07/12/23. La Liga Futve tuvo un final cinematográfico. Los miles de fanáticos que acudieron al templo sagrado de San Cristóbal para respaldar como nunca antes a su querido equipo, con 37 mil personas agotando el aforo del estadio, vivieron el triunfo soñado durante el largo campeonato.
No había un equipo con más merecimientos para conquistar el trofeo que este Táchira coral, que recuperó la esencia de juego a ras de piso, el gusto por la tenencia y circulación del balón, el toque, las triangulaciones, el dominio por volumen y creatividad, dirigido de forma magistral por el técnico caraqueño Eduardo Saragó.
Táchira fue el equipo más aplicado en la ronda regular en la que terminó en la cima y ratificó su dominio en el cuadrangular eliminatorio para avanzar al partido final en otro magnífico clásico ante el corajudo Caracas del kínder de Leo González.
Pero no sólo fueron los puntos alcanzados y las meras estadísticas exhibidas por el cuadro de Saragó lo que avalaba su suficiencia. Es cierto que este Táchira fue el que menos goles recibió (17) y el segundo mayor anotador en la ronda regular (47) sin tener en sus filas un verdadero killer del área.
Una regularidad que extendió hasta el playoff que también dominó con 12 puntos, 8 goles a favor y 3 en contra, todo lo cual le permitió llegar hasta el duelo decisivo, donde sumó, con más sufrimiento de lo esperado, la décima estrella para su camiseta y el récord absoluto de 29 juegos invictos en la Liga Futve.
La verdad del equipo de Saragó estuvo en su funcionamiento de relojería. Consiguió la perfección en el fondo de la cancha con ese mecanismo impasable integrado por el argentino Gonzalo Mottes, una atalaya para cortar los caminos por alto y por bajo que el sábado hizo desaparecer a Saúl Guarirapa; la velocidad del panameño Jiovany Ramos, que se cansó de anticipar y anuló al ghanés Ade Oguns; y la ubicuidad de José Marrufo para robar y salir jugando.
Esa suerte de líbero y dos stopper que se complementó con Teto Hernández y Yaniel Hernández como laterales-volantes, se volvió una Muralla China, un campo minado, que para martirio de los rivales se topaba, además, con la intuición, la seguridad y la rapidez de Alejandro Araque bajo el arco para repeler el peligro, cuando todo parecía perdido.
Pero el gran logro de Saragó fue devolver al fútbol del Táchira la generosidad del toque y el fútbol combinativo del cuadrado mágico integrado por Maurice Cova, el mejor jugador de la temporada, Gonzalo Ritacco, Esly García y Yerson Chacón. No obstante, fue una lástima que en el choque final, Saragó mostrara la versión más rácana del Táchira al elegir jugadores más potentes que creativos para someter al Caracas, guardando a Ritacco y a Esli en la banca.
No fue el partido más lúcido del cuadro aurinegro, pues Chacón estuvo muy solo en la mitad del campo, le faltaron socios para triangular, pero apeló a su gran calidad técnica al templar el pase de gol a la espalda de Luis Casiani para que Jean Franco Castillo desatara la celebración con un gol (m. 84) que parecía sellar la conquista del título.
Sólo que el tiempo agregado parece conspirar siempre en contra de los planes de Saragó. La pesadilla que vivió en el Caracas, con aquel gol de Wilker Ángel (90+3) para empatar 2-2 y dar al Táchira el título del Torneo Clausura 2015, parecía repetirse con el inesperado tanto de Bryant Ortega (90+1), en una jugada de pelota detenida que Táchira defendió con displicencia.
El quinto empate del año en el clásico no pudo tener un final más dramático. Los chamos de Leo al final fueron consumidos por los nervios. La expulsión de Manuel Sulbarán condenó anímicamente al rojo, cuando mejor jugaba. Táchira hizo valer la mayor jerarquía de sus cobradores para imponerse en penales y cerrar con éxito su campaña admirable.
POR GERARDO BLANCO • gerarblanco65@gmail.com
ILUSTRACIÓN JUSTO BLANCO • @justoblancorui