05/07/24. La sola mención de las sílabas se-ño-ra espanta. Es que la palabra, en sí misma, es una señora.
De lunes a viernes, cuando llevo a Melissa (mi hija, no la cantante de rock) a la escuela, hay un señor que me ofrece los “buenos días, señora”. A veces me provoca no contestarle, pero me arma de valor, le sonrío y le contesto de forma cortés, su saludo. Así también hay una “señora” que me saluda: “¿Cómo está usted?”. Yo tengo la misma edad que ella, incluso creo que puedo ser menor. Sin embargo, le respondo, porque a mí, mi mamá y mi papá, me educaron bien.
Yo siento que cada vez que se dirigen a mí de esa manera, me sale una cana, una arruga, me duelen más las rodillas y la espalda. ¡Si soy solo una adolescente de 36 años!
Un momento, ¡no!, ya no soy una adolescente. Y aquí vengo con la reflexión. Hace unos días estaba tomando café con una amiga a la que aprecio mucho en un rincón del centro de Caracas. La tarde se pintaba bien, cuando el muchacho que nos atendía me preguntó: ¿Se le ofrece algo más, señora?
La palabra resonó en mi mente y en mi corazón, y como dije anteriormente, me salió otra canción. Yo lo miré, sonreí y contesté que no necesitaba más nada (en serio fue así). Después de eso, le dije a mi querida amiga lo molesto que es que a una le digan señora. Ella me contó que tampoco le gustaba, y recordamos aquella publicidad que salió en redes sociales, en la que una mujer dejó olvidada la cartera en un restaurante y el mesero fue tras ella a llevársela, pero como le dijo “señora, se le olvidó su cartera”, esta ni volvió, al contrario, salió corriendo. Nos reímos.
Hablamos de cómo la sociedad machista y patriarcal ha promovido que las mujeres de cierta edad (generalmente desde los treinta) dejan de ser útiles en diversos aspectos. Dejaremos de ser sexys, ya no seremos vistas como objetos para el mercado (lo cual no nos parece correcto que suceda), nos van a criticar por el uso de algunas prendas de vestir o por actitudes que tengamos (ya lo hacen).
Me quedó la espinita luego de esa conversación, así que me metí en la web y di con un artículo en el que hacen referencia a una entrevista a Hortensia Moreno, académica del Centro de Investigación y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Allí citan varias observaciones que hizo el especialista sobre la palabra “señora”, indicando que tiene tres connotaciones en la sociedad y que son detestables para nosotros:
- La sexualidad: relacionada con la pérdida de la virginidad.
- Estado civil: Otorgando a las mujeres un espacio dentro de la familia y enfatizando su relación con los hombres.
- La edad.
Moreno afirma que todo se asocia a la imagen, a nuestros cuerpos, a cómo lucimos, a cómo somos valoradas y representadas dentro de la sociedad.
“Se trata de una producción de estereotipos de género, sexualidad y edad. En el momento en que le dicen señora a una mujer, significa la pérdida de su valor en el mercado, su sexualidad y su atractivo para el sexo opuesto”, me espanté con esto.
Además, la RAE dice que la palabra “señora” se utiliza para denominar a personas (mujeres) casadas o viudas. También como un término de cortesía para dirigirse a una mujer cuyo nombre se desconoce.
¿Soy una señora?
Esa palabra en muchos sentidos podría tratarse de la degradación de las mujeres a partir de cierta edad, o porque somos madres y/o esposas. Desde esa época nos siembran temor a envejecer con dignidad. En otras palabras, nos aterra aceptar las canas, algunos “achaques”, las arrugas, entre otros cambios que experimentamos todas las personas a medida que vamos envejeciendo, como es normal y natural.
No acepto ser una “señora” según las acepciones que cité antes, pero sí me afirmo como mujer cuyo cuerpo cambia conforme a la edad. Es posible dejar de aterrarnos cada vez que cumplimos un año, y aferrarnos a quienes somos. Admirar a otras mujeres y ver en ellas un ejemplo de esa valoración del curso normal de la vida, es también reafirmarnos.
Si no te gustan las canas, píntalas, si te gustan, déjalas; ponte short, escote o traje de baño, si es lo que te agrada; sé la mujer bulliciosa, alegre, amistosa, que siempre ha sido; baila o roquea si es lo que quieres; adopta a todos los gatos que quieras; siembra todas las maticas que desees; ama con locura y/o disfruta tu sexualidad; estudia, escribe, enseña, educa, camina, corre, practica senderismo, ejercítate si te sientes cómoda así.
Te van a criticar por todo, vive la vida como la quieras y sé una mujer que se afirma.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz
ILUTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta