09/12/2022. Prendemos la televisión, y vemos a la niñita del jamón Plumrose llorando por enésima vez porque se acabaron todos los jamones para celebrar la navidad. En Venevisión, las divas y los galanes se abrazan bailando al unísono mientras exhiben tremendas galas. Por lo general todas las cuñas de navidad muestran a la familia unida, queriéndose y celebrando las fiestas decembrinas.
Las películas rosadas de Hollywood le echan más leña a la candela. En tramas repetitivas y predecibles, vemos grupos familiares reuniéndose para la noche de navidad. Los protagonistas de las películas se enamoran de manera apasionada y cursi, y consuman sus sentimientos al ritmo de villancicos y copos de nieve.
Esto constituye una presión social que nos obliga a tener que estar acompañados en navidad. Es muy común, por ejemplo, escuchar a la gente lamentarse cada vez que alguien muere en diciembre, diciendo: "Que navidades tan tristes va a pasar esa familia ahora". La presión suele ir más allá, porque pareciera que el deber ser de estas fechas es tener un romance, un peor es nada, arrebiate o comemuslo con quién abrir los regalos la media noche del 24 de diciembre.
¿Es verdad tanta belleza?
A la hora del té, llega el consabido 24 de diciembre, y lo más común es ver a los miembros de la familia mirándose las caras sin más nada qué hacer. Uno se abraza, se abren los regalos, vamos a la cena, y se acabó la dichosa fiesta. La presión social y mediática para que todo el mundo esté amuñuñado y empiernado en navidad se disuelve en pocos minutos.
Valdría la pena analizar hasta qué punto es necesario que estemos acompañados en una fecha comercial. Normalmente las parejitas que celebran juntas la navidad, no llegan a carnavales. Es frecuente observar que los miembros de la familia en realidad se odian, y se reúnen obligados para cumplir con la exigencia social: tenemos que querernos a juro, porque es navidad.
Sinceremos las cosas
Al final, estas fechas no constituyen gran cosa. Es verdad, el egregor que se construye en estos días apunta a que seamos más amables que de costumbre, y que por una vez en el año la humanidad no nos parezca tan decadente. Pero este constructo social nos obliga a gastar más y a veces a ser hipócritas con la gente que tenemos cerca.
Es preferible fluir con lo que sentimos y no ir a la fiesta de esa tía chismosa. No es necesario tener que asistir a una reunión familiar si al final uno se va a sentir incómodo y fuera de lugar. Por otra parte, no vale la pena continuar con ese novio aburrido solo para decir que tenemos un amor en navidad. Si uno ha pasado solo todo el año sin problemas, nada sucederá si no hay a quién besar la media noche del 24 de diciembre.
La salud mental es la prioridad número uno, aunque no estemos conscientes, y este tipo de presiones generan ansiedad y frustraciones. Es indispensable reivindicar la soledad como derecho humano de perseguir la paz y la armonía, en especial en estas fechas.
POR MARÍA EUGENIA COLOMINE • @mariacolomine
ILUTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta