27-07-23. Lejanas y desleídas las rocas al fondo. La playa como un animal dormido, negro, abultado, cuyo único movimiento es la turgencia al respirar, chupando el agua que recurrente lo baña. La mujer camina solitaria, increíble heroína moderna atravesando el más peligroso de los caminos. Avanza implacable, terca, momentáneamente distraída por los cangrejos. La soledad es tan decidida que la mujer trata de recordar, de tener algún pensamiento que la enlace con el mundo de afuera. El animal-playa, la lejanía-roca conversan un diálogo telúrico incomprensible. La mujer trata de traducir a términos estéticos, humanos, las palabras vegetales. Humedece sus pies en la arena gris, rebosante, henchida, preñada pero seca para otra cosa que su propia placenta: toda belleza desaparece si se la enfrenta al vacío.
Mira la luz fría y amarilla de las rocas y siente la presencia luz imponderable, inasequible, indemostrable. Se deja morder los pies por los cangrejos para sentir el dolor como aviso de la vida. El dolor se transforma en una sorda sensación inconexa, ni el cangrejo sabe en qué consiste eso que producen sus tenazas al aprisionar un cuerpo.
El erotismo de las algas, apreciar sus matices, sentir su voluptuosa humedad marrón, sus movimientos retráctiles al ser palpadas, como vagina virgen. ¿Tendrán orgasmo las algas si se las toca con pasión?
La mujer escala las rocas, confiada en que su altura impide traspasarlas. Las recorre transversalmente. Quizás las rocas sí sientan el orgasmo. ¿Por qué, si no, se dejan avanzar y se repliegan misteriosas?
La mujer desciende exhausta, súbitamente recuerda que lleva una máquina de fotos al hombro. Se reconforta al saber que es una turista. Todo adquiere sentido de pronto. Las rocas, el mar, las algas, son maravillosas escenas archivables. Ya casi las ve en puesto de honor en el álbum de fotos. Subtitulo: Etretat 1968. Eso cambia la escenografía y la mejora: todo es ahora bellos paisajes a recordar en merecido viaje de turismo. El llanto rompe bruscamente la cálida visión de amigos contemplando fotos de último viaje. Entre las lágrimas distingue el bello cuerpo de un muchacho que pesca en las rocas, ajeno a todo dolor y orgulloso de ser semen y agua.
De Diario del Jabalar y otras historias, 1966-1973.
La autora
Ana Teresa Torres
(Caracas, 1945)
Escritora, académica y psicóloga venezolana. Novelista, cronista, articulista, ensayista e investigadora. Graduada en Psicología por la Universidad Católica Andrés Bello. Se da a conocer en el campo de la literatura venezolana al ganar el concurso de cuentos de El Nacional en 1984. A partir de entonces comenzó a publicar novelas, ensayos y otros estudios. Entre sus numerosas publicaciones podemos mencionar: El exilio en el tiempo (1990), Doña Inés contra el olvido (1992), Vagas desapariciones (1995), Malena de cinco mundos (1997) Los últimos espectadores del acorazado Potemkim (1999) En 1991, gana el Premio de Narrativa del Concejo Municipal del Distrito Federal de Caracas, a la par del Premio de Novela de la I Bienal Mariano Picón Salas en Mérida en el mismo año, siete años después obtiene el Premio Pegasus de Literatura a la mejor novela venezolana de la década, en el año 1998, y en el ámbito internacional se le otorga el Premio Anna Seghers, Alemania en 2001.
ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA COTTY