06/06/25.
A finales del 65 llegué a Mérida con el propósito de estudiar Ingeniería Forestal. En mi magro equipaje traía un par de cuadernos con apuntes para cuentos y un tímido, que yo creía ambicioso, proyecto de novela. El año siguiente, en un plazo breve, y como si se hubieran puesto de acuerdo para vapulearme, cayeron en mis manos, y de ahí pasaron a mis ojos y a mi cerebro enfebrecido, textos de Borges, Marcel Schwob, Ambrose Bierce, Kafka y Cortázar. Yo había sobrevivido a las pesadillas barrocas de Edgar Allan Poe, en particular a ese horrendo sueño recurrente que giraba en torno a El corazón delator, pero este nuevo bombardeo con la artillería ligera y letal de la invención me sepultó. Mis borrosos manuscritos se extraviaron en un oportuno basurero, y el anhelo de transitar alguna vez los caminos trazados en el aire por aquellos señores de la imaginación se incubó al igual que una semilla de maldición en el fondo de mis huesos. No puedo dejar de mencionar el impacto que me produjo la lectura de El milagro secreto y Las ruinas circulares, de Borges, ese par de realizaciones magistrales capaces de dejarte knock out. Y aún persisten en mi fluctuante y elusiva memoria las imágenes fulgurantes sugeridas por la lectura compulsiva de La noche boca arriba del Cronopio Mayor: yo fui la víctima elegida por los implacables cazadores de la guerra florida, yo fui el motorizado que agonizaba de fiebre en un hospital. Y qué decir de La metamorfosis, la minuciosa incursión, a la manera de un desollamiento con escalpelo, en la vida postrera del sufrido Gregorio Samsa, ese extraordinario relato de Franz Kafka que ya pertenece al mito y a la memoria colectiva. ¿Cuántas veces me desperté aterrorizado en mitad de la noche, boca arriba, observando con alivio mis manos y mis pies que aún conservaban su forma original?
De: Cuentos Salvajes (2019).
Ednodio Quintero (Las Mesitas, Trujillo, 1947)
Escritor venezolano radicado desde hace décadas en la ciudad de Mérida. Ha sido profesor en la Escuela Nacional de Artes Audiovisuales de la Universidad de Los Andes. Su labor narrativa le ha hecho merecedor de múltiples reconocimientos. La danza del jaguar (1991), Cabeza de cabra y otros relatos (1993), Confesiones de un perro muerto (2006) y El amor es más frío que la muerte (2017) son algunos de los títulos más representativos de su ya extensa obra. Entre otros reconocimientos, ha recibido el Premio de Cuentos de El Nacional (1975), el Premio CONAC (Consejo Nacional de la Cultura, 1992), el Premio Miguel Otero Silva de la Editorial Planeta (1994) y el Premio Francisco Herrera Luque de la Editorial Grijalbo-Mondadori (1999).
ILUSTRACIÓN: CLEMENTINA CORTÉS