07/06/24. Había pasado varios meses pensando sobre el silencio. Su manera de ser una característica alabada e incentivada en las niñas. Callar es una sugerencia-orden ante muchos escenarios. Por ejemplo, para no parecer demasiado inteligente o cuando se tienen problemas con el marido. Sin embargo, no había logrado dimensionar este fenómeno hasta que profundicé en el tema de las muertes gestacionales. Su naturaleza se explica por la estadística. Los humanos, al reproducirnos, rechazamos parte de las gestaciones. El cuerpo por alguna razón que se determina o no, detiene el embarazo.
Puedo suponer -sin saber nada de veterinaria- que esto le pasa también a otras mamíferas. La ciencia por lo pronto no tiene mucho que decir. Sin embargo, el asunto se lleva en silencio. Tan en silencio que a veces es toda la gestación la que se calla para ahorrarte el penoso momento de decir que el asunto no terminará con la creación de la vida.
Hasta el dolor debe disimularse porque socialmente se estila el silencio, pero qué se calla, porqué se calla. ¿Es que no hemos logrado romper la idea que toda la vida de la mujer se justifica por la reproducción? ¿Hay que sentir vergüenza, sentarse en el banquillo, asumir que una no es capaz ni de lo que la naturaleza manda? No existe una categoría médica-legal muy precisa. Hay descansos antes de parir y luego de hacerlo, si la cuenta se detiene, toca seguir.
Dicen que el hecho de pasar en cosa de semanas de la ilusión de la vida a la muerte constituye un estrés que tiene pocos equivalentes, capaz de generar una crisis que puede ocasionar el cuestionamiento de la vida y de la valía propia. Hay poco sobre esto, incluso pocas previsiones de cómo manejar la situación sin violencia.
En algunas partes se intentan nuevas leyes que cambien la visión. Se sabe que la gestación cambia hormonal, física y mentalmente a quien la vive y que aquello es una situación especialmente densa. ¿Es culpa, es tristeza, es vergüenza? Es soledad. Sólo pasar por eso abre la ventana a la vida de otras. Es estadística, diría el médico. Es una historia que pasa más ligera que un murmullo.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta