26/01/24. Tal vez la ventaja de tiempos anteriores era que la falta de tecnología obligaba a esforzarnos más, y por ende no había tiempo para aburrirse. La lectura, la música, la religión y hasta el deporte ocupaban el tiempo de ocio además de las obligaciones familiares. Con el correr de los calendarios, el progreso ha ido evolucionando para beneficio de la pereza, y labores que en el pasado eran cotidianas, como ir a lavar al río, cosechar vegetales, redactar a mano en tinta, coser, construir nuestros propios muebles y así, han sido automatizadas. En consecuencia, tenemos más tiempo para perder el tiempo (aun cuando en el sistema capitalista actual, la esclavitud insiste en mantenerse bajo la figura de trabajos freelance y jornadas extenuantes).
Con la invención de la caja boba, surgió un mundo inusitado de fantasía y de pura pantalla. Allí, todos los días las familias empezaron a recibir toda clase de contenidos orientados a informar, educar y entretener a las masas. Las telenovelas, los programas de concurso y humor, los certámenes de belleza, la publicidad y un sinfín de mensajes se hicieron cotidianos en nuestro día a día, moldeando sutilmente la opinión general a punta de color, música y show business.
UN MUNDO FELIZ
Con el tiempo, la oferta de entretenimiento empezó a sofisticarse. Primero, aparecieron el Betamax y el VHS, luego el DVD, el Blu-ray, la antena parabólica y después la televisión por cable: las opciones de ocio se volvieron diversas y cada vez más personalizadas, creando un público cautivo y ávido de consumir mensajes desde la comodidad de sus sofás. La cosa no se ha detenido, y con la hegemonía del Internet, la televisión evolucionó yendo más allá del simple aparato. Ahora es un concepto que habita en la red, con una cantidad inimaginable de películas, series y documentales a la orden del día. Netflix fue quien empezó con esta propuesta, obteniendo un éxito rotundo. Pero como este mundo capitalista no se sacia nunca, aparecieron más opciones de competencia, como Prime, HBO, Disney y muchas más. Todo eso está muy bien.
El mensaje entre líneas de este gran negocio es la agenda política que se esconde detrás de todos esos programas. Así, vemos que hay películas humorísticas que se meten con Rusia, con Venezuela, y con todos los que se oponen al bloque yanqui, de la OTAN y del sionismo. Hubo un caso interesante, por ejemplo, con la serie The Crown, por Netfix. Esta serie retrata la historia de la familia real británica, y ha tenido mucho éxito y popularidad. Llama la atención, que en esta historia, el enfoque se dirige hacia exaltar la imagen del actual rey Carlos y en dejar a Lady Di como una pobre loca. Otros ejemplos: el preocupante boom de las narcoseries y la exaltación a grandes narcotraficantes, criminales e incluso psicópatas, así como el endiosamiento los mercenarios de guerra, como en la película Mercs (2017). Una película actual que ha tenido mucho revuelo en streaming es Leave the world behind (en español, "Dejar el mundo atrás", 2023), producida nada menos que por el matrimonio Obama, y protagonizada por Julia Roberts. Se trata de una trama distópica de suspenso en la que muestran todo lo que Estados Unidos les hace a los países que invade a través de una historia fascinante, de impecable producción y un sinfín de símbolos subliminales.
Detalles y sutilezas así se observan en numerosas películas y series que se transmiten en estas plataformas de diversión: muchos programas distorsionan la historia y exacerban claras intenciones de manipular la opinión pública. Esto es peligroso, sobre todo cuando los más jóvenes son quienes consumen estos contenidos.
LA PELEA ES PELEANDO
Se hace imperioso dar la batalla cultural por la verdad. Ya hemos visto el impacto de las redes sociales, YouTube y TikTok en los chamos, impulsándolos a llevar un estilo de vida superficial. Si bien las leyes pueden ser un apoyo fundamental en la regulación de los contenidos audiovisuales en nuestro país, al final el contraataque con argumentos contundentes y hechos verídicos serían cruciales en una cruzada contra la manipulación. Debemos aprovechar el avasallamiento de la tecnología para incentivar valores para la vida y la construcción de una sociedad más humana.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine