20/06/24. Si de algo estoy convencida es que las grandes historias siempre andan cerquita. Sin embargo, algo hace que no logremos maravillarnos con lo cotidiano y andemos persiguiendo lo extraordinario como algo que nos queda muy lejos. A lo largo de todos estos textos he querido superar mi propia miopía y ver en las famosas rasgos de gente común y en las que no entraron a los libros de historia, su esencia más maravillosa.
Al hacerlo, he dicho en voz alta que ando trabajando en temas de mujer y feminismo, desde entonces no me libro de que me interroguen por el “feminismo malo”, por las mujeres que pueden mentir o herir, incluso matar.
Es algo bien curioso porque parece que una remota posibilidad de algo que no ha pasado nunca ni en ningún lugar justifica que no se haga nada por cambiar lo que hiere todo el tiempo y en todas partes: un sistema que no sólo separa por sexo, sino que establece jerarquías entre los mismos y que incluso reprime a todos. El hombre no debe llorar, dicen. La mujer no debe mandar, repiten.
Mientras eso pasa cuando pensamos en mujeres y hombres extraordinarios rebuscamos en la memoria nombres de gente que nunca hemos visto. Se nos olvida nuestra madre, la abuela y la vecina. La maestra y todas nuestras amigas.
Sin embargo, cualquiera y todas de sus historias pueden ser materia para un cuento fantástico. Si no me quiere creer, haga uso de su teléfono y googlee para averiguar de dónde sacó Gabriel García Márquez sus maravillosas historias: del periódico y de los viejos juglares. Por eso, si a usted le gusta tanto Cien años de soledad y lo considera su libro favorito -aunque no lo haya leído- usted anda diciendo que le gusta el vallenato, diría mi abuela, “¡habrase visto!”.
No tenemos una dimensión clara del problema que todo lo que se haga por las mujeres se catalogue de feminista que es un sinónimo de locura peligrosa para muchos. Tampoco que parte de las que más han hecho por los derechos de la mujer nunca aceptaron ser llamadas feministas. Es el caso, por ejemplo, de Nadezhda Krupskaya, absolutamente centrada en trabajar por la escolaridad y por la liberación del hogar en la joven sociedad soviética, y, que se sentía lejana con lo que hacían las feministas por el derecho al voto en otras latitudes.
¿Has conocido una feminista? ¿Una mujer que extiende el tiempo, que pica el pan, que construye un barrio para permitir que las menos afortunadas tengan un piso para avanzar? Yo conocí a Nelly Contreras, la Gocha, que lo mismo se hizo tan libre como para ser leyenda y tan feminista como para no estar distraída en etiquetas, códigos y pañuelos sino juicio a dentro, barrio adentro, idea adentro, donde se pagan las consecuencias de una sociedad más preocupada por la etiqueta nueva que por la justicia.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta