11/03/25.- En el pasado, los circos romanos eran el Prime Time del soberano. Un pobre cristiano debía enfrentarse con bestias ante el furor de una multitud sedienta de sangre fresca.
Imponer la fuerza colectiva en público contra una persona sólo muestra el gran tamaño de nuestra miseria.
Espectáculos similares se han celebrado en la historia: las crucificciones, quemas de brujas, ahorcamientos, guillotinas y fusilamientos eran los espectáculos macabros para entretener y aleccionar a la población sobre cómo debían comportarse, para mantenerse derechitos.
Las conquistas sociales han suavizado un poco la naturaleza cruel de la humanidad, y ese tipo de prácticas ya no son tan comunes como antes. Al menos no son tan públicas. Sin embargo, de vez en cuando el deseo de embestir en manada contra un cristiano solitario aparece, generando en unos morbo y en otros pena.
Leña del árbol caído
Recientemente se suscitaron eventos que nos recordaron las corridas de toros. En Viña del Mar, el comediante venezolano George Harris terminó con las tablas en la cabeza por no haber convencido al exigente público de la Quinta Bergara. El temible "Monstruo", chileno enguyó al humorista, quien no duró ni diez minutos en escena.
El presidente de Ucrania, Vladimir Zelenski, recibió frutero de parte de Donald Trump y su combo, por haber hecho una mala administración del dinero que le dio Estados Unidos por "la paz". Zelenski pasó pena pública como perro arrepentido, ante la mirada absorta de los medios de todo el mundo.
El tristemente célebre Juan Guaidó también fue abucheado varias veces en público, luego de que cayó en desgracia con sus seguidores. En la farándula, Taylor Swift también recibió pitazos en un Super Bowl, e incluso gente célebre en el chavismo ha sido víctima de ensañamientos públicos sólo por su posición política. En el pasado, Muammar Gadafi terminó sus días de gloria arrastrado por las calles mientras unos mercenarios colombianos lo torturaban y lo exponían al ridículo. Sadam Hussein fue ahorcado en pleno Ramadán para dejarlo en público como una piltrafa humana.
Fuenteovejuna No More
Independientemente de las razones que desencadenen la indignación colectiva, hasta Hannibal Lecter tiene derecho a una defensa y a la preservación de su dignidad. El ensañamiento público y masivo contra una persona o un grupo muy reducido de acusados lo único que hace es echar para atrás milenios de intentos por evolucionar de nuestros inicios bárbaros. Imponer la fuerza colectiva en público contra una persona sólo muestra el gran tamaño de nuestra miseria.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ