos en voz alta) se lo cuestionan todo. Como lo explica una de sus protagonistas: “no sabíamos leer ni escribir, pero ese día aprendimos a votar”. En un improvisado cabildo abierto dentro de un granero, las opciones eran tres: no hacer nada, quedarse y luchar o irse. ¿Irse es lo mismo que huir? Es una de las primeras preguntas generadoras que da acción a la película.
A partir de aquí trataré de no hacer spoilers. Sí me permitiré decir varias cosas sobre la trama. En primer lugar, la forma cómo el guión logra ensamblar con maestría casi todas las formas de opresión contra nosotras. En ese pequeño universo que parece congelado en el tiempo, vemos cómo van pasando frente a nuestros ojos la violencia sexual, física, simbólica, patrimonial, doméstica, política, la maternidad forzada, la homofobia, el aborto clandestino, el fundamentalismo religioso, el chantaje en nombre de la fe, el argumento de “la mujer loca”...
También vemos con claridad la contracara: el poder de la sororidad, la irrupción de las nuevas masculinidades, el respeto por la diversidad, la espiritualidad como refugio, el linaje femenino, la maternidad deseada y en resistencia, el amor por la familia extendida, la decisión de enfrentar al miedo, el amor en todas sus formas, la esperanza… Es una sinfonía de metáforas perfectamente afinada.
“Cuando seamos libres tendremos que preguntarnos quiénes somos”, afirma otra de las protagonistas. Creo que esa frase resume muy bien la esencia de la historia. Cuando este grupo diverso y transgeneracional de mujeres comienza a preguntarse quién es, comienza a ser libre. A todas nos ha pasado. ¿Se nos ocurre una manera mejor de materializar nuestro dicho feminista de “lo personal es político”?
Vale la pena subrayar el peso que la historia da al futuro. De hecho, toda la película es una carta a un bebé no nacido. Pero, ¿a cuál amanecer le apuestan? Les toca decidirlo juntas, ahí está su poder.
Ellas somos todas
Cuando vi la película me quedó flotando en la mente y en el corazón que aunque todo sucede en un contexto muy particular, la historia de violencia contra estas mujeres y lo desafiante de la decisión que deben tomar no es algo ajeno a lo que muchas hemos afrontado.
¿Nos quedamos y soportamos? Muchas eligen eso por sus hijas, sus hijos y/o el miedo a no poder sostenerse. ¿Nos quedamos y luchamos? Podemos denunciar, exigir justicia, hacer que quien se marche sea el agresor. ¿Nos vamos? ¿Es lo mismo que huir? ¿Quién de nosotras no lo ha vivido o tiene a una mujer en su vida que ha estado ahí? Es una realidad universal.
Women talking es una adaptación del libro del mismo título escrito por la canadiense Miriam Toews en 2020. El filme solo fue nominado a dos premios Oscar: mejor guión adaptado y mejor película. El primero lo ganó. Al recibir la estatuilla, Sara Poley dijo en su discurso: “Sólo quiero dar las gracias a la Academia por no sentirse mortalmente ofendida por que las palabras ‘mujeres’ y ‘hablan’ estén tan juntas”.
Y es que, efectivamente, hablamos de una película de Hollywood —¡y hasta producida por Brad Pitt—, pero muy lejos de ser una película taquillera o blockbuster. A duras penas duró unas pocas semanas en cartelera y su capacidad de marketing fue casi inexistente. En Instagram la película apenas tiene 7,7 mil seguidores, casi la misma cantidad de mi instructora de yoga.
Quise verla en el cine y me costó mucho. En Caracas fueron pocas las salas que la exhibieron, y lo hicieron en los peores horarios (cualquier parecido con el cine nacional es pura coincidencia). Finalmente se dio una oportunidad maravillosa de verla en un cineforo con las chicas súperpoderosas de Tinta Violeta y Visibles Venezuela. La felicidad de poder ver la peli solo fue superada por la felicidad de hacerlo en compañía de hermanas y hermanos de militancia. La conversa posterior fue alucinante. Conclusión: tanto por placer como por educación, esta es una película que nadie debería perderse.
PD: Despido mi columna de esta semana enviando un abrazo de amor y admiración a mis amigas de Épale Ccs por sus 500 ediciones. Nadie dijo que sería un camino fácil, y vaya que no lo ha sido, pero ¡qué gran acto de justicia poética ha sido su resistencia! Mis respetos para ustedes, hermanas.
POR ROSA RAYDÁN • @rosaraydan