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En el Waldorf era la rumba

El céntrico hotel capitalino nació remedando el glamour nuevayorkino, aprovechándose de la naciente riqueza de un país que se abría al mundo y al siglo XX aceitado con petróleo

31/10/23. El Hotel Waldorf (en alusión al Waldorf Astoria de Nueva York), situado en la avenida Las Industrias de La Candelaria, nació en una Caracas con pretensiones cosmopolitas en los años cuarenta del siglo pasado, cuando surgieron varios hospedajes para alojar a visitantes nacionales y extranjeros que hicieron de la capital una escala dorada antes de continuar la búsqueda del éxito rápido que prometía la Venezuela “saudita”.

 

De la misma época son el Hotel Ávila, el Astor y el Potomac de San Bernardino, y El Conde en el cuadrilátero fundacional de la ciudad, todos con “aires americanos”, escoltados por nacientes fuentes de soda, plazas, bulevares y toda clase de tentaciones mundanas para el entretenimiento de un turismo naciente.

 

En un país mestizo como el nuestro, algunas hosterías de mayor “estatus” así como cines y nigth clubs de la época, pretendiendo emular la política discriminatoria y racial norteamericana, se daban el tupé de impedir el acceso a “negros” a sus instalaciones. De allí viene la famosa anécdota convertida en leyenda urbana, de la vez en que al mítico trompetista de jazz Louis Armstrong, “Satchmo”, le impidieron el acceso al Hotel Tamanaco, siendo finalmente recibido como “huésped de honor” en El Conde. Dicen que esto sucedió en 1957 y hay quien corrige que el Waldorf fue el que lo acogió.

 

Su fachada y detalles Art Déco contribuyeron a darle brillo a la cuadra. Rápidamente se hizo epicentro de presentaciones en vivo de agrupaciones con fama mundial en su exclusiva sala de baile, donde se hacían galas de nochebuena, fin de año y carnaval con espectáculos hasta al amanecer al compás de big bands como la de Luis Alfonzo Larrain. También se hizo célebre por los usuales encuentros que organizaban los tangueros en sus instalaciones a mediados de siglo, cuando una habitación costaba entre cinco y diez bolívares de los de entonces.

 

Su cocina, regentada por el célebre chef austríaco Federico Schlesinger, alcanzó fama no solo por la calidad y variedad de los platos, sino por el don de gentes de su encargado quien se dedicaba en navidades a organizar colectas para donar juguetes entre los niños de la zona. Su barra, de estilo American Bar, acogía por igual a estrellas del espectáculo y a ejecutivos apremiados que entablaban relación directa y frontal con el barman quien se encargaba de ofrecer “lo de siempre” como en las películas de Hollywood.

 

Hasta el eterno cronista de Caracas, Enrique Bernardo Núñez, le dedicó unas páginas de su famoso libro La ciudad de los techos rojos, bajo el título De la ranchería de Fajardo, al Hotel Waldorf.

 

En 2006 fue usado como locación para la película Al borde de la línea de Carlos Villegas Rosales, con roles protagónicos de Jerónimo Gil, Caridad Canelón, Daniela Bascopé y Roque Valero.

 

Con los años el hotel comenzó a decaer. Se muda la sede de la embajada de los Estados Unidos que funcionaba adyacente, fue invadido en 2007 y posteriormente desalojado, hasta recibir finalmente trabajos de remodelación que permitieron su recuperación total en 2016, ampliando su capacidad hasta 100 habitaciones y anexando el edificio Puente Anauco, ubicado en la esquina siguiente, que data también de la década de los cuarenta.

 

 

 


 

POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon

 

ILUSTRACIÓN JADE MACEDO • @jadegeas

#Caracas #Memorias #Falsas

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