28/11/24. Todo tiene su final. Nada dura para siempre. Mucho menos, en estos tiempos en los que la obsolescencia programada produce bombillos, autos, ropa, muebles, artefactos y relaciones desechables.
Duele cuando tomas la decisión de enfrentarte a la realidad: no necesariamente uno abandona por falta de amor o por cachos. A veces, retirarse es lo mejor para recuperar la salud mental
Cuando se termina una relación de pareja, sí se acaba el mundo. Se invierte tiempo, dedicación, sentimientos, piel y recuerdos en un proyecto de vida que caduca. El castillo de naipes que uno viene construyendo, se derrumba. Así que cuando uno le da el cheque de la liquidación al ser amado, o te dan cuarenta y pa' la cola, es inevitable la sensación de que una vida ha terminado: la vida que hiciste con esa pareja.
No importa la duración ni la intensidad que uno haya experimentado. Tampoco cuenta mucho si uno estaba o no muy enamorado. Siempre duele. Siempre, siempre, siempre. Así salga gente celebrando que se libró de un peso, que el tipo era un celópata, le olían los pies, se vestía mal, etcétera, etcétera, etcétera. Que uno sea quien termine, o que lo terminen a uno, tampoco es relevante. Si te botan, te sientes mal porque ya no te quieren. Y si cortas tú, te duele porque estás tirando por la borda un proyecto de vida, ya veces queda la duda de si uno hizo lo correcto.
Aunque la fecha de vencimiento es la regla, la verdad es que terminar una relación de pareja siempre será una pequeña hecatombe en la línea temporal de nuestro andar por el planeta.
Radiografía de un final
Sin embargo, no existe un sólo tipo de corte de patas. Existen variedades y diversidades de rupturas como canciones de despecho en la playlist del desamor. Hagamos un pequeño recuento de las formas más comunes para terminar.
Sentémonos un rato a conversar: Esta debería ser la forma clásica de abordar una ruptura sana, civilizada y sin gluten. Se cita a la víctima... al futuro ex, y en medio de un café (normalmente en horas de la tarde), se exponen las razones, causas, motivos o circunstancias que conducen al planteamiento de no continuar juntos barriga con barriga y cachete. con caché. Vale la pena acotar, que este tipo de citas suelen ser pequeñas emboscadas, ya que la célebre frase "Tenemos qué hablar", trae consigo la carta de despido. Por lo general, este tipo de finales suelen ser relativamente armónicos. Esto no quiere decir que la nueva expareja va a cordializar, pero al menos no se lanzarán maldiciones de manera mutua. Normalmente, estos finales son definitivos, pero sin violencia.
Mordisco, patá y kungfú: Aquí, la pareja viene acumulando una serie de desazones que desencadenan en un holocausto sentimental de insultos, inadecuados, llantos, gritos y borracheras. Los vecinos suelen ser quienes más disfrutan de estos espectáculos: especulan toda clase de tramas y subtramas y apuestan a que al cabo de un par de días, la pareja violenta se reconcilia. Por la naturaleza explosiva e impulsiva, estos finales suelen ser endebles. Muchas parejas se acostumbran a esta serie de dinámicas tóxicas, y reinciden una y otra vez. En el peor de los casos, hay mujeres (y algunos hombres), que lamentablemente no viven para contarla.
El último polvo: No entendemos porqué, pero hay parejas que deciden darse una despedida que recuerden toda la vida. Decidieron no seguir: tal vez, ya hasta encontraron un nuevo amor. Pero deseo cerrar el ciclo de manera apasionada y nostálgica. Este tipo de despedidas son muy peligrosas, ya que quien esté más enamorado/a va a sufrir horrores cuando se despidan para siempre.
Final feliz: El final amistoso es una leyenda urbana. Se trata de una ruptura aparentemente desde los niveles más elevados de la conciencia suprahumana, en la que prácticamente cantan canciones hippies chamánicas del tiempo que agota nuestro amor ("tú me hiciste feliz, y en mi adiós te deseo lo mejor"). Ojo pelao con estos finales: por lo general, terminan desencadenando en relaciones de amantes esporádicos, y el más enamorado de la relación busca desesperadamente reconquistar a su amor.
Game Over : La tecnología ha avanzado de manera tan galopante, que ya no hace falta tragar grueso para finiquitar un romance frente a frente. Si por las razones que eran, usted no puede (o no quiere) verle la cara más a su futuro ex, puede mandarle un mensaje por cualquiera de las redes sociales y aplicaciones disponibles y chau. Luego de eso, lo que se suele hacer es bloquear al elemento de toda su vida digital. Este es un final aséptico, pues no hay que volver a ver a la persona. Lo malo es que probablemente queden muchas cosas por decir, y por largo rato se sienta que no se cerró realmente. Pero créame: si le mandaron el mensajito de "Ya no más", ahí no hay más nada que hacer.
Oye Cucú, papá se fue: Mejor conocida hoy en día como "el fantasmeo". Por las razones que fuere, uno de los dos no quiere dar la cara y marca una estampida. No llama más, no aparece más, no asoma en los espacios en común. Uno puede hacer el esfuerzo de buscar a esa persona para que le diga qué pasó. Pero si al cabo de 72 horas su ser amado no aparece, considérese de nuevo soltero. Este tipo de ruptura es muy común en nuestros países tercermundistas: el marido de repente se cansa y se va del hogar sin dar explicaciones, dejando a mujer e hijos entendiendo.
El gallo pelón: Este es el final más enfermo: la historia sin fin. Parejas que terminan un viernes, y se reconcilian un lunes. Se van, vuelven una y otra vez. Muy probablemente hayan experimentado casi todos los finales expuestos anteriormente, pero irremediablemente vuelven. Pareciera que terminar les enciende el sentimiento para no aburrirse. Son relaciones de psiquiatra, porque no necesariamente al regresar recapacitan y maduran. Hay parejas que se mantienen así por muchos años. Mejor, ni se meta a opinar.
Recomenzar es obligatorio
Estos son apenas algunos tipos comunes de romper una relación. Como señalé previamente, todos duelen. Duele antes, cuando te empiezas a plantear retirarte (o cuando empiezas a sospechar que te están dejando de querer). Duele cuando tomas la decisión de enfrentarte a la realidad: no necesariamente uno abandona por falta de amor o por cachos. A veces, retirarse es lo mejor para recuperar la salud mental. Finalmente, duele horrores después: luego de un tiempo acostumbrados a querer a una persona, enfrentarnos al vacío nos abre un hueco en el pecho, y la melancolía nos acompañará un tiempo.
Es propicio el tiempo para escribir poesía, hacer arte y reencontrarnos con nuestras sombras. Es normal sentir nostalgia, culpa, confusión, rabia. Sin embargo, si abrazamos completamente este luto, el duelo de la pérdida amorosa es una oportunidad maravillosa para sanar, empezar a amarnos más a nosotros mismos, practicar el autoconocimiento, el autocuidado y crecer. En casos extremos, no está demás buscar ayuda terapéutica para no caer en obsesiones. Se recomienda practicar el contacto cero. En caso de no ser posible (por trabajar juntos, o haber hijos de por medio), es pertinente mantener el contacto al mínimo y sólo para lo que necesiten hablar. Por los clavos de Cristo: no stalkee a su ex. No aparezca por los predios de esa persona. Y si le hicieron pasar el mal momento de que le corten las patas (o tener que cortar), no piense en una reconciliación: el llegadodero es el remedio más doloroso a una relación que no está funcionando. Recuerda que tiene una dignidad que guarda por ti, y que esa sí lo va a acompañar por siempre, hasta que la muerte los separa.
Hay quienes deciden ponerse a coquetear ya salir con otras personas para mitigar la soledad. Cada quien es libre de elegir el método que mejor le sirva para seguir adelante sin hacerse daño. La idea es no cien de pena.
Todos morimos de amor, cuando un amor muere. La buena noticia, es que más temprano que tarde el manto espeso de la noche cobija el sol.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta