12/12/24. En los últimos años, se ha normalizado hablar de salud mental. Eso nos ha ayudado a entender que como alguien puede nacer con un corazón que medio trabaja, o, con una cabeza que casi siempre duele puede que la mente, que las neuronas también traigan lo suyo. Esto no tiene ninguna causa que justifique que la gente sienta vergüenza o que a las personas se les discrimine. Sin embargo, el trato de las personas con discapacidades mentales se ha caracterizado históricamente por el aislamiento y la crueldad.
Especialistas afirman que “hay una predisposición mayor a diagnosticar a las mujeres de depresión y/o ansiedad y a ser medicadas y sobremedicadas porque a menudo se patologizan sentimientos o situaciones que provocan malestar en la vida cotidiana de la mujer que se encuentra en desigualdad estructural ante el hombre...
No hablamos siquiera de situaciones que ocurren en ambientes muy precarios, donde las familias tienen poca información sobre qué hacer y a veces incluso aun menos medios, sino que las familias más reputadas sienten vergüenza de tener entre sus miembros personas que tienen alguna particularidad mental. Así fue, por ejemplo, la vida de Rosemary Kennedy, hermana de John F. Kennedy, condenada a ser escondida y casi negada, para que su existencia no afectase las aspiraciones de poder de su familia.
Rosemary era imperfecta, producto de un parto retenido, que se consideró responsable de su retraso mental leve que cursaba con importantes crisis de ira. Razones por las cuales a los veintitrés años le realizaron una lobotomía, una técnica en la que se tuvo fe en las primeras décadas del siglo XX, consistente en meter objetos para cortar o tocar el cerebro creyéndose que esto podría mejorar condiciones psiquiátricas. Cuentan que Joseph Patrick Kennedy, padre de Rosemary creyó que haciendo esto ella sería “mas normal” y acompañaría mejor la imagen pública de su hermano, que debía convertirse en un líder de los Estados Unidos.
La operación no pudo salir peor. Al despertar, la joven había perdido sus habilidades y tenía “la edad mental de un niño de dos años” y estaba totalmente discapacitada, no podía caminar, presentaba torpeza al hablar y tenía incontinencia. Desde allí, fue internada el resto de su vida e incluso pasaron muchos años antes que la madre le dijera a su familia cuál era la verdad. Dicen que el padre nunca la volvió a ver.
Hoy en día, la lobotomía es un asunto del pasado. Las promesas con las que se popularizó han sido descartadas y tanto la psiquiatria como la psicología siguen avanzando. Uno de los retos que tienen es precisamente los estereotipos de género, porque hay enfermedades mentales que se enmascaran en la visión de lo que se espera de las mujeres, y, generalmente se ha estudiado con más esmero el comportamiento masculino.
Especialistas afirman que “hay una predisposición mayor a diagnosticar a las mujeres de depresión y/o ansiedad y a ser medicadas y sobremedicadas porque a menudo se patologizan sentimientos o situaciones que provocan malestar en la vida cotidiana de la mujer que se encuentra en desigualdad estructural ante el hombre, y no por un problema individual en el cerebro de la mujer” como parece haber ocurrido en este caso, en el que las motivaciones para someter a semejante práctica a Rosemary era que su imagen fuese la correcta para que su hermano pudiera ser un macho alfa, perfecto para convertirse en presidente de los Estados Unidos.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta