Para mis hermanas y hermanos del 5o F
Si pudiera pedir un deseo para el futuro de la animación, estas imágenes serían un magnífico y asombroso comienzo
Guillermo del Toro sobre Flow
06/03/25.- Cierro los ojos, intento respirar tan profunda y pausadamente como en mis clases de meditación, no exactamente eran sobre eso, pero así lo veía, adolescente, vaya palabra, pero sí, supongo que eso era, me ubicaba en ese rango etario donde solemos, según, ser más intranquilos. En la actualidad, alguien que es así no resulta difícil etiquetarlo como que tiene un “TDA”, es decir, trastorno por déficit de atención, o un poco más allá, de “hiperactividad”… un rasgo que parece ser muy común entre las nuevas generaciones.
La obligación de actuar y, aún más, la aceleración de la vida se están revelando como un eficaz medio de dominación. Si hoy ninguna revolución parece posible, tal vez sea porque no tenemos tiempo para pensar.
Yo creo que no, que también antes había personas así, pero quizás no se les daba este nombre “técnico”. También existe un dicho, en nuestra sociedad de que “un niño inquieto es un niño sano”, algo así.
Lo cierto es que no podemos negarlo, las nuevas generaciones, nacidas al calor de una pantalla, sea grande o chica, como ahora la de los teléfonos móviles, son permanentemente expuestas a una cantidad de estímulos desde antes de nacer, que si la musiquita, que si los movimientos, etcétera... y luego, al salir al mundo: “yo no hallo que hacer con ese muchacho”… niño o niña, ha sido sobre estimulado, y así como hace unas décadas, se intentaba “calmar” colocándolo frente a la televisión, dándole una consola de video juego, ahora se “resuelve” dándole un “teléfono inteligente” como si fuera un chupón directo a la boca…
Vivimos es una sociedad “hiperinformada”, suele decirse, de una intensa aceleración donde, sin embargo, cada vez estamos menos comunicados, con muy escaso tiempo para detenernos, pensar-nos, darnos cuenta de que el otro, la otra, existe, por lo que nos encontramos cada vez más en una situación de extraña soledad.
No hace mucho, unos pocos días, la industria del entrenamiento, esa misma que “nos mantiene” aletargados en el (des) orden mundial en que nos encontramos inmersos, se vio sacudida por una, si bien puede decir, experimentación, proveniente de un país que no suele mencionarse entre las producciones candidatas de un premio que celebra las variopintas éticas acostumbradas a financiar dicha industria, y para sorpresa de aquellos que le siguen apostando a dicho establishment, ha logrado un Oscar como “mejor película animada”, ganándole a la producción de DreamWorks: Animation Robot Salvaje y a la de Pixar-Disney: Intensamente 2.
Se trata de Flow, como ya hemos asomado en el título. Una coproducción cinematográfica letona-belga y francesa de carácter independiente dirigida por el joven director letón, Gints Zilbalodis (quien además la escribió junto a Matīss Kaža y compuso la banda sonora con la colaboración de Rihards Zalupe), realizada con el software libre y de código abierto Blender, y estrenada en Cannes en mayo del 2024.
Como siempre me he negado a realizar spoiler, a la altura de estas líneas quizás quien lee puede ir advirtiendo de qué trata, y trataré de no dar más pistas, tan sólo decir que esta producción tan esmerada al menos para mí, fanático de la animación –ya hemos reseñado anteriormente en este mismo espacio Robot Salvaje e Intensamente 2, como seguramente algunas y algunos recordarán-, me ha fascinado desde el primer momento en que arrancó.
Pero vayamos un poco más adentro, ¿de qué trata? Ya he dicho que no pretendo adelantar nada, pues deseo que acudan a verla, si no la han visto aún… pero sí, es la historia de un gatito negro –nada más acertado el nombre-metáfora-, que, pensamos, como lo ha hecho la mayoría, que se llama Flow, pues en ningún momento así se le nombra, y es que no hay lenguaje humano en la trama, y ya con esto estoy diciendo mucho… pero también –y quizás sea lo más acertado- el título puede entenderse como el nombre que designa, el fluir mismo de la vida de los personajes…
Una película que, a pesar de que sea “para todo público”, bien vale la pena que las niñas y niños la vean en compañía de sus familiares adultos y que luego conversen al respecto, porque sí, es indispensable una conversa sobre lo que allí “se mueve” y no me refiero exclusivamente a las acciones de los personajes –los animales, los árboles, el agua…-, sino también dentro de nosotros mismos.
Y es que tal vez ese sea el mensaje desde el mismo título Flow: adentrarnos en nosotros mismos, en conexión con nuestro entorno, comprender-nos unidad indisoluble, ver-nos con una nitidez que quizás las producciones a las que solemos estar acostumbrados, ya no nos alcanzan, asumiendo así nuestro potencial para salirle al paso a cualquier dificultad, pero además, reconocer que en dicho proceso no estamos solos.
La vi inmerso en el silencio de la noche, que sabemos nunca es tal, sacudiéndome, haciéndome eco de otro eco mayor, el de la naturaleza, a la cual pertenecemos aunque la razón unidimensional propia de la religión capitalista nos ha querido separar.
Y desde allí me hago consciente de otra razón, cercana tal vez, a la poética de María Zambrano, razón del corazón, diría Pascal. Y en esa misma sintonía, asumo la crítica de la aceleración propuesta por Harmut Rosa, para caer, en la “vida contemplativa” como diría Byung-Chul Han, a la cual, considero, en cierta manera, nos llaman quienes hicieron esta espléndida creación, seguramente como un ejercicio de repensar nuestro lugar en el mundo, del cual somos co-creadores.
De este último autor citado, tomo la frase del libro que así se llama Vida contemplatica: elogio de la inactividad, inspirada en Nietzsche:
"La obligación de actuar y, aún más, la aceleración de la vida se están revelando como un eficaz medio de dominación. Si hoy ninguna revolución parece posible, tal vez sea porque no tenemos tiempo para pensar. Sin tiempo, sin una inhalación profunda, se sigue repitiendo lo igual".
Para conducirme a otro no tan diferente escenario, el del libro Fluir (Flow): una psicología de la felicidad, del psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi. Pues coincido que la vida, como él mismo la caracteriza, es en efecto, un flujo aunque con frecuencia lo olvidemos o neguemos, pura fluidez, pero no en los términos de la “liquidez” de Bauman, es decir, efímera, sino como vida significativa, capaz de realizarse, siempre en sintonía, sólo que dicha sintonía nos cuesta, por la misma forma en que a veces creemos de que “fluir” es sumergirse… Así que por favor, prestémosle atención a lo que hace este gatito negro que somos cada uno de nosotros en su extraordinaria travesía y, por supuesto, a cada uno de los rasgos que (nos) revela tanto él como los otros personajes no menos importantes. ¡Buen viaje!
Yo, por mi parte, intento seguir entrenando mi respiración.
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ • @pasajero_2
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta