08/04/25. Quizás no exista mejor metáfora para el ser humano que la que signa la palabra árbol, sobre todo cuando, más allá de indicar arraigo, extensiones, fruto, se vive en conexión con la tierra, la naturaleza que le da sustento y al morir, sigue nutriéndola.
Ahora el bucare está aquí, respirando con nosotros, me dice cuando estamos nuevamente delante del árbol, con sus flores intensamente coloradas... veo los árboles, las flores, comprendo la deuda que seguimos teniendo, guardo las enseñanzas del maestro Aníbal Isturdes...
Nacimos para florecer, aunque a veces lo olvidemos, es decir, para exaltar la belleza de la vida y hacernos desde ella, vibrando con ella, resonando.
Con frecuencia, olvidamos que somos árboles, respiramos y sentimos… a pesar de nuestras cortezas, del color que llevemos, de las circunstancias...
Afortunadamente hay quien lo recuerda, y nos exige escucharnos e identificarnos con nuestros hermanos…
Allá está la ceiba, allá el bucare, allá el samán, me dice él saliendo de un cuento leído por mamá, tengo ocho años, entro a la selva, escucho el rugido del león, los grillos, su voz.
Aquí se sentaba Andrés Bello, a la sombra de este samán, a enseñarle a nuestro Libertador Simón Bolívar la importancia de la naturaleza… me dice contemplando sus ramas… por aquí pasé yo, esto era un estacionamiento de un edificio de un socio de Pérez Jiménez… lo iban a cortar, le echaban aceite quemado y gasolina… reclamé… ¿Por qué quieres matar a este árbol? ¿Qué te ha hecho?

Emprendimos una lucha por la vida del Samán de Bello, era el año 77, estábamos discutiendo cuando se acercó el padre Barnola que tiene un libro bellísimo que narra la historia de este samán, luego se nos unió el artista Alirio Oramas, quien se enojó más, y defendió enérgicamente la defensa de este árbol emblemático… a esa lucha llegó también Luis González Guillén, creador del parque de la Paz en Macarao, una de las experiencias ambientales más hermosas del país…
El jefe de redacción del diario Últimas Noticias nos envió un fotógrafo y este se indignó más… todos nos abrazamos al árbol, ninguna autoridad llegó, fue la presencia viva de la ciudadanía amante del árbol y se logró que no se tumbara… luego se construyó la Biblioteca Nacional y en varias oportunidades se le pidió al arquitecto Tomás Sanabria encargado de construirla, que fuese cuidadoso con el árbol… lo que hizo él fue enterrarlo en una fosa criminal con bastante cemento alrededor de su tronco y raíces…
Cuando me dice esto último, me acerco al árbol, detallo su tronco, casi no puedo ver las raíces, alzo la mirada, veo sus pequeñas flores, vuelvo a mirar hacia abajo, hacia la cancha y me siento enterrado… necesito aire, doy unos pasos más y veo al hombre que me habla como si fuera la imagen misma del Samán de Bello.
No olvidemos a mi hermana, allá arriba en San Luis, la Ceiba de San Luis, también querían cortarla, tan emblemática, la iban a arrasar junto con todo el mercado de las Flores, al final de la avenida Fuerzas Armadas, en la entrada del Camino Real de Cotiza, un camino Toromaima, un camino ancestral de origen prehispánico… recoge la presencia de los labriegos, campesinos, cultivadores de flores de Galipán, que venían de este pueblo atravesando la serranía del Ávila, pasaban por la calle real de Cotiza, el sitio de descanso de los vendedores de flores hacia el mercado de San Jacinto, hacia Caracas, el sitio de descanso era ahí, en la Ceiba de San Luis… era un sitio de descanso de los galipaneros con su burrito, con sus mulas, sus cestas de flores…
Varias veces quisieron cortar la Ceiba de San Luis y quitar todo el mercado para que ese fuera el lugar de llegada del Bus Caracas, emprendimos una campaña por la defensa de la ceiba y del mercado y propusimos el actual punto de llegada y retorno del Bus Caracas.
Me quedo en el eco de los campesinos, con el sonido de las mulas y caballos, con el olor de las flores, con las semillas de ceiba en mi mano, me las ha dado quien me habla, aprieto y siento el pulso entero de la tierra.
Pero él no ha terminado, afortunadamente, me lleva frente a un bucare recién florecido y volteando hacia el Mausoleo de Bolívar, me dice moviendo su mano como si dibujara algo en el aire, aquí había un bosque, un bosque de unos setenta árboles, todo fue arrasado, sólo quedó este… en plena construcción me encontré a un vigilante, le pedí que no cortaran este arbolito, me dijo que él no estaba de acuerdo, que tampoco quería que lo cortaran, caminé un poco más, vi a los ingenieros y arquitectos reunidos, les hablé del valor ecológico e histórico del árbol, del amor de Bolívar por la naturaleza…
Ahora el bucare está aquí, respirando con nosotros, me dice cuando estamos nuevamente delante del árbol, con sus flores intensamente coloradas, me gustaría que se conociera este árbol como el legado de Manuelita Sáenz, ejemplo de ese amor que ella tuvo por Bolívar y por nuestra libertad, agrega.
Una ligera neblina desciende por la montaña, veo los árboles, las flores, comprendo la deuda que seguimos teniendo, guardo las enseñanzas del maestro Aníbal Isturdes, nacido el 12 de marzo de 1943, habitante legendario de San José, llevo las semillas en mi mano…
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ • @pasajero_2
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta
FOTO RUBEN HERNÁNDEZ