27/09/2024. Entrevista republicada en homenaje post mortem por el sensible fallecimiento de nuestro entrañable cronista de Catia, quien escribía en nuestra revista sus crónicas tituladas Laguna de Babel. Francisco Aguana, siempre vivirá en nuestra lucha por una Caracas más humana y digna para los caraqueños y caraqueñas.
04/07/2023. “Llano, transparente y honesto, Francisco Aguana es Caracas diseccionada desde sus ojos exorbitados, a disposición de la curiosidad infantil de un niño mayor que camina despacio y articula como maestro de escuela, que se instala frente a un computador, escribe, hace siesta sentada, corrige, fuma, sigue escribiendo, y no para hasta conseguir eso luminoso que hacen los exegetas del placer: una obra maestra textual”. Así es nuestro personaje, al menos así lo describimos en el prólogo de su libro digital Buenas, malas, feas y sabrosas palabras que fue presentado en noviembre pasado durante la Feria Internacional del Libro 2022.
Queremos ser jóvenes otra vez, estar sanos, sentirnos potentes, irreverentes. Empezar de nuevo. Quisiera regresar a mi infancia, no para volver a ser niño sino para volver a ser feliz.
Si bien es Caracas, sobre todo es Catia. Ahí lo tropezamos, una, dos, tres veces, para deambular sus enmarañadas calles de la nostalgia, a las que le canta con devoción de místico, que conoce cada tramo, cada pasadizo, prácticamente cada anécdota de una microhistoria que no por micro es menos épica. La de sus alegrías y sus tormentos. “Ese Aguana que nos ha sembrado a Catia en el corazón, tierra chica y epicentro de su epopeya personal, desborda las fronteras imaginarias de la parroquia y absorbe con insolencia de taxidermista el tejido de la ciudad toda en su decir, esta Babel de cabilla y Concreto que pocos elegidos pueden describir con su elegancia, sin pecar de academicista ni de deslenguado. Más bien, lleno de asombros".
Nos sorprende su habilidad de articulista. Su oficio de arqueólogo de la palabra y de los recuerdos. Su movilidad en las resbaladizas pistas de la memoria. Varios honores nos hace Francisco Aguana: uno es compartir con nosotros, de vez en cuando, una silla de número de la academia de los cronistas guataqueros que redactan desde una sala de un edificio de la esquina de Gradillas, la redacción de esta revista; y el otro es la promesa, cada vez más postrera, de que al partir de este mundo, me legará sus manuscritos inéditos como un mensaje en una botella sin destino, que yo sabré (dice él) llevar a buen puerto.
¿Por qué escribes?
Es una afición que tengo desde pequeño. Con el tiempo descubrí que puedo crear y vaciar sobre las hojas blancas las historias que imagino y que antes perdía por no hacerlo.
¿No sientes que la memoria te traiciona, que le gana los sentimientos?
A veces confundo los tiempos en que sucedieron las cosas, pero no compiten los recuerdos con los sentimientos.
“Aguana no permite que eso pase y alardeando de una memoria indestructible, aguzando la mirada y atesorando viejos y nuevos usos del lenguaje, nos narra con su particular estilo cómo es que se trafica con la palabra en la ciudad, de qué manera se truquea en las camioneticas o el Metro, cuándo es útil para enamorar o hacer una gracia, diciéndolo además con la naturalidad de las esquinas, sin juegos de artificio, prejuicios ni oropel”. Así lo dejamos por sentado la introducción de su libro, descargable desde los archivos digitales de la Fundación Ciudad Ccs a través de la dirección: https://ciudadccs.info/
A veces confundo los tiempos en que sucedieron las cosas, pero no compiten los recuerdos con los sentimientos.
¿Te sientes memorioso, fabulador o nostálgico?
Me parece que tengo de las tres cosas. Creo poseer buena memoria para acordarme de detalles o dónde corroborarlos. Me gusta también inventar historias: a los doce años escribí una novela autobiográfica y a los dieciséis otra impregnada del realismo mágico en boga con García Márquez y el boom latinoamericano.
¿O lo tuyo es puro realismo mágico?
Por allá por los setenta estaba fascinado por la narrativa latinoamericana del momento.
Profesor jubilado, Francisco es licenciado en Educación, egresado del Centro de Experimentación para el Aprendizaje Permanente de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (Cepap-Unesr), además de participar en el doctorado de Arte y Cultura Latinoamericana y del Caribe del Instituto Pedagógico de Caracas y estudiar teatro entre Valencia y Caracas. Formó parte de una portentosa legión de egresados de los talleres de cronistas comunales del maestro Antonio Trujillo; ha incursionado en las artes visuales ofreciendo talleres de fotografía y cine con niños y adolescentes, al igual que cursos de grabado en los talleres de la Unesr-Caricuao, y cursos de televisión en TV Caricuao.
¿Caracas es más dolor que alegría?
Es una ciudad que oscila entre ambos sentimientos y entre la rabia, la impotencia y el asombro. En definitiva, como toda mujer, tiene la capacidad de provocar esa gama de sentimientos.
Es una ciudad que oscila entre ambos sentimientos y entre la rabia, la impotencia y el asombro. En definitiva, como toda mujer, tiene la capacidad de provocar esa gama de sentimientos.
“¿Caracas es una ciudad para querer?” le consultamos alguna vez transitando desde la plaza Pérez Bonalde hasta la calle Colombia, en Catia. “Para mí sí. Por lo menos aquí podemos situarnos para vivir en medio de dos extremos: por un lado la parte cálida, cariñosa, nostálgica de la ciudad, y la otra parte que es la de la hostilidad, la contrariedad y la agresión. Los seres humanos somos una mezcla de todas las emociones y eso se refleja en la convivencia que a veces se hace difícil”. “¿Qué destaca del ser caraqueño?” Le insistimos. “La grandilocuencia en todo sentido, hasta en nuestros gestos. A veces caemos en terrenos sociológicos y sacamos un conjunto de definiciones que no revelan el sentir de la gente, pero por ejemplo aquí tienes un entorno muy bullicioso, donde te encuentras al borrachito, al predicador, al pregonero que vende mercancía, a la gente buena, al bachaquero, la complicidad del funcionario que se hace el loco. Vivimos en una celebración permanente pese a las circunstancias que nos han tocado vivir”.
¿Es verdad que el pasado fue mejor?
No todo: sólo algunos momentos que sumados hacen la felicidad. Lo que creo es que siempre andamos buscando el regreso. Queremos ser jóvenes otra vez, estar sanos, sentirnos potentes, irreverentes. Empezar de nuevo. Quisiera regresar a mi infancia, no para volver a ser niño sino para volver a ser feliz.
¿Qué traerías de regreso del vano ayer y lo impondrías a este presente?
Las maneras sencillas de vivir: no más conformistas pero menos complicadas innecesariamente. Hoy se vive con un exceso de angustia existencial, demasiadas dudas.
Del presente, ¿qué crees que habrá que contar en el futuro?
En el caso de nuestro país todo lo que hemos sido capaces de resistir, de ensayar y de inventar.
¿Y alguien te creerá?
Si está bien contado y si además intervienen las millas de voces testigo, sí.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
FOTOGRAFÍAS BERNARDO SUÁREZ • @bsuarezfoto / ALEXIS DENIZ • @denizfotografia