27/09/24. ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Si perseguimos nuestros pedazos podremos encontrarnos? Hace unas décadas estaba bien visto reivindicar la hispanidad y sobre eso se escribían infinitas páginas. Incluso algunas como las de Briceño Iragorry encontraban en ese pensamiento una reivindicación frente a las tendencias que querían someternos a una cultura estadounidense de periferia. Otros, como Uslar Pietri, lanzaban proclamas para enaltecer a España en columnas que les publicaba El País.
Toda colonización es un proceso extremadamente violento porque juega mucho con la identidad y el tiempo. El que es usted pasa a ser “soy otra cosa”, algo que tiene una gota de lo que lo colonizó pero no lo es.
Hoy en día, andamos en otra búsqueda. Nos late el negro y el indio. Hablamos de que todo ha de ser descolonial pero esos pedazos tampoco son exactamente nosotros. No plenamente. Falta el mezclado en las dosis que le haya tocado a usted y puede, por ejemplo, que usted de negro no tenga nada o casi nada. Desde las repúblicas latinoamericanas podemos irnos inventando una identidad que nos sirva. Lo mismo un argentino puede reivindicar que su origen es un barco y que nosotros, tenemos este guaguancó de una mezcla multicolor.
Toda colonización es un proceso extremadamente violento porque juega mucho con la identidad y el tiempo. El que es usted pasa a ser “soy otra cosa”, algo que tiene una gota de lo que lo colonizó pero no lo es. Y, aunque no hay manera de dudar de la importancia de la Independencia en lo cultural no es un corte seco. El pasado quedará borroso, antes de Colón pues como que no había América. Al futuro le costará sanar y siempre tendrá restos en el habla, en el hacer, en las leyes y en la cocina de la colonia que fue.
Pero qué pasa con aquellos territorios, grandes o pequeños, ricos o pobres, que aún no han obtenido la Independencia. Espacios donde la vida tiene las características de la naturaleza, de pueblos poco desarrollados, propios de mezclas de distintos pueblos al calor de la humillación y de la explotación, pero el centro está en una metrópolis lejana que no siempre recuerda que existes.
Una búsqueda tan profunda y compleja fue la de Maryse Conde, guadalupeña con papeles franceses que cuando llega al país cuya historia le han contado, que le han dicho que es el suyo, este no la reconoce por su negritud. Tampoco se parece aquella geografía gris a los marrones y resplandores de color de las Antillas. Su búsqueda comienza y la lleva a África, casa de su color, con sus tomentos y martirios que no son los que ella, caribeña, francesa y negra, lleva dentro.
¿Es nuestra abuela nuestra verdadera identidad? ¿Qué pasa con la memoria, la razón, la voz y el color, de aquella abuela pobre y campesina cuyos hijos se fueron a la ciudad, al apartamento y a la empresa, seguramente, hoy los nietos al extranjero, al iphone y al uber? Lo de la abuela era una de las cosas que pensó Maryse y que parece mucho más que un pensamiento sobre su propia experiencia.
Aunque no completa, parte de la obra de Conde está disponible en línea y en español. Descubrir a esta mujer, conocida y celebrada en muchas partes del mundo, puede acercarnos a nuestras propias búsquedas sobre quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta