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El Sistema

01/05/25.- A veces me pregunto, seriamente, qué es la patria, más allá de manuales o acepciones del diccionario. Sencillamente, deseo saber cómo se siente la patria, dónde está, cuándo asoma, cómo se define desde el sentimiento y la racionalidad, sin que ese acto de abstracción nos lleve a encasillarla en un marco empalagoso o distante.

 

 

El Sistema es una de las capas que recubre, como nunca, ese esfuerzo descomunal por recomponer nuestra autoestima. Una manera de descubrir al país desde sus sonoridades...

 

 

Uno de los recursos más recurrentes es la nostalgia, porque hay un no-sé-qué de los recuerdos que nos brinda espejismos indulgentes del pasado, pretendiendo embalsamar la memoria alrededor de recuerdos dudosos o incluso falsos, de una época feliz en la que andábamos por la vida, a decir de Freud, resolviendo nuestros conflictos psicosexuales entre la etapa oral y la genital. De allí que del maltrato, la pobreza, la exclusión que vivimos la mayoría en etapas postreras, no queda sino una postal con vista al mar desde la recién inaugurada autopista Caracas-La Guaira, las enormes y postmodernas torres de El Silencio o un viaje hacia una pradera montañosa y nublada que se llamaba, y aún se llama, Colonia Tovar.

 

 

No se trata, tampoco, de traer al presente lo peor del pasado, pero en la ecuación de las verdades mediatizadas, donde siempre sale perdiendo la verdad, es importante extraer con pinzas de cirujano algunos ejemplos para matizar esta guerra sin cuartel que ataca las emociones de aquí y ahora, chantajeándonos con aquel tiempo que fue.

 

 

Una periodista venezolana quién sabe desde qué parte del mundo, a través de un podcast, formuló una pregunta a una afamada compositora, arreglista, instrumentista y directora de orquesta también venezolana instalada en Europa: “Entonces, ¿cómo es que se llama eso donde tú te formaste, ahí, donde estudiaste música?”. Quizás para no prestarse al juego retórico que evidentemente se dirigía hacia la humillación, la músico respondió tajantemente: “El Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela: obra social y cultural del Estado venezolano”

 

.

Claro que recuerdo la música de cuando era joven y “feliz”. La muralla inamovible de mis preferencias de roquero no permitían, bajo ningún concepto, la intrusión contaminante de salsa, merengue o música tradicional venezolana en mis oídos, y en esa trinchera me cobijé por décadas hasta que descubrí –gracias al resquebrajamiento de mis actos de fe- las maravillas que esconde el sonido profundo del mestizaje que nos dio origen.

 

 

Éramos fundamentalistas, obsesos y depositábamos fe ciega en deidades paganas, mientras el mundo que se tejía a nuestro alrededor no admitía a negros ni a pobres, no aceptaba al barrio ni al lenguaje ordinario de la periferia, estimulaba a un país de estampitas y telenovelas que modelaron a su antojo y luego nos sedujeron con la idea sacralizada de la belleza caucásica y las delicias del norte, para que de vuelta nuestros votos contribuyeran a perpetuar su fantasía tropical.

 

 

Nunca, jamás, aunque intente forzar esa evocación, hubo un paisaje como el que vivimos hoy a diario: una expedición colorida de niños y jóvenes blindados con el armamento más poderoso de la venezolanidad como lo es un cuatro. Los vemos brotar desde las esquinas, germinando desde los estertores de un palo de agua o enlatados en la camionetica de regreso a casa, hordas vitales blandiendo por entre la multitud algún instrumento para aprender y ejecutar, para distraernos y autoreferenciarnos, para hallar las trazas indelebles de esa inquietud insoportable que puede que sea un concepto, la patria, pero que más bien es una emoción.

 

 

Más allá de algunas ideas formales, lugares comunes y estereotipos edulcorados, El Sistema es una de las capas que recubre, como nunca, ese esfuerzo descomunal por recomponer nuestra autoestima. Una manera de descubrir al país desde sus sonoridades como un pequeño acto de magia, capaz de acercarse a los relatos del mundo interconectado, pero con la posibilidad de ver lo bello en eso tan nuestro que es el cam-bur-pin-tón. 

 

 

 

 


POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon

 

FOTOGRAFÍA NATHAN RAMÍREZ • @nathanfoto_art

 

#ElSistema #Música #Identidad #Juventud

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