16/03/2023. Setenta matas de tomate, ocho de pepino, sesenta y siete de ají dulce, además de cebollín, cilantro, plantas ornamentales y medicinales, adornan como un tapiz diáfano la azotea del grisáceo edificio de Gradillas donde funciona el diario Ciudad Caracas, en pleno centro de la capital. Petra Millán, su encargada, agrega que además en dicho espacio se está preparando compost y recolectando semillas de cada uno de los rubros que se almacenan en el organopónico Carlos Lanz, donde actualmente laboran siete personas, cuatro días a la semana, desde bien temprano en la mañana hasta que el sol lo permite más allá del mediodía.
Al otro extremo de la urbe, hacia Petare, el fotógrafo Enrique Hernández se enorgullece de sus tomates cherry, sus enormes mangos de hilacha, el romero fresquito, el culantro, y el cebollín que con pasión recoge con sus propias manos, cosecha a cosecha, para preparar los desayunos de la familia o para aderezar los menjurjes caseros que luego distribuye a través de su propio emprendimiento de comida sana y bebidas espirituosas.
Un poco más allá, hacia la azotea de una vivienda que se interna en la espesura del barrio, en el corazón del sector José Félix Ribas, Nelson Pérez se dedica a engordar conejos que a la larga distribuye entre criadores y comensales.
Todos atendieron el mensaje de un visionario. Hugo Chávez, un buen día instó al pueblo a producir desde su casa, en la ciudad, y comenzó a hablar de siembra urbana y de gallineros verticales. Poco a poco se fortaleció como política de Estado con el rescate de la cultura del agro en las urbes, la promoción de patios y balcones productivos, microparcelas en los sectores populares, gracias, en gran medida, al asesoramiento y seguimiento ejercido desde el Ministerio de Agricultura Urbana, pero también a la irrupción espontánea del pueblo entusiasta por las frutas, verduras y hortalizas que pueden cosechar, y las razas animales que logran criar con sus propias manos a baja escala, acto de resistencia alimenticia y soberana que sirve para incrementar la oferta de alimentos, combatir la pobreza, recuperar espacios y mitigar la contaminación.
Aunque en nuestro país se trata de un acto político, una declaración de principios avalada por el Plan de la Patria que llama a salvar la vida en el planeta y a confrontar la embestida de las sanciones económicas, el concepto de techos o azoteas verdes no es nuevo. Es parte de una red de acciones ecológicas individuales esenciales en la protección del medio ambiente, mediante el uso de instalaciones urbanas como edificios y hogares en ciudades de todo el mundo donde hectáreas de potenciales espacios verdes se extinguen.
En Alemania, a mediados de los años sesenta del siglo pasado, se comenzó a implementar la modalidad de los techos o azoteas verdes, ya que se comprobó que los edificios tradicionales absorbían la radiación solar y después la emitían en forma de calor, haciendo que las ciudades tuviesen temperaturas por lo menos 4°C más altas que las zonas circundantes. De allí se multiplicó al resto de Europa y hoy se estila como un sistema de diálogo animoso en la cultura urbana. En nuestro país el máximo exponente fue el maestro y genio Fruto Vivas, artífice de una idea que fue un poco más allá: los edificios verdes, propuesta que elevó ante el Órgano Superior del Sistema Nacional de Vivienda y Hábitat (OSNVH) número 27, el día miércoles 31 de julio de 2019 en la sede del Ministerio del Poder Popular para Hábitat y Vivienda (Minhvi). Quién sabe cuál sería el destino de su iniciativa.
Todos atendieron el mensaje de un visionario. Hugo Chávez, un buen día instó al pueblo a producir desde su casa, en la ciudad, y comenzó a hablar de siembra urbana y de gallineros verticales.
El organopónico Carlos Lanz: un milagro
Se trata de un espacio de 750 metros cuadrados aproximadamente, ubicado en la terraza del piso 3 del edificio Gradillas, justo al lado de la plaza Bolívar, sede del semanario Ciudad Caracas y la revista Épale Caracas, adscritas a la Fundación para la Comunicación Popular CCs de la alcaldía del municipio Libertador.
Su historia comienza en 2018 cuando las sanciones económicas extranjeras dificultaron el acceso al papel y la consiguiente impresión del periódico que por entonces era diario. Nebrasca Urquiola, trabajadora de la Fundación, ideó un plan para que los veinte pregoneros que distribuían el periódico gratuito a las afueras de las estaciones del Metro de Caracas no se quedaran sin trabajo. Se comunicó con la Fundación de Capacitación e innovación para apoyar la revolución agraria (CIARA) a fin de iniciar unos cursos de capacitación, y para mediados de ese mismo año Yenny Manzanilla, especialista en desarrollo agropecuario de la Dirección de agricultura familiar de CIARA, arrancó con las modalidades de formación y organización del espacio.
El 17 de junio de 2018 se efectuó el primer encuentro y seguidamente se activaron jornadas didácticas: plan de iniciación a la agricultura urbana, de qué se trata, cómo se desarrolla, cuáles son las modalidades que se usan en los espacios que se encuentran en la Gran Caracas, especies a sembrar, etcétera. La siguiente semana se desarrolló el taller de elaboración de mesas organopónicas y comenzó la adecuación del lugar. Se le asignó a los antiguos pregoneros la búsqueda de paletas, plásticos y clavos, ya que las situación económica del país dificultaba las donaciones. Petra Millán, desde una unidad de producción en Antímano que ha recibido aportes de la gran Misión AgroVenezuela, donó algunas mesas organopónicas y CIARA ofreció otro taller, esta vez de cortes de cauchos para establecer siembras. Finalmente se inició la producción a partir de la construcción de unas sesenta mesas, donde comenzaron a sembrar melón, parchita, lechuga, acelgas, cilantro, cebollín, ajo chino, espinaca, pimentón, pepino, tomate, y todo tipo de hortalizas, insumos destinados al comedor de la Fundación para la Comunicación Popular que queda en el mismo edificio de Gradillas.
Luego de una prologada pausa a raíz de la pandemia, el organopónico lucha por mantenerse a flote desde su cortina verde a un lado de la Catedral de Caracas, ejemplo de que la siembra está en manos de todos, y que sí es posible con la bendición de la naturaleza, el empeño comunitario, y la vocación socialista del gobierno bolivariano que mantiene su apoyo logístico y educativo en el trazado de la red urbana que produce alimentos para la población.
Enrique, miliciano de la siembra
Enrique Hernández, fotoperiodista, es hijo de un ingeniero agrónomo quien le sembró interés por el cuidado de las plantas cuando aún era un muchacho. Eso fue en la urbanización El Rosario de Los Teques, que por aquel entonces era un “peladero de chivo” y que hoy es un ostentoso bosque natural gracias al empeño de su padre.
En su actual vivienda de la urbanización Las Antiguas, en Palo Verde, produce casi todos los aliños que amerita para aderezar las comidas de un núcleo familiar de cuatro personas, plantas para curar males del cuerpo, frutos para endulzar las meriendas, y especies para engalanar bebidas, picantes, almíbares y mermeladas que distribuye a modo de emprendimiento familiar. Siembra orégano orejón, llantén, toronjil, malojillo, “acetaminofén”, cebollín, albahaca, tomate cherry y perita, pimentón, ají “putico” y guajillo, menta. Además, en inmensos pipotes reciclados produce su propio compost a partir del material orgánico que encuentra a su alrededor.
Afirma que se ahorra suficiente dinero en la compra de vegetales sembrando en casa, y reutilizando material de reciclaje para armar los porrones, las camas de tierra y el compostero. Sobre todo cuando se disparan los precios de algunos productos como el tomate, pimentón y cebollín, por ejemplo. “Cinco, diez maticas que tengas en tu casa, te dan más de un kilo y con eso vas resolviendo sobre la marcha”
Aunque en nuestro país se trata de un acto político, una declaración de principios avalada por el Plan de la Patria que llama a salvar la vida en el planeta y a confrontar la embestida de las sanciones económicas, el concepto de techos o azoteas verdes no es nuevo...
Enrique además es miliciano y militante a tiempo completo, y se dejó seducir por el presidente Hugo Chávez desde la primera vez que lo escuchó decir que había llegado el momento de sembrar al país desde la ciudad, desde el terreno de al lado, desde el hogar.
Los conejos de Nelson
Nelson Pérez reaccionó en febrero del 2021 pero en el sector José Félix Ribas de Petare. Cuando sintió que se habrían las compuertas de la producción autosostenible desde el propio hogar, encaminó su destino a generar el sustento en el ramo pecuario a través de la cunicultura. Se lo escuchó en 2018 a Freddy Bernal cuando llamó a hacerle frente al bloqueo generando nuestro propio consumo alimentario. “La agricultura urbana es fundamental en la lucha contra el desabastecimiento implantado por la Guerra no Convencional; por ello, ofrezco mi máximo apoyo a la juventud venezolana, para trabajar implacablemente por el reforzamiento de la segunda línea de acción del presidente” dijo en un tuit que Pérez sintió para sí.
No vive de lo que produce, pero sirve de ayuda para comprar lo que sostiene su emprendimiento compuesto por distintas razas de conejos de alto rango, como chinchilla, holandés y californiana. El corral, instalado en la azotea de la vivienda de sus padres, fue perfilado a puro pulmón, donde están las especies que sirven para la reproducción que genera lo que llaman “gazapos”, las crías que se venden a partir del primer mes de vida cuando ya se pueden comercializar tanto de mascotas como para algunos restaurantes que se especializan en esta carne, poco usada en Venezuela pero muy común en la dieta de residentes españoles, portugueses e italianos.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia / MAIRELYS GONZÁLEZ • @mairelyscg27