12/04/24. Nuestros héroes cotidianos pueden ser, incluso, santos de a pie. La apropiación de lo sagrado es un gesto que reivindica lo que se nos vuelve propio por parecerse a nosotros.
No es lo mismo adorar a una virgen con cara de búlgara (que todos lo hacemos por imposición) tras parir a un muchachito sin padre en Belén, que venerar a un “malandro” que en los años cuarenta robaba mangos en la plaza San Jacinto para repartir entre sus vecinos de El Guarataro.
La Corte Calé ha encontrado en los boquetes de la fe un nicho apropiado por donde colar eso que llaman “santos menores”, para que la inmensa escala de jerarquías del más allá, se ponga un poquito del más acá. Es, junto a la Corte Chamarrera, Celestial, India, Negra, Libertadora, Africana, y un largo etcétera, un estadio de la religiosidad popular llamado “espiritismo” que rinde culto a deidades mayores como María Lionza, el Cacique Guaicaipuro y el Negro Felipe.
Todos, vale decir, hacen milagros. En algunos casos curan el cuerpo, en otros curan el alma, y de paso se dejan querer con pasión de pueblo, estableciendo una relación estrecha y sincrética que no amerita atravesar con cara de beato oprimido el Camino de Santiago, y no se ofende si le tributas su magnificencia con un traguito de ron o un tabaco.
Todos han sido mártires justicieros, que arroparon una causa salvadora como el “malandro” Ismael o Petróleo Crudo, tipos Robin Hood, de quienes se saben algunos datos biográficos y por quienes se tejen innumerables leyendas, tanto por sus hazañas estando vivos, como por sus milagros al traspasar la barrera del más allá.
Ahí encaja la chama Isabel, una jeva como tú, que “era bella, con gestos de alta autoestima”, vivía en el 23 de Enero y murió a los 23 años en un accidente de moto, como nos relató una amiga que nos suplicó no revelar su nombre y que para todo efecto llamaremos “materia”, porque es verdad que es materia universal o de luz, es decir, recibe espíritus.
Una versión más elaborada, aparecida en el blog espiritismo-venezolano.blogspot.com, refiere que Isabelita es “figura líder de la Corte Malandra. No se tiene seguridad sobre su verdadera procedencia pero cuentan que pertenecía a una familia adinerada y fue violada a los doce años de edad. Se casó con un hombre negro, de Barlovento, estado Miranda, que le fue infiel con una amiga. Por esa razón juró vengarse de todos los hombres. Su estatuilla no puede estar en un altar santero que también tenga la figura de algún negro. Tiene amplio poder para resolver toda clase de problemas”. Cuentan que al posarse en materia dice las cosas como son, habla sin pelos en la lengua y es “muy pana, pero de carácter fuerte”.
En el Cementerio General del Sur está el portal de la Corte Calé, que se identifica desde lejos porque exhibe un tricolor nacional ondeando tímidamente. Está protegido por un techo de zinc, unas paredes azarosas, un montón de tributos que van desde vasos de anís a medio beber hasta placas talladas con alguna frase de agradecimiento. A Ismael, que lidera el panteón, le acompañan muy cerca Chamo Freddy, Elizabeth, Ratón, Miguelito, Petróleo Crudo, Luis Sánchez, Machera e Isabel.
Nos comentan los “materia” que peregrinan a su encuentro, que ahí “no se trabaja con demonios, eso es puro cuento. Aquí se trabaja con fe, para ayudar a los demás”.
Casi a hurtadillas se acerca una señora menuda y temerosa junto a su esposo, un negro entrado en años pero de complexión robusta, a cumplirle una promesa a una “entidad” para que saque a su sobrino de la cárcel, donde está detenido injustamente. El tributo es apenas un cigarrillo apagado, que coloca en un borde florido del altar. Solo para eso vino desde La Raiza, en los valles del Tuy.
Los estigmas han desacreditado el rigor con que se relacionan devotos y santos de la Corte Malandra. Algunos señalan con espanto que se les “consagran” balas, se les festeja con salsa cabilla y motos haciendo caballito y el hampa la utiliza para encomendarse a sus muertos, como recrea una escena de la película colombiana La Virgen de los Sicarios.
La fe es un asunto de gustos, parece ser el argumento de quienes no ven frívolo ni corrompido rezarles “en nombre del ladre, el tiro y el espíritu landro, Amén” como escribe José Roberto Duque en su libro Salsa y control.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
ILUSTRACIÓN JADE MACEDO • @jademusaranha