29/11/24. Tal vez Estados Unidos es la muestra más fehaciente de que la democracia pudiera ser una leyenda urbana. Se trata de un país que practica la democracia representativa, y de los casi 335 millones de habitantes (según la Oficina del Censo de los Estados Unidos), sólo una minoría simbólica es la que determina quién será la persona responsable de administrarles la taguara en los próximos cuatro años. En EE.UU., el presidente no se elige por voto popular directo. En este caso, existe un Colegio Electoral. Cristian Rojas, director de programa de la carrera de Ciencias Políticas, expone que: “El presidente de EE.UU. no se elige por millones de votos, sino por 270 votos, mínimo. Debido a que el Colegio Electoral tiene 538 miembros, quien obtiene la mitad más uno de esta cifra es quien gana la Casa Blanca”. Se dice que cuando ganó Bush hijo contra Al Gore, el chanchullo fue tan cínico que aún con pruebas de fraude ascendió al poder sin problemas.
Tener más o menos consciencia del panorama que nos espera, es una ventaja que debe servirnos para seguir trabajando en la unión de nuestros pueblos y ayudar a mantener el espíritu en alto para defender nuestra soberanía y autonomía.
Freddy contra Jason
Este año, el mundo fue testigo nuevamente de la diatriba electoral entre los dos partidos más populares de gringolandia: los demócratas y los republicanos. En una esquina, tuvimos a la candidata Kamala Harris. La propuesta a simple vista se veía atractiva: una candidata mujer y afrodescendiente. En teoría, venía a traer aires de renovación e integración social.
En la otra esquina, quizás el epítome del espíritu del White Trash estadounidense con saco y corbata: el tristemente célebre Donald Trump. Un candidato que reincidió en las urnas a pesar de tener abierto un proceso penal en su contra por malversación de fondos. Curiosamente, este personaje se parece al muñeco Chucky: aterrador para unos, fascinante para otros. Para nadie, indiferente.
A pesar de que la contienda a simple vista se veía sencilla, la candidata republicana tenía un rabo de paja enorme que ensombreció su campaña. Tal parece que el apetito de sangre de doña Harris la habría puesto al frente de las mayores contiendas bélicas y ensañamiento en territorios tan vulnerables como Palestina, Líbano, Siria, Ucrania y otros destinos a quienes el Gran Hermano tiene el ojo montado, como nuestra amada tierra del Arauca vibrador. Por otra parte, la propuesta económica de Kamala Harris no se veía muy clara, y los estadounidenses al parecer estaban hartos de los desaciertos de don Joe Biden.
La desmoralización social de los estadounidenses por haber sido precarizada en extremo su calidad de vida desembocó en un fenómeno parecido a la Alemania de Hitler. La sociedad sin esperanzas y llena de grandes vicios sociales como la violencia y el racismo elevaron la popularidad de quien terminó electo como el presidente número 46 del único país del mundo que no tiene nombre.
No hay mal que por bien no venga
Estamos claros en que todas las alarmas se encendieron con el triunfo de Trump a la silla presidencial. Sin embargo, este tipo de súper villano podría ser menos peligroso que Harris. Él ya ha sido público, notorio y comunicacional en sus intenciones de seguir llenando al mundo de armas, bombas y dominación. Ya sabemos que nos esperan años de numerosas deportaciones en masa, de retrocesos en las luchas por los derechos humanos de las mujeres, las minorías y la comunidad LGTBIQ. Tener más o menos consciencia del panorama que nos espera, es una ventaja que debe servirnos para seguir trabajando en la unión de nuestros pueblos y ayudar a mantener el espíritu en alto para defender nuestra soberanía y autonomía.
Recordemos las palabras de Simón Bolívar: "Los Estados Unidos parecen estar destinados por la Providencia a causar miseria en América en nombre de la libertad". Haya ganado quien haya ganado, el mundo igual iba a perder. Dios bendiga a América.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ