12/02/24. El escenario está sombrío. Apenas una luz tenue cae inclinada hacia el cantante solo. Su profusa barba es lo que más resalta. De repente, una voz ronca quiebra aquel silencio y a capela entona: “le voy a hablar a mi espejo”, dice mientras gira a un lado y hace como si estuviera hablándole a su reflejo. “¿Qué puedes ver en mis ojos? –le pregunté, y él me respondió”, comenta y se voltea: “pues sólo veo esos ojos desgastados que, por el pasar del tiempo, se nota que te han pegado. ¿Y qué pasó con esos lienzos que tenías pintado? No me digas que ahora esculpes con el pincel mojado. Y ahora mírame: no intentes engañarte, te conozco tan profundo que pudiera reemplazarte. Veo los hilos de tus miedos que podrían balancearte. Sé que tienes la respuesta y no el valor pa' preguntarte”, expresa de frente y con los ojos cerrados.
No es de los raperos conocidos ni mucho menos pertenece a la industria o al llamado mainstream -comercial y dominante-. Para nada está expuesto a la marea comunicacional y artística actual, es decir, la notoria presencia en las plataformas digitales y redes sociales. Y, sin duda, tampoco es una figura pública. Lirika 47 es lo contrario. Representa a esa parte de la escena del hip hop venezolano subterráneo. Aunque vale agregar que unos cuantos raperos en el mundo se iniciaron de esa forma y después se convirtieron en celebridades. Pero, hasta ahora, no es precisamente lo que Lirika busca.
Miguel Rodríguez es su verdadero nombre. Vive en la parroquia Petare y nació en La Guaira. Tiene 27 años, es cocinero, estudia Filosofía en la Universidad Central de Venezuela y trabaja, eventualmente, en el servicio Yummy con su moto. Así que probablemente muchos de ustedes han viajado con Lirika 47.
El joven rapero es de poco hablar. Pareciera preferir el canto para exponer todas sus ideas. “Yo escribo más que todo sobre la depresión, la tristeza, los sentimientos así, oscuros, porque no se me da escribir sobre la felicidad y no sé por qué, no es lo mío”, señala sobre los motivos que lo inspiran en sus composiciones. No es músico, sólo canta y escribe. Tampoco se inició en grupos y ha venido trabajando individualmente.
Sin embargo, Rodríguez estudió música académica en el Conservatorio Simón Bolívar, en El Paraíso, como a los diez u once años. Y en su adolescencia empezó a escribir canciones. “Yo no soy de escuchar rap todo el día. Oigo a raperos como Randy Acosta, Los Aldeanos, Lytos de España, Horus, pero es raro que me ponga a escuchar solamente rap. Escucho todo tipo de música, especialmente el soul, el rhythm and blues, el jazz y la música afroamericana de los noventa”, aclara en cuanto a sus gustos e influencias marcadas por los sonidos afroamericanos, incluyendo el mismo rap.
El cantautor petareño no está casado con ningún ritmo en especial, y ¿por qué eligió el rap como vía de expresión? “Siento que te permite decir cosas, porque el rap tiene como tiempos más alargados a nivel de ritmo como para poder meter más palabras. Te da más posibilidad de meter mensajes. Es recitar sobre un ritmo, uno no canta, uno entona, uno habla prácticamente”, dice con la misma voz grave. Su nombre artístico es sin acento y viene de “lírica”, y el 47 se debe a la edad en la que murió un hermano.
El rapero ha participado en las llamadas batallas -improvisaciones en vivo- y recientemente ganó el apartado Mejor Mensaje en el Festival de Música Urbana, el 3 de febrero, en el Centro Cultural Chacao. Lirika 47 sostiene que “con el rap siento que materializo lo que no sé decirme a mí mismo, a un psicólogo; siento que es la manera de yo liberar cosas”.
POR MERCEDES SANZ • @mercedes.jazz
FOTOGRAFÍAS CLARA TELO •@clara_emiliatj