07/06/24. “Estaré aquí hasta las dos”. Así, Omar Hurtado Rayugsen, Cronista de Caracas, permitió que interrumpiera su almuerzo. Ya sólo quedaba arroz y plátano. Bebió agua luego de escuchar cuatro ideas inconexas hasta que, finalmente, con paciencia de profesor, en los espacios del Museo de Caracas, que están llenos de sorpresas, respondió: “El cargo de Cronista, con distintas denominaciones, existe desde que Caracas, la villa, en algún momento se fundó. Existe la villa y existe la idea de que se debía registrar lo que ocurría allí y se nombra a un soldado que sabía leer y escribir y se le encarga de registrar los acontecimientos de la pequeña villa. Esa pequeña villa, hoy en día, es Caracas, con más de ocho millones de habitantes. Más de dos mil barrios, veintidós parroquias, miles de comunas”.
El cronista cuenta y señala. “Caracas tiene el más rico acervo documental, por lo menos, de Suramérica. En Quito, Lima y Bogotá, por las contingencias internas, muchos documentos se perdieron, se quemaron, fueron dañados… ¿Por qué se pierde un documento? Porque no está lo suficientemente resguardado”.
De memoria, el cronista se pasa y se repasa los años de esta época; Omar Hurtado Rayugsen (su abuelo materno, hindú; el paterno, de El Callao), con un ritmo caraqueñísimo, nos trae hasta aquí: “El cargo de Cronista, como tal, existe desde 1945, y el primer cronista fue don Enrique Bernardo Núñez, de quien hoy (20 de mayo) se cumple un aniversario de su nacimiento y por eso se celebra en el país el Día Nacional del Cronista; luego vino don Mario Briceño Iragorry, después Guillermo Meneses, Guillermo José Schael, el doctor Eduardo Montenegro, Guillermo Durand, después estuvo el doctor Mario Sanoja Obediente y ahora yo”.
El periodista de fanfarrias sutiles, Clodovaldo Hernández, en un texto a propósito de ese día, nos ubica: “Para conocer el pasado de un pueblo, ciudad, parroquia o barrio, nada mejor que buscar al o a la cronista, que en algunos casos es una figura reconocida por las autoridades políticas y en otras es alguien que tiene un título otorgado por la propia comunidad. Así que no siempre se les consigue en una oficina bien montada en la gobernación o la alcaldía. Las más de las veces son gente que tiene sus propias casas atestadas de papeles, fotografías y libros, o bien son una especie de juglares que andan por las calles y plazas, divulgando a viva voz sus fabulosas historias”.
Agrega Hernández: Tras el fallecimiento de Sanoja Obediente (este último fue un antropólogo que –fiel a su especialidad– estaba desarrollando una serie de excavaciones arqueológicas en el casco histórico de la ciudad), el Concejo Municipal designó al historiador Omar Hurtado Rayugsen, profesor del Instituto Pedagógico de Caracas, miembro del Centro de Estudios Simón Bolívar y del Centro Nacional de Historia, Premio Nacional de Historia en 2017 y un defensor radical de la filosofía de uno de los más notables intelectuales nacidos en esta urbe: Simón Rodríguez. En sus manos está actualmente, el honorable recurso de la crónica para la defensa de la historia caraqueña”.
Rodando
“Si no tienes guitarra te presto la mía”, cantaba PTT Lizardo, un poeta, médico, primer hijo, mentiroso y un montón de cosas más. Donde esté, le brindo lo que se puede brindar cuando uno no se ve.
“Si no tienes bicicleta, te conseguimos una”, rezaba el volante digital. “Una rodada por Palestina”. Antes, un economista con doctorados y/o postgrados probaba una bicicleta en los alrededores de la plaza Los Símbolos. Hay una Caracas que rueda libre. Pero los cambios no le funcionaban bien; él pedaleaba en círculos y saltaba con la bici, despegándose del suelo. En su rostro, luego de una vuelta larga, se le veía el viento pegado. Con media sonrisa se fue caminando. Después, Hindu Anderi, con parsimonia, enseñaba a una joven cómo meter el pabilo por los huequitos, cuántas vueltas darle para que quedaran bien y no se cayeran cuando los ciclistas que iban a rodar por Palestina, se pusieran la foto, imprimida a color y plastificada y que había que devolver luego de finalizar la vuelta, que era en el Paseo de la Nacionalidad y terminó siendo en la Universidad Central de Venezuela (UCV).
La foto que llevaba un ciclista específico, cualquiera, era de Khalil, un joven palestino de quince años que ya no está. Y la llevó en silencio con las consignas que no se oyen mientras rodaba junto a unas treinta bicicletas más, con sus ciclistas correspondientes. Niños y jóvenes. Uno, de vez en cuando hacía caballito.
En Palestina, un ciclista se quejaba, tirado al lado de los pedales, ensangrentado. En tiempo real, en este tiempo de videos por wasap.
La estructura
El economista/ciclista, que probaba la bici, también asiste a un taller de Ensayo, itinerante, dictado por el profesor Rubén Wisotzky todos los viernes de cuatro a seis de la tarde en algún lugar de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), que está en pleno proceso de remodelación.
La treintena de ciclistas seguía el carro que manejaba la periodista Anderi. Justo en la entrada del Hospital Clínico Universitario, el vigilante detiene la caravana y se ve rodeado de varias voces hablando de, incluso, Patrimonio Cultural de la Humanidad. El tipo cruza los brazos, hace silencio y levanta la radio. Bueno, descruzó los brazos primero, el silencio, la bulla, la ansiedad. “Los voy a dejar pasar”. Y pasamos.
El ensayo
En el Celarg, el profesor, de origen alemán, lee filosofía, nos habla de poesía. Y dice: “Escriban un ensayo acerca de lo que está sucediendo en la Franja de Gaza. Nos vemos el próximo viernes”.
En la UCV, frente a la misma sede de la Federación de Centros Universitarios (FCU), una treintena de ciclistas se juntaron por Palestina. La historia de la FCU, aún no contada, la del Movimiento 80, al que pertenecieron líderes fundamentales de este proceso, como en Mérida y la trayectoria de un tipo que tenía mucho poder, tocayo del Fiscal.
¿Y eso qué tiene que ver?
En el piso 4 donde, cuando no estaba este edificio remodelándose, vivió Rómulo Gallegos, Ana Gloria Palma Moreno, poeta, hace que también se escuche el silencio mientras lee en voz alta su ensayo, que tituló La llave:
“Según el diccionario escolar básico Caracol, de una niña de tercer grado, una llave es un objeto metálico que se mete en una cerradura para cerrarla y abrirla. ¿Cuánto tardará en abrir la puerta una madre, con una llave que tiembla?
Porque hay una balacera en el barrio, y su hija aún no llega.
Y la mujer que teme al marido y la toma de pera de boxeo cuando llega borracho y ella no abre sus piernas ante sus deseos. ¿Acaso la cerradura del cuarto cuya llave está por dentro, evitará el golpe, o terminará siendo una más, en esa larga lista de femicidios?”.
La llegada
Hindu Anderi estaciona la camioneta justo donde el ciclista, el primero, probaba los cambios. Todos paramos las bicis juntas, inventarios, despedidas. Dos pastelitos por un dólar, pero no fluyó el pago móvil. Ella, que antes me besaba, ahora no me mira. Le veo la piel, atravesada en las palabras que no cuentan nada y que no vienen a cuento.
Entonces, Ana Gloria Palma Moreno termina de leer allá, en el Celarg:
“De qué sirve una llave, si no es para recordar que la puerta más íntima y segura es la del hogar, ¿cuántas vueltas habrá que darle a una llave para estar seguros dentro de una casa?, tantos hogares sin cerraduras, sin llave, sin puerta, sin familia, y personas. Y si no hay llave, ni cerradura ni puerta ni casa ni hogar sino una franja y si sólo se tiene el recuerdo de la familia mutilada, y el llanto apresado entre los pedazos que quedan de sus objetos, y si sólo es una llave, aquella que abría la cerradura, la puerta y el hogar de Palestina que no está. Solo fragmentos de gente, pedazos de brazos, de piernas y cuerpos entre los escombros, y entre las cenizas de la zona de Gaza. Los que bombardean, los que disparan, ¿tendrán también una llave que cierre o abra su hogar, un lugar donde estén protegidos sus seres queridos? Como no sucede en Cisjordania”.
POR GUSTAVO MÉRIDA • @gusmerida1
FOTOGRAFÍA MAIRELYS GONZÁLEZ •@mairelyscg27 / DENNYS GONZÁLEZ • @dennysjosegonzalez