23/05/24. Un inmenso inventario de expresiones regionales, saberes ancestrales y costumbres del pueblo, se superpuso a la epidermis de la cotidianidad para imponer en el imaginario del siglo XXI nuestro más profundo y desconocido acervo cultural.
Es el mayor saldo del Festival Mundial Viva Venezuela, un evento sin precedentes en la historia reciente del país, solo comparable conceptualmente con la Fiesta de la Tradición del Nuevo Circo de Caracas, organizada por el poeta Juan Liscano, que en 1948 le dio la bienvenida al gobierno del escritor Rómulo Gallegos.
En esta ocasión, las dimensiones y el colorido del encuentro de nuestras tradiciones superó con creces cualquier expectativa, y colmó a Caracas, La Guaira y Miranda de cultores, cultoras, cofradías, agrupaciones de proyección, artistas internacionales de más de veinte países y cuatro continentes, músicos reconocidos y encumbrados y otros apenas emergentes, y diversas organizaciones del poder popular como los gabinetes culturales de cada parroquia y municipio, cual caleidoscopio de nuestra diversidad.
“Estamos levantando lo más grande de nuestro país: su cultura, su poesía, sus raíces” dijo con evidente emoción el primer mandatario nacional, Nicolás Maduro, el viernes 10 de mayo a eso de las seis de la tarde, justo cuando se conmemora por igual el Día de la Afrovenezolanidad y del Artista Plástico, dos ámbitos de las reivindicaciones de nuestra sociedad que han encontrado en la revolución bolivariana un definitivo aliado. Eso fue en el estadio Monumental Simón Bolívar de La Rinconada, en Caracas, durante la majestuosa inauguración del festival en un recinto que sólo había sido copado por cuarenta mil personas durante el concierto de la artista pop Karol G, en marzo pasado durante su gira mundial.
En esta ocasión, el estadio se desbordó desde la una de la tarde cuando abrió sus compuertas para permitir el ingreso de cofradías provenientes de las más alejadas comunidades del interior del país. Desde la mesa de Esnujaque en Trujillo hasta la península de Araya en Sucre; desde Curiepe en Miranda hasta los pueblos kariñas a orillas del río Cuyuní, quienes luego de muchas horas de viaje en autobús arribaron orgullosos al monumental a mostrarle al país con dignidad la riqueza de sus conocimientos centenarios.
Fue una Torre de Babel donde al contrario del mito, todas nuestras identidades se encontraron en el compadrazgo, la música, el baile y el intercambio que permitió el tráfico de números telefónicos y contactos para el necesario compartir de experiencias y saberes. Uno de los episodios más nutritivos de esa gran fiesta fue el compartir espontáneo que se suscitó entre pasillos, lo que fortaleció alianzas entre agrupaciones culturales de toda la geografía patria.
Por si fuera poco, la puesta en escena fue gigantesca. Con sus dificultades y contradicciones, las dos tarimas dispuestas para la presentación de infaltables nombres del canto nacional como Gualberto Ibarreto, Lilia Vera, Amaranta, Iván Pérez Rossi, Francisco Pacheco, 1,2,3 y Fuera, Mario Díaz, etcétera, se sumó a una herradura para el tránsito de las cofradías con sus danzas rituales, exhibición que se extendió por más de cuatro horas. Por allí pasaron las parrandas de San Pedro de Guarenas y Guatire, San Juan y diablos danzantes de todo el país, los Santos Inocentes de Caucagua, y una larga lista de hermosas y profundas expresiones de nuestra idiosincrasia creadora.
Para completar un espectáculo inédito, la noche caraqueña enmudeció frente a una danza de drones que dibujó sobre la oscuridad mensajes y figuras movibles que estremecieron a los presentes y a quienes siguieron el evento transmitido en directo por diversos medios de difusión.
Una fiesta que se multiplica
Hasta el 19 de mayo la región capital del país fue una fiesta. Es apenas el arranque del festival que luego se trasladará por todo el país durante distintos encuentros para palpar “a profundidad el sentir venezolano”, como señaló el Ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas.
Plazas, esquinas, auditorios cerrados, salas de concierto, universidades, sirvieron para desplegar (a veces en formato de pasacalle) una imponente programación que sirvió para conocer de primera mano tradiciones que incluso son patrimonio cultural inmaterial de la humanidad como las madamas del Carnaval de El Callao, y otras que están a la espera de su nombramiento como los sones de negro o Tamunangue. También fue posible conocer expresiones milenarias de naciones amigas, partícipes de este encuentro mundial que convocó a las diabladas de Oruro en Bolivia, la danza del dragón rojo de China, y conmovedoras demostraciones de Palestina, Portugal, San Vicente y las Granadinas, España, Turquia, Rusia, Cuba, El Congo, entre otros.
Fue posible adquirir productos artesanales en la expo venta de la plaza de Los Museos, con una variada exposición de obras de más de cien creadores llegados de todo el país y un curioso muestrario de tejido artesanal por parte de la delegación de Tintorero (Lara).
En los espacios convencionales de la Galería de Arte Nacional (GAN), Unearte y el Museo de Ciencias, curiosos, cultores y aficionados de las tradiciones pudieron saciar su sed de conocimiento con un abanico inmenso de actividades de formación, talleres, conversatorios, cursos y demostraciones de cultura popular de la voz de sus creadores y estudiosos, como el mismísimo profesor Benito Irady, presidente del Centro de la Diversidad Cultural, y Julia Carolina Ojeda, formadora de formadores, entre muchísimos otros creadores que enseñaron toques de instrumentos, baile, técnicas de tejido, lenguaje corporal, códigos pictóricos, movimientos en escena, religiosidad popular, décimas, cantos y mucho más.
Fue un evento que al cierre, el domingo 19 de mayo, dejó un aliento de esperanza y compromiso con nuestros valores culturales, expresiones de una identidad cultural que nos trasciende y nos identifica frente a los pueblos del mundo.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
FOTOGRAFÍAS CORTESÍA MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA CULTURA (MPPC)