24/04/25. Hay muchas formas de rechazo, tal vez la peor sea aquella que va en sintonía con el poder instituido. Escribo, nuevamente indignado, nuevamente sin poder tener las palabras adecuadas. Busco un por qué pero ni siquiera este acude a mi llamado.
...“el caso” Sara, no es singular, es una evidencia más de la descomposición social en que vive la sociedad global contemporánea, que en tanto es así, no es ajena a nuestra realidad societal venezolana.
Vivimos en un mundo donde es escasa la preocupación por el otro, sobre todo cuando el otro, la otra, no representa un sentimiento cercano, tan cercano que sea el uno, es decir, la singularidad. Me intentaré explicar.
Sólo respondemos cuando nos afecta un problema, de lo contrario, lo silenciamos. Quien escribe, invitado una vez más por el equipo de redacción a tocar temas álgidos de los que no se suelen hablar mucho a menos que sea un acontecimiento tan atroz, que exija que sea denunciado por todos los medios posibles.
El reciente caso de Sara Millerey, un ser humano “trans” suena porque, una vez descuartizada viva, fue rescatada, siguió agonizando hasta morir.
No sólo es Colombia, lo sabemos, innumerables países, incluyendo el nuestro, por cierto, experimenta el rechazo a este tipo de exterminios, sólo que, volvemos a decirlo, no suele hablarse.
En nuestro país, excesivamente machista, patriarcal y falocéntrico, “el chalequeo” a cualquier hombre que mueva excesivamente los brazos, tenga un tono de voz particular, camine de una forma “no convencional” y paremos de contar… es común y corriente: no se acepta.
Como tampoco se acepta, se ve como una condena, que en la familia exista un homosexual hombre o mujer… se ve, en muchos casos, como una enfermedad, una desviación “a la norma”, porque “no es normal” ser diferente.
Además, muchos justifican la negación de este “desvío” por todo “lo que puedes sufrir”, como si forzar ser lo que no se siente ser no produzca el dolor suficiente.
Vivimos, por ende, como sociedad, en la oscurana, en la hipocresía, en la falsa ilusión de sociedad “igualitaria”, digamos mejor, “democrática”… nos llenamos la boca adjetivando de esta última forma, nuestra sociedad… demasiado reciente tenemos los asesinatos en avenidas concurridas de nuestra ciudad capital como para olvidarnos de que sucesos como el que hace unas semanas se vivió en Colombia donde murió un ser humano “trans”…
Quizás algunos han olvidado la aproximación fílmica de las películas venezolanas Cheila, una casa pa’ maita, Azul y no tan rosa … por citar dos paradigmas que se quedan cortos a la hora de explicar nuestra realidad cultural machista.
No es para nada fácil aceptar que la constitución de la sociedad es precisamente su condición diversa, pero esto no quiere decir que se imponga su heteronormatividad, que no es más que un síntoma de su propia enajenación colonial, en tanto forma única de ser, sentirse y realizarse histórico-culturalmente.
Por tal razón, “el caso” Sara, no es singular, es una evidencia más de la descomposición social en que vive la sociedad global contemporánea, que en tanto es así, no es ajena a nuestra realidad societal venezolana.
¿Qué hacer? Podríamos preguntarnos, mucho, tenemos grandes desafíos, debemos ser protagonistas de un horizonte pedagógico dialogante donde el derecho a la identidad de género sea un objetivo de primer orden de la mano con el derecho a la autodeterminación y por cierto, de la educación sexual porque a pesar de las campañas que puedan existir, seamos realistas, estas no llegan a la población, como tampoco llegan los métodos anticonceptivos…
Lamentablemente el espacio para este escrito se nos queda corto, y sólo he atisbado algunas líneas gruesas para decir: ¡Basta! ¡No a la transfobia! ¡No a la discriminación, a ningún tipo de discriminación! ¡No más feminicidios! ¡No más! ¡Cese la hipocresía! Amén.
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ @pasajero_2
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta