11/7/24. En la misma camioneta de pasajeros en la que viajé desde La Pastora hasta Colegio de Ingenieros me encontré a una pareja de roqueros. Como yo estaba perdida, me acompañaron hasta la puerta del sitio destinado para esta celebración.
En el trayecto, estas personas me contaron que estuvieron en el primer Festival de la Música Rock de Venezuela en 1970, rebautizado como Festival de las Flores, porque los más de doce mil asistentes, entregaron una flor como entrada simbólica al evento que se realizó en el entonces parque del Este, ahora conocido como parque Generalísimo Francisco de Miranda.
“Unos precursores del ejército de roqueros”, les dijeron. La mujer y el hombre, tomados de la mano, sonrieron. La señora Adela y el señor Jorge, cuya energía roquera es la misma 54 años después, me respondieron “aún queda mucho rock por hacer”, algo que es posible desde el movimiento del Rock Nacional.
Con esas afirmaciones y convencida de que la juventud roquera del país debe mantenerse firme, ingresé a la sala Juana Sojo, luego de que los organismos de seguridad hicieran el respectivo chequeo a mi bolso (cosa que considero necesaria). Ya instalada en las butacas, observé la disposición de los instrumentos que, sobre el escenario, ya hablaban de la emoción que surgiría de acordes, riffs y solos de guitarras, durante toda la tarde.
Pocos minutos después, Ennio Di Marcantonio, vicepresidente de Corazón Rockero, en esa atmósfera que recibiría a las estrellas del rock y metal venezolano, inauguró la cuarta edición del Festival de las Flores. Hizo un repaso por la historia de los festivales más grandes del género en Venezuela. También recalcó el compromiso de los fundadores del Rock Nacional con los pueblos vulnerables del mundo y contra la guerra, acciones que quedaron representadas e inmortalizadas en sus canciones.
Tras una lluvia de aplausos que resonó desde el público, Daniel Siugza, presentador oficial de los eventos de Corazón Rockero, hizo presencia reivindicando la actuación de las personas que, con más de cuarenta años de carrera artística, continúa con ese compromiso.
“Vale la pena dedicar la vida a este movimiento”, dijo Siugza, contando su experiencia en aquel Festival de las Flores que hace más de cinco décadas se las cantó al imperialismo. Sin embargo, debido a su carácter antiimperialista, la policía del gobierno de turno no dejó continuar el evento. Reprimió fuertemente a las y los jóvenes roqueros de la época. Esos mismos, que hoy sí pueden denunciar una a una las atrocidades del imperialismo y disfrutar de conciertos sin ser descalificados.
“Millas de anécdotas”, reiteró el roquero oriundo de Uruguay, agregando que durante las décadas de los setenta, ochenta y noventa satanizaron al movimiento. Continuó dejándoles una reflexión a los más chamos, haciendo hincapié en las libertades ganadas por el movimiento roquero en el país.
“Valió la pena. Este año tenemos rock and roll para rato”. Una frase que me inspiró al titular este cuento que les estoy echando.
Amor y solidaridad en un solo corazón
Corazón Rockero se encargó de reunir a todos y cada una de las estrellas del rock y metal venezolano que pondrían a vibrar toda la sala. Y así fue, la casa llena, entre luces y con la energía de la maestra hippie de Venezuela, Leonor Fuguet, comenzó la fiesta.
La maestra hippie de Venezuela, destinó su presentación a hablarnos con voz sublime sobre el amor a la Pachamama. La solidaridad como un llamado a la vida, la tierra como una mujer inmensa que sigue y seguirá creando, girando, y que debemos proteger. Pasando por el canto a las mujeres que gritamos: “Soy soberana de mi cuerpo, tierra libre e inviolable”.
Cada participante nos puso a roquear ya revivir recuerdos que se convierten en piezas de la historia del rock venezolano. Power Age 2.0, con Paul Gillman al micrófono, evocó parte de esos recuerdos con canciones como “Rock Nacional” o “Libertad”, siento esta última una dura crítica al recluta, una política que hasta los noventa se aplicaba contra los jóvenes, incluidos los roqueros.
“Valió la pena. Este año tenemos rock and roll para rato”
La cuarta edición del Festival de las Flores cerró con broche de oro en la voz de Kasino y por fin, el encuentro histórico que se dio sobre el escenario con Sky's White Meditation.
Este acontecimiento me permitió no sólo llevarme una experiencia que se suma a mi agenda de recuerdos, también fue el espacio para conversar con personas que formaban parte del público. Es el caso del señor José Francisco Gil, un cultor de 76 años, residente de San Antonio de los Altos, quien me contó que varios de los artistas que hicieron acto de presencia en el escenario, son vecinos suyos. A la juventud roquera le dedicó sus palabras mostrando su satisfacción porque “han continuado el legado”. “Surgen y siguen surgiendo muchos exponentes del rock”, finalizó Gil, un fiel seguidor del género en el país.
Entretanto, Nicky Díaz, uno de los asistentes, agradeció al presidente de la Fundación Corazón Rockero, Paul Gillman, por impulsar estos espacios para reunir a todos los apasionados del rock.
Mi recorrido por la Casa del Artista fue grato, ya que en ese espacio me encontré con Leonor Fuguet luego de su presentación. La maestra hippie durante nuestra conversación resaltó el papel de las mujeres en el movimiento roquero.
“Cuando me toca estar con mujeres roqueras, lo que puedo ver es la dignidad de la mujer que reivindica su ser mujer, como lo dije hoy, con M mayúscula”. También exigió respeto para todos quienes escogemos este estilo de vida, además, por el hecho de ser mujeres.