donde esta ciudad,
instaura sus recurrentes contrasentidos
y establece su arbitraria lucidez.
Isaías Cañizalez Ángel
24/01/25. Con los buenos días exhalados de un vendedor que entra al bus en pleno movimiento, se despierta la ciudad, puedo preferir cualquier otra cosa excepto estar montado aquí, esperando que termine de llenarse el vehículo rumbo a mi lugar de trabajo. Sin embargo, no encuentro una mejor actividad a esta hora, seis y cuarenta y cinco de la mañana, que sacar el cuaderno, todavía en la parada, en esa frontera invisible entre el sueño y la realidad, entre una parroquia y otra, retomo estas líneas, prometidas apenas hace unos días, debo confesar que fueron otras, plasmadas en un cuaderno de tareas similares, quién sabe dónde estará, quién sabe por qué he debido iniciar de nuevo el recorrido.
Mi primera intención fue homenajear, tanto a la Caracas que recorrí literariamente, como a la que he vivido en carne propia durante varias décadas.
Recuerdo el eco, o al menos eso creo, de aquellas líneas, el sentido que aún, afortunadamente, hace vibrar estas manos sobre el grafito y, posteriormente, sobre el teclado. ¿De qué se trata? De la posibilidad de atravesar la ciudad tan física como espiritualmente, como diría el poeta, de esta misma urbe que es todo un orbe, multiplicidad, digamos más bien, de afectos, de miradas, de sentires, impulsos.
Atravesar sintiendo, a partir de la percepción y el auto-reconocimiento de las palabras que somos, que vamos siendo al ser plasmadas por esa otredad que de alguna manera realiza el nosotros que somos cuando enfrentamos, con sumo placer, los ciudadanos que somos en tanto dispuestos a ser habitados por ella.
Miradas y voces, voces y miradas conjugadas en una voz, la nuestra, que encuentro en quien es capaz de enseñarnos, un poco más de quien suscribe, la multiacentualidad de aquello que determina que una ciudad como Caracas sea lo que es.
Así, me encuentro con el yo escritural de una obra del reconocido joven escritor venezolano Isaías Cañizales Ángel (Boconó, 1973), titulada La ciudad conjurada, publicada por Fundarte (2024), la editorial por excelencia y tradición dedicada en su mayoría a los textos que cantan, piensan y sienten esta Caracas nuestra de todos los días.
En esta obra confirmo la simpatía, la jocosidad, la ironía, la lucidez y el carácter lúdico de quien es capaz de advertir las desigualdades geopolíticas, espaciales, de clase, implícitas en la profunda tensión dinámica característica de una ciudad caribeña tan neurálgica como solidaria, a pesar de los bemoles inherentes a toda configuración capitalista.
Se trata del más reciente libro publicado por el autor, que ya nos había sacudido con otras importantes obras como Kuaderno Palestino (2015), Las ruinas de la casa (2010), Profanaciones y derrotas (2008), y que ahora nos invita a reconocer parte de lo que ha despertado en él, –que ha nacido en un pueblo de la cordillera andina venezolana-, la capital del país.
El libro, sin intención de hacer espóiler, porque deseamos que usted amiga lectora, amigo lector, lea este maravilloso y entretenido poemario, se encuentra constituido, a saber, por una primera parte titulada: “De la memoria y los extravíos” donde encontramos veintinueve poemas sin títulos, sólo identificados cada uno con su respectivos números romanos. Y en una segunda parte que lleva por nombre: “Del sumario a la ciudad” –la mayoría son poemas en prosa, a diferencia de la primera, donde todos están en verso libre- el autor nos ofrece veinticinco poemas. En esta parte destacan como epígrafe inicial de todo el conjunto, los versos de la agrupación musical baluarte de una parte significativa de los ritmos de nuestra venezolanidad, Un solo pueblo:
Estirpe de viejos tiempos. / Nacida de Taraimana / Que defendieron al cetro / Con guaruras y macanas.
Es la ciudad que resiste, la ciudad de los ecos de los cantos de los hombres y mujeres que invitan al poeta a decirnos con la voz firme heredera de toda esa fortaleza que llamamos cultura propia, en el poema Estas avenidas dibujadas...:
Así es Caracas: El santo y seña de una hoguera donde se puede arder mientras se comparte cualquier desgracia, una botella de anís o alguna incierta alegría.
Y un poco más allá, en el poema Quizás no fue la noche…:
Una ciudad donde el azar y el infortunio son hermanos siameses, siempre tendrá, al filo de la sensatez, algún vestigio de bien lograda demencia.
Pero dejemos que sea el mismo autor, uno que forma parte, sin duda, del imaginario de esta ciudad letrada, como diría Ángel Rama, quien nos comente un poco…
¿Qué te motivó a escribir este libro?
Mi primera intención fue homenajear, tanto a la Caracas que recorrí literariamente, como a la que he vivido en carne propia durante varias décadas. En esta ciudad he caminado, especialmente por sus barrios, por esos espacios donde uno termina siendo un pequeño, un diminuto transeúnte. Gracias a mi recurrente forma de asumir la vida, ese tránsito siempre fue en silencio. Observando las avenidas, las calles y sobre todo, escuchando lo que las personas decían y dicen. Aquí en Caracas, tomó forma mi propósito de convertirme en profesor universitario, en conocer a otros que como yo, tuviesen el placer y disfrute de los libros. No cuento con cifras escandalosas respecto a los amigos, pero esos pocos valen mucho. También como lo indico al inicio del poemario, este trabajo es un reconocimiento desde la nostalgia a la parroquia de La Pastora donde viví por muchos años.
Ellos son parte fundamental de esa Caracas que comienza con sus pláticas y terminan subiendo el Waraira Repano. Aquí conocí a la mujer rebelde y luchadora con la que formé un hogar. Ahora tenemos dos retoños que también son hijas de Caracas porque nacieron aquí y cuando por esas cosas de la vida, nos mudamos a los Altos Mirandinos, nunca dejamos de venir y vivir con plenitud profunda a esta Caracas tan nuestra.
Encontramos un carácter lúdico en este poemario…
Siempre he sido una persona a la que le gusta la literatura que lo hace reír. Es decir, me gusta el humor especialmente el que desafía utilizando la inteligencia como impulsor de esa chispa. Esto lo disfruto mucho como lector. Lo disfruté en Cortázar, García Márquez, Sabato y la poesía de Jaime Sabine. Lo que se traduce en una búsqueda tratando de acercarme a ese tipo de humor, he pretendido difundirlo en algunos de mis poemarios, tal vez menos conocido como Las Buenas Razones o los trabajos más recientes…
Esto se traduce en una forma que pretende dar cuenta de una poesía que lo mismo mira el horror, la complejidad humana y la arbitraria disposición que tenemos para reír.
Así son los caraqueños, gente alegre, jodedora, siempre tienen un chiste o una brillante ironía para cualquier situación. Incluso en los momentos de mayor dificultad, suelen hacer trizas las angustias con alguna elocuente frase. De hecho, creo, que esta es una condición frecuente en todo el país. Sin embargo, aquí se siente con una frecuencia bastante cotidiana. Quería algo de eso en el poemario. Además, creo, con suma modestia, haberlo conseguido porque las veces que hemos leído los textos, se escuchan las recurrentes sonrisas de quienes escuchan.
¿Por qué ese título de La ciudad conjurada?
La palabra encantamiento es sinonimia de conjuro en un sentido semántico alegórico. Entonces, para mí esta ciudad tiene formas de encantamiento a las que me gustaría conjurar por medio de una poesía directa y sin tantos rodeos. Así como se habla aquí, claro, intentando tejer un registro con atenuaciones líricas, con la fuerza propia del habla caraqueño. Algo de lo que había hecho en Las ruinas de la casa o en el Kuaderno Palestino. Ser otro pero desde dentro, de donde surge la honestidad y la palabra que se enuncia con el vigor de una ciudad contradictoria, inquietante, discordante… Por ello, el poemario conjura (encanta) a la ciudad (inquietante). De allí su título.
¿Cómo te ves frente a otros a autores que han trabajado el tema de la ciudad o de la misma Caracas?
En eso no pienso mucho: Los libros son como los hijos, tú los vas trabajando, los reacomodas mil veces; pero, ya luego que son publicados se comportan así, como hijo que se van de la casa a recorrer el mundo. Su suerte, su destino ya no está en nuestras manos. Serán, quizás, los lectores los que puedan darle el sentido, que ellos terminen experimentando en su encuentro. Un autor que se respeta y respeta el potencial universo de posibles lectores, trata de verter signos de singularidad en su trabajo. Esa propiedad es la que te acerca con honestidad a la poesía.
Retengo por un instante lo que me ha dicho el poeta, agradeciéndole por este libro, por lo que ha hecho, por lo que sigue haciendo… lo hago percibiendo el eco de paisajes enteros que he encontrado en nuestra Ciudad conjurada, contemplando los luceros que salen de cada una de las casas de los barrios de las parroquias de mi infancia El Valle, Coche, La Rinconada, Santa Rosalía… puedo decir un poco más, decir, por ejemplo, los versos que nutren mis arterias junto al silbido del amolador que cruza la vereda, la manera en que el colibrí entra fugazmente al jardín de mi abuela, el sonido insistente de los murciélagos rodeando la mata de níspero atrayendo la noche con la misma agilidad con que se guinda de una mano el niño que anuncia la próxima parada mientras sostiene con la otra los billetes de cada pasaje… pero es su turno, el suyo, mi estimada lectora, mi estimado lector, ¡adelante!
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ • @pasajero_2
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta