30/05/24. El viejo cuento de los ciegos que son llevados a conocer un elefante es un divertido punto de partida, al mismo tiempo interesante, para abordar nuestra deficiente capacidad de percibir nuestro derredor. Y entonces llamamos realidad a eso que percibimos.
El viejo cuento narra que cada uno de esos ciegos se acercó a una parte del animal. El primero dijo que el elefante era una manguera que se movía con mucha agilidad, otro pensó que era una espada redonda y filosa, el otro que era una gran pared, otro más que era como un tronco de árbol, a quien le tocó una oreja no dudó de que se trataba de un abanico. Nadie pudo sacarlos de su idea y así murieron convencidos de que eran expertos en materia de elefantes.
A mi juicio, si le hubiesen funcionado óptimamente todos los sentidos, al igual cada uno iba a tener una percepción parcial y deficiente de lo que era un elefante. Otras personas no lo notarían, porque también cada una de ellas tiene una idea fragmentaria de ese animal y de todo lo demás.
Según las afirmaciones y descripciones sobre el comportamiento del universo por parte de casi todas las personas que ejercen la física, la biología, la buhonería, la antropología, la prostitución, la pesca, la medicina, la mecánica automotriz, la arquitectura o trabajan como oficinistas, en teatros, vendiendo víveres, atendiendo mesas y un largo etcétera, podemos inferir que los intentos de explicar nuestro universo o una parcialidad de él resultan fallidos dada la ineficiente capacidad de percepción que tenemos. Tomamos el escaso corpus observado y con ello construimos herramientas y teorías para describir, descubrir y operar sobre un mundo ignoto. Cada vez que sale una herramienta más sofisticada, mucho de lo que era una verdad se viene abajo.
Imaginemos a una persona que se dedica a escribir teatro, y que cree comprender lo que es un elefante. Escribe su historia partiendo de que el elefante es una espada filosa. La persona que decide dirigir esta pieza está persuadida de que el elefante es un enorme abanico y cree firmemente que ha comprendido perfectamente el texto. Cada actor o actriz hará lo mismo desde su propia experiencia con el animal. Aseguran que nadie ha percibido y comprendido al paquidermo con tanta claridad, experticia y exhaustividad como ellos. Ni se percatan de que se refieren a cosas distintas. Los espectadores asistirán cargando su convicción de lo que es un elefante. Todos los involucrados saldrán satisfechos por la comprobación de que su visión era la correcta. Así que, del elefante nada o, en el mejor de los casos, muy poco. Eso es lo que hay.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098