27/03/25. Para mi generación, fue inevitable soñar con la figura del "Príncipe Azul", ese arquetipo romántico arraigado en la literatura infantil y el imaginario colectivo durante años. Incluso llegué a escribirle una carta, porque lo veía en todas partes, hasta en mis sueños. Siendo adulta, ese acto de escribirle se convirtió en un poderoso exorcismo, una herramienta para liberarme de una obsesión que había moldeado mi mente y mi forma de interpretar la realidad. En esa carta no sólo plasmé una declaración de amor perdido; también reflexioné sobre el concepto de "la jaula de cristal", ese espacio construido por las fantasías de una mujer común que, desde su infancia, alimenta y refuerza el ideal del príncipe azul.
La figura del "Príncipe Azul", lejos de ser sólo una idealización del hombre perfecto, infantiliza a las mujeres, confinándolas a roles pasivos y dependientes.
La narrativa me lleva a explorar mis sueños y recuerdos infantiles sobre este amor prefabricado, revelando cómo las princesas de Disney influenciaron profundamente mi percepción de las relaciones. Desde temprana edad, me asumí como una "lady princesa", destinada a ser rescatada por un príncipe valiente y apuesto. Esa idealización, alimentada por películas, creó en mí expectativas irreales, que distorsionaron mi capacidad para interactuar y construir relaciones auténticas con hombres reales.
El personaje de Ricardo, un muñeco de mi infancia, encarnó el prototipo del "Príncipe Azul Brillante". Era perfecto: musculoso, tierno y valiente, representaba todos los atributos que consideraba "deseables" hasta entonces. Fue al escribirle la carta cuando me di cuenta de que esta figura idealizada chocaba inevitablemente con la realidad de los hombres de carne y hueso. Mis expectativas irreales colocaban a las personas reales en una posición de desventaja constante.
Así entendí mi naturaleza alienante, reconociendo que esta fantasía era producto de mi exposición a una industria cultural que crea contenidos dirigidos a niñas, moldeando su visión del mundo y sus relaciones. Por años, fui cómplice de un modelo de feminidad pasiva, dependiente de un "súper hombre". Aunque ahora soy consciente de ello, admito que todavía corro el riesgo de caer nuevamente en la trampa de mi propio sueño.
Es imposible negar la influencia de Disney en la construcción de la identidad femenina. Sus películas han marcado el imaginario de generaciones de niñas y mujeres, perpetuando estereotipos de género y limitando las posibilidades de desarrollar relaciones sanas y equitativas. La figura del "Príncipe Azul", lejos de ser sólo una idealización del hombre perfecto, infantiliza a las mujeres, confinándolas a roles pasivos y dependientes. Esta visión romántica del amor, basada en la espera y el rescate, niega la autonomía de la mujer y su capacidad para construir su propia felicidad.
Hoy en día, estamos viendo cómo se desmontan estos mitos románticos y se cuestiona el impacto de Disney en nuestras identidades. Surge la necesidad de narrativas más diversas y realistas, que presenten a mujeres fuertes y autónomas, capaces de construir relaciones basadas en la igualdad y el respeto mutuo. Sólo mediante estas nuevas perspectivas podremos romper el hechizo de "la jaula de cristal" y avanzar hacia un mundo en el que las mujeres puedan ser plenamente libres, sin depender de un rescate por parte de un "príncipe azul".
POR NEBAI ZAVALA • @nz_creando
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta