07/12/23. La carretera que conecta Maracay con Choroní bordea unos barrancos enormes. En muchos momentos no se ve el fondo. El Sarisariñama es un tepuy, cuya particularidad es que en la cima hay unas cavidades enigmáticas, la más llamativa es un círculo enorme, cuya profundidad es de unos trescientos cincuenta metros. Esos dos accidentes geográficos encajan perfectamente en el concepto de abismo. Es decir, un precipicio enorme al que no se le ve el final.
Otra acepción de abismo es filosófica, psicológica, metafísica que nos remite a lo insondable. Cuando la realidad concreta no alcanza intuimos que hay una percepción más compleja pero más exacta, aunque de difícil acceso y casi nunca se le ve el final. La imaginación, los sentimientos, las emociones, las señales del inconsciente son las herramientas para el hallazgo.
El interés, lo que nos mueve, nos conmueve, nos invita a pensar en piezas como Esperando a Godot, Buenaventura Chatarra, Sony, Mirando al tendido, es lo que está en la superficie. En la cara del espectador se crea una trama que es la nuestra, aún así es inatrapable. No quiere decir que yazca en las profundidades, al contrario, se pasea por la superficie de las calles y de nuestras vidas. He allí un abismo más contundente, un abismo por el que te despepitas y te vuelves mierda. Que une en la hondonada, el sueño y la cotidianidad, la ley y la justicia, el deseo y la realidad, la trampa y la inocencia. Un precipicio que amenaza con tragarte.
El problema con El Esequibo no es con el hermano pueblo de Guyana, es con las petroleras. No estamos hablando de un mapa, estamos hablando de una tierra cuya plataforma marina está ahíta de petróleo. En el montón de hidrocarburo que yace en lo profundo del mar no está el abismo, el abismo está entre una gente que desde hace siglos heredó la condición de perder su carácter humano para convertirse en una condición monstruosa. Quieren devorarlo todo sin importar la vida, la cultura, el amor, el arte, sólo importa el dinero y el poder. Entre esos seres y la enorme mayoría de humanos que habitan el planeta hay un abismo, que no implica profundidad metafísica, ni psicológica; un abismo peligroso, asesino, que se expresa a escasos centímetro del piso. Ese es el abismo que le compete al teatro, a la gente de a pie. Ese monstruo adquiere formas de empresa transnacional. En nuestro caso se trata de las petroleras. Están empujando duro para que nosotros hagamos la guerra, pongamos los muertos y ellos se apoderen del dinero.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
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