LOS MONSTRUOS MECÁNICOS
19/12/2022. Él, pese a la dureza del banco de cemento donde se hallaba sentado, logró hundirse hasta lo más profundo de sus recuerdos buceando en su memoria para encontrar en ella los más importantes momentos de su existencia. En sus remembranzas no solo rosaba la piel de todos los que le fueron más cercanos a sus afectos, muchos de quienes ya no estaban. Pero también caminaba por la ciudad de sus querencias penetrando por caminos y lugares ya desaparecidos de un extremo a otro y de una edad a otra. De pequeño, camino a la escuela primero, y luego al liceo se quedaba observando detenidamente la demolición impenitente de la ciudad. Él divisaba desde la acera toda una techumbre enrojecida de casas centenarias de adoboncitos, bajareque y mampostería, con amplios ventanales para que las muchachas se exhibiera a la vista de los transeúntes piropeadores. No paso mucho tiempo cuando vió las máquinas que, como toros salvajes, embestían contra las inermes casas clavándoles sus cornamentas de acero, abatiéndolas y pasándoles luego por encima para triturarlas.
El mundo estaba en guerra y la ciudad, en muchos casos, parecía bombardeada por los aviones que salían en los noticieros de los cines. Por donde quiera se construía y, muchas veces de manera discontinua. Desde 1926 la vivienda se asoma como problema social y ocurre, ese año, el primer estallido del urbanismo privado que se repite luego en 1930. En 1917 el Concejo Municipal había aprobado la extensión de la ciudad hacia el este. El gobierno despliega planes de vivienda en San Agustín, Propatria, Lídice, Bella Vista, Agua Salud, Nueva Caracas, Los Rosales, etc. Y los privados levantan edificios, primero de poco tamaño y luego urbanizaciones como Altamira, La Castellana, La Florida y muchas más con una arquitectura de forma libre y con materiales más resistentes y que permiten fabricar mas rápido.
LAS TRAMPAS DE LA CIUDAD
Simultánea a la ciudad física va creciendo la ciudad escritural mediante la creación de una densa y confusa legislación de poca y efectiva
vigencia con la que se pretendía mantener el control estatal. Aparece también la especulación con la tierra en pocas manos y un concejal acusa a los constructores de “geófagos”. Lo mismo pasa con la venta y alquiler de casas que se acaparan mediante el mecanismo tramposo de “la bolsa negra”. Pero lo más terrible de todo es que comienza a consolidarse en la ciudad dos ciudades: una para los ricos y la clase media en ascenso y otra, la exiliada en los cerros y en las quebradas, para los pobres que siguió creciendo no obstante la prohibición de construir en esos sitios.
LAS CALLES DEL RECUERDO
Él se encontraba sumergido en sus recuerdos; un ligero sopor lo apodera; sacudía su cabeza y seguía componiendo el relato de su vida y el de la ciudad: miró buscando el viejo banco desaparecido al igual que el árbol y rememoró aquel primer beso que le dió a Avelina Couto, hija de portugueses de la calle Fátima: raudo y suave pero intenso. Ella se apartó turbada, temblorosa pero con los ojos vidriosos que pedían más: pero más pudo el que dirán y el temor a sus padres. Un ligero estremecimiento recorrió su cuerpo y le produjo una fugaz turgencia: sonrió y lo comparó con la brisa que venía de la calle La Línea que se metía por la enramada cosquilleando al árbol que se sacudía desprendiendo miles de hojas marrones y verdes que se arremolinaban en la entrada del parque para salir volando, coreografiadas, como una miríada de mariposas hacia todas partes.
Fue automático que virara hacia su derecha y su mirada tropezara con un edificio huraño y mal encarado de una clínica privada situado donde antes estuvo una enorme casa de amplios ventanales que primero fue casa de abolengo, después boite, cabaret, night-club, dancing, burdel, casa de torturas, y finalmente pensión o casa de vecindad de las que abundaron en la ciudad. Los vigilantes del caserón hicieron, previo pago, tres agujeros en la pared para que los carajitos vieran a las muchachas” del ballet a las que llamaron mamboletes cuando reventó la fiebre del mambo o a la vedet del momento cambiándose el vestuario. Caracas pese a ser una ciudad que en la década del cuarenta tenía solo 350 mil habitantes y a principios del 50 unos seiscientos mil quinientos, era plaza musical importante y tenía numerosísimos locales de espectáculos nocturnos, eso sin contar los cientos de bares, botiquines y burdeles que existían por toda la ciudad por donde corría, como en otra de sus tantas quebradas, el guisqui y “la caña” a raudales. Las luces de neón y los bombillos rojos alumbraban la derrochadora noche caraqueña dispuesta a demostrar que el país en esas dos décadas tenía una gran renta per cápita y era el de mayor inversión extranjera en América Latina.
LA PÉRDIDA DE LA INOCENCIA
Un día se presentó una barata, golilla, rebaja, ofertón o golillón para desvirgar a todos los carajitos de la cuadra por 2 bs.-el precio de la entrada del cine-, el que quería función continuada 4 bs, el menú de tres platos costaba 5 bs. El fanfarrón de “el ganzúa” fue el único que los pudo pagar y fue él el que se fue de boca, el que chismeó o chismoseó el asunto, que causó gran escándalo entre las madres dispuestas a ”poner el denuncio” que los hombres, que llevaban los pantalones en la casa, impidieron tras un intenso chaparrón de protestas de las madres ofendidas. Los hombres se sentían orgullosos de tener, desde ese momento hombrecitos en la casa.
El EDIFICIO DE SALUD
Era conocido desde la década del 30 pero muy discreto. A partir del 40 el edificio de salud, el edificio de la clínica se hace mas visible. Es así como aparecen las clínicas Córdoba, Razzetti, Gonzáles Lugo, Centro Médico de San Bernardino, entre otros. En lo público: el hospital de niños, el nuevo Psiquiátrico, el puesto de Salas, edificio de la maternidad Concepción Palacios, el puesto de Salas, el periférico de Catia etc. Hasta la actualidad en que la arquitectura sanitaria y el negocio de la medicina privada están tan extendidos y tienen indiscutible presencia.
LA CIUDAD SENSORIAL
Él evocaba, junto con el episodio de las bailarinas, la ciudad sensorial, aquella que le invadía de alegrías todo el cuerpo, la que se le pegaba a la piel; parajes realmente hermosos envueltos en la neblina de la tarde o brillantes de sol; olorosos a frutas o a deliciosas comidas, como las arepitas dulces con chocolate que su mamá vendía en el Nuevo Circo; la ciudad que se sorprendía y maravillaba hasta la ingenuidad, con sencillos acontecimientos sobre todo con la actividad política y las trifulcas que se armaban por esta causa; los constantes rumores sobre golpes de estado o los golpes mismos; aparecidos, iluminadas y marcianos.
LA MUERTE Y LOS MUERTOS
Eran cosa de absoluto respeto cuando él iba con sus padres al camposanto a rendirle honores a sus familiares, el sitio inspiraba respeto profundo y enorme curiosidad por el orden reinante en la necrópolis desde la avenida creada en 1947; que, con el tiempo, el cementerio, comenzó a replicar la exclusión social de los vivos enviando a los pobres a los sitios más altos, apartados y anónimos, como “la peste” hasta llegar al desastre de hoy con tantas tumbas profanadas y destruidas. Él junto con una sobrina bregaron duro para encontrar el modesto panteón familiar destruido por los vándalos saqueadores y lo hizo por un “por si acaso” le tocaba, quería estar acompañado por su familia. El regreso del campo santo siempre estuvo cargado por profundas cavilaciones sobre la muerte y la vida cuyos misterios se atizaban por la vista de películas de misterios, momias y vampiros.
EL CINE
Era la diversión preferida de una población cinéfila que llegó a tener a su disposición mas de 80 salas cuyos edificios no pasaban desapercibidos por su tamaño y por estar, en su mayoría, situados en las principales avenidas de la ciudad: a donde ésta se desplazaba hacia allá iba el cine. Recordó los desfiles de carnaval en la avenida Bolívar, en los Próceres y la avenida Lincoln de Sabana grande después convertida en bulevar. Se agregaron a esas remembranzas las patinatas decembrinas; las madrugadas de fiestas y alcohol en la placita y las consecuentes peleas; las paradas militares y policiales con sus potentes motos; el béisbol: auténtica pasión de la ciudad: primero en el "estadio Cervecería” y luego en el universitario.
LA VIDA DE ESTUDIANTE
No escaparon de ese sentido inventario las ”jubilaciones” del suntuoso liceo “Fermín Toro” hacia El Calvario. Para entonces el edificio escolar había adquirido real importancia lo que se demostraba por sus dimensiones, su dotación y sus fachadas. Desde finales de los años 30 la Experimental Venezuela, Francisco Pimentel, Gran Colombia ”y en las décadas del 40 y 50 se fueron construyendo las escuelas “República de...”, luego los “Grupos escolares” como “Miguel Antonio Caro”, “Agustín Aveledo” etc, etc. Estas remembranzas lo llenaron de un entusiamo juvenil imposible de sostener cuando trataba de levantarse como si un público imaginario lo obligara a sentarse para que siguiera contando la historia de su vida envuelta en la historia de la ciudad.
Continuará...
POR FRACISCO AGUANA • fcoaguana@gmail.com