19/01/2023. Algo raro comenzó a crujir hace dos años, aproximadamente. Alguna lógica proscrita empezó a regir e hizo trinchera en uno de los cosos culturales más esperpénticos de Caracas, que de pronto se hizo visible como por arte de magia, obligando a los caraqueños a voltear hacia la avenida México en el corazón de la ciudad. Era la Galería de Arte Nacional que como un elefante que despierta, estremeció la tierra en su esfuerzo por levantarse.
El elefante (la GAN “nueva”) ya estaba ahí desde 2006, cuando la nueva sede de la estructura diseñada por el arquitecto Carlos Gómez de Llarena se abrió en una primera etapa a menos de seiscientos metros de su sede original de Bellas Artes, y el 25 de abril de 2009 fue inaugurada oficialmente para completar un circuito museístico que se extiende desde Los Caobos hasta pocos metros del Nuevo Circo en la avenida Bolívar. Pero la galería viva, de puertas abiertas y mirada hacia ese corredor anímico de la urbe que es San Agustín del Sur, Parque Central, La Candelaria y San Bernardino, y su desmesura de niños virtuosos, jóvenes iluminados y abuelos con ataques de genialidad, se despertó apenas ayer.
Realmente no es un elefante sino un dragón de tres cabezas. Treinta mil metros cuadrados de cabilla y concreto superpuestos en tres volúmenes horizontales que nadie puede identificar con nada que no sea una cicatriz grisácea entre los tótems de la avenida Bolívar y la escultura que agasaja a Benito Juárez, presidente mexicano que gobernó como prohombre del derecho y la justicia entre 1858 y 1872. Puede que huela a orines en su acceso principal, pero se abre como un caleidoscopio conmovedor que alberga en su interior, entre otras cosas, la colección más importante de arte venezolano en el museo más grande del país, además de los fantasmas de tres niños que corretean entre sus pasillos.
Lo de los fantasmas podemos hablarlo en otra crónica, pero Clemente Martínez, director general del museo, se estremece cuando los nombra. No son ellos los que han torcido el rumbo de su gestión, pero son un bastión ectoplasmático de esa mirada decolonial con la que intenta llevar el barco sin que gobiernen los pruritos de la pinacoteca arrogante y excluyente, que se eleva por encima de los simples mortales para quedar dispuesta como panteón de semidioses.
Clemente mueve los hilos de la Fundación Museos Nacionales desde hace cuatro años y de la GAN desde hace dos. Hijo legítimo de la resistencia a las guarimbas, los apagones y la pandemia, no es difícil comprender la aspereza de su epidermis tras ese esfuerzo desafiante por juntar al arte con el pueblo, como un mantra que para algunos sonará chaborro, y para otros, como un ejercicio genuino de inserción.
Fascinan las estadísticas: la infraestructura de la GAN está terminada en un 80%, con el muestrario de las obras más importantes de la plástica del país. Exhibe, si acaso, el 20% de su enorme catálogo, mientras que el otro 80% se mantiene reservado en las dos inmensas bóvedas (una en los sótanos de la galería, otra en el Museo de Bellas Artes) que contienen la historia de la pintura, el dibujo y la escultura venezolana desde el período clásico (siglo XVII) hasta la actualidad. Lo visitan más mujeres que hombres y más jóvenes que adultos y niños. Solo en la edición de la Filven pasada que alojó en sus espacios, logró registrar la circulación de casi seiscientos mil visitantes, una cifra récord para cualquier museo del país.
“Hemos roto algunos paradigmas dentro de los museos: obras en los espacios abiertos y públicos, oportunidad a los creadores nóveles así como el reconocimiento a las propuestas artísticas de las regiones, visibilizando a esos grandes maestros que tenemos olvidados y han hecho grandes aportes a las artes venezolanas. Hay una oportunidad abierta para los chamos que todavía no han terminado su carrera o tienen cierta inclinación por las artes plásticas, y abrimos una sección infantil, que no se trata del dibujo que hacen en la escuela, sino reconocer desde temprana edad la destreza que tiene el chamo para las artes. Además los talleres que hace el área de educación y el acercamiento a la comunidad”.
Exhibe, si acaso, el 20% de su enorme catálogo, mientras que el otro 80% se mantiene reservado
EL OBRERO
Parte de su estrategia consiste en organizar exposiciones recurrentes en el segundo nivel de su cuerpo central, donde los artistas no solo tienen la oportunidad de exhibir sus obras sino que distribuyen a lo largo del tiempo en que se extienda la muestra una agenda de conversatorios y encuentros con el público para dialogar y polemizar, escuchar música, tomar café o dejarse seducir por las musas.
Imagen, alma y tiempo, con cuatro meses en exhibición, es la muestra que el artista plástico, comunicador y ex viceministro de cultura Oscar Sotillo mantiene en el piso dos de la galería. “Creo que en el marco de la revolución bolivariana, los museos se han abocado a abrir los espacios. Pasan de una visión elitista, secretista, encumbrada, a una gestión que intenta ser abierta, horizontal, de puertas abiertas, en términos no solamente de lo arquitectónico sino del conocimiento y la participación. Luego aparece este elemento que es la pandemia, clave para entender lo que está sucediendo, y en un punto pospandémico se hace un gran énfasis en que los museos tengan un alto nivel de visitas y apertura real al tema de las escuelas, centros educativos, vecindades, estructuras políticas organizadas, y con el gran acervo de colección que hay, se intenta conquistar los espacios” asevera Oscar.
En su primer nivel, sobre una plataforma de dos mil quinientos metros cuadrados iluminados por una luz tenue casi espectral, las colecciones rotativas de más de seis mil obras de los grandes artistas venezolanos: Tito Salas, Martín Tovar y Tovar, Juan Lovera, Alejandro Otero, Armando Reverón, Jacobo Borges, quienes parecen dirigir halos de luz hacia el foco más emblemático del pensamiento artístico venezolano: el cuadro Miranda en la Carraca de Arturo Michelena, la pieza más visitada, admirada y fotografiada de toda la GAN.
Zacarías García, artista plástico, fotógrafo, docente, investigador y presidente del Museo de Bellas Artes reconoce una clave: la GAN ha logrado regularizar la programación del arte nacional, mientras hay varias generaciones de artistas que están a la espera de que su trabajo sea reconocido y divulgado. En cuanto a Clemente, advierte los detalles de su mística: “Es un obrero, muy trabajador, si tiene que empujar, colgar, hace de todo, y yo creo que eso es un poco lo que ha logrado que la GAN arranque ya que él mismo es muy empeñoso, y eso se celebra”.
ARTE PLURAL
Para Clemente (museólogo de profesión) no es descabellado pensar en la presencia de los museos como institución a pesar de la modernidad y su avasallamiento tecnológico. La idea es adaptarse a los tiempos, apunta, y en ese sentido la alianza con la comunidad vibrante de San Agustín del Sur ha sido esencial para dinamizar la relación con el entorno a través de la música, por ejemplo. La promoción de nuevos valores, el uso de la infraestructura para actividades no convencionales como recitales de poesía, la 18a Feria Internacional del Libro, el uso de los locales internos para generar ingresos propios como las instalaciones del Bicicafé y el alojamiento de las colecciones en el territorio virtual, también ayudan.
“Hay que destacar lo importante que pudiera ser que la Galería de Arte Nacional contara con sedes en las regiones donde hubiera una circulación permanente de esas colecciones y donde los de occidente vieran a los de oriente, los de Nueva Esparta a los del llano, donde se diera ese intercambio que yo creo nutriría a esas nuevas generaciones que se están formando en una disciplina como las artes plásticas, que pareciera una de las más divulgadas pero es una de las menos comprendidas” exhorta Zacarías.
Entre los planes para este 2023, la GAN prevé organizar una gran exposición en torno a los premios nacionales de artes plásticas, la realización nuevamente de la Filven, así como la celebración de dos centenarios esenciales para la historia de la cultura venezolana: la de los maestros Carlos Cruz Diez y Jesús Soto, por lo que se van a utilizar las obras que integran la colección de la Fundación Museos Nacionales para el disfrute del país plural, cultural y abierto que somos.
POR MARLON ZAMBRANO • @marlonZambrano
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia