“Los médicos no son para eso; su misión
es recetar y cobrar; el curarse o no
es asunto del enfermo”.
“Casi todos los hombres mueren de sus
remedios, no de sus enfermedades”.
El enfermo imaginario
Molière
18/01/24. Molière era un teatrero. De eso y para eso vivía. Su cumpleaños es el 15 de enero, pero no por eso protagoniza esta trama cotidiana. Más bien es porque este francés, desde la primera mitad del siglo XVII, anda tratando de enmendar entuertos, no a la manera de Alonzo Quijano, que impulsado por su delirio monta en su Rocinante e inicia un viaje en donde enreda más que soluciona, pero siembra una impronta tan extraordinaria que las líneas entre el bien y el mal resultan perfectamente delimitadas, aunque no por ello queda derrotado el mal ni triunfante el bien.
La manera como enfrenta los oprobios Jean-Baptiste Poquelin (nombre verdadero de Molière) es provocando la risa de los honestos al exponer a los bribones, a los hipócritas en un escenario.
Entre los malvados que suelen aparecer en escena están los falsos médicos, quienes provocan, con sus malsanas pócimas y sus perjudiciales procedimientos que se prolonguen las enfermedades o se generen nuevas y peores dolencias.
Esas malas artes que Molière presenta como prácticas de sus contemporáneos, hoy, tres siglos después, se la reparten entre los grandes laboratorios, muchos médicos que siguen obedientes a sus visitadores y sólo suministran compuestos químicos según la mercantil farmacopea o calculando la enfermedad dada la riqueza del paciente o la cobertura de su seguro.
Gracias a la tecnología, hoy se suman a esta banda de delincuentes de bata blanca y trajes carísimos, los nunca bien ponderados alarmistas, los reyes de las noticias falsas, que difunden cualquier cosa por las redes con tal de sumar lectores. Serviles a la estrategia del shock, con las que el poder económico aprovecha el miedo colectivo y la sensación del caos, para imponer sus políticas y estrategias. Si hay una calaña que se denomina “traición a la patria”, todos estos señores: los médicos malandros, los dueños de farmacéuticas y los generadores y repetidores de falsas noticias deben ser catalogados como “traidores a la humanidad”. Una humanidad que, como especie, parece estar fracasando estrepitosamente, por culpa de esos traidores y de nuestra propia pasividad ante semejante acometida.
Somos tantos los tontos y tantos los malvados que creo que no cabríamos en un escenario de Molière.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098