19/06/25. Algunas de las escenas eróticas más intensas del cine, curiosamente muy poco han tenido que ver con el pene y la vagina. En la película Barbarella (Roger Vadim, 1968), una jovencísima y exhuberante Jane Fonda tuvo intimidad con un aparato que al sólo tocarlo la estremeció de placer. Woody Allen inventó el "orgasmatrón" en la legendaria El dormilón (1973). En los años ochenta, Coccoon (Ron Howard, 1985), nos mostró cómo los extraterrestres de esta historia intimaban: con energía.
El placer viaja a la velocidad de la imaginación (...) En una sociedad asediada de genitalismo, el erotismo aún se mantiene con vida bajo el manto de la sutileza.
En una época en la que el perreo intenso sólo apuesta al bum bum de nuestras máquinas de hacer gente, vale la pena reflexionar si el placer y la intimidad residen únicamente entre nuestras piernas.
XX y XY
En algún momento de la historia de la evolución biológica, quiso el azar que los seres humanos fuésemos diseñados como piezas incompletas de un rompecabezas. Los cromosomas se encargaron de definir la cosa con un palito, que determina si la persona en ser concebida se va a embarazar cuando sea adulta o si portará la semilla.
Esta distinción de los géneros llevó al desarrollo mundial en casi todas las comunidades de un fuerte imaginario cultural que nos define en nuestro paso por el mundo. El desarrollo social, moral (y en muchas ocasiones, religioso), abrió más o menos las compuertas de la educación sexual. No obstante, el sexo está practicamente omnipresente en todas nuestras dinámicas.
La música, el cortejo, la poesía, el arte y muchas otras áreas creativas y del saber emulan con diversos símbolos los cinco minutos más intensos de la unión de un hombre y una mujer: cuando tiene lugar la penetración del miembro masculino en la vulva de la mujer, y cuando en muchas ocasiones tiene lugar la creación de la vida.
Sexualidad más allá de los órganos
Sin embargo, llama la atención que el acto sexual de por sí no es la gran cosa. Si nos ponemos fundamentalistas, la cópula no dura mucho tiempo, para lo mucho que representa esta unión en el imaginario humano.
Tantas canciones, películas y creación vasta no pueden únicamente remitirse al clásico mete-saca. Es cuando vemos que el deseo suele ir más allá del glande y el clítoris. Para muchos sexólogos, la piel es el órgano erógeno más grande del ser humano: capaz de estremecerse ante la voz del objeto del deseo. El cabello, el cuello, los pies, también entran en escena como protagonistas del placer: y no sólo se remiten al tacto. La vista, el olfato y hasta el sonido pueden entrar en acción para generar un escenario sugerente.
Lo que me gusta de tu cuerpo es el sexo
Lo que me gusta de tu sexo es la boca
Lo que me gusta de tu boca es la lengua
Lo que me gusta de tu lengua es la palabra.
Julio Cortázar
Finalmente, en el ser humano hay un sucedáneo que genera más morbo y deseo que un pezón al descubierto: la mente. El acto de seducción va más allá del cuerpo, y constituye un campo de baile o de batalla en el que la mente más fuerte domina a la más vulnerable haciendo uso de todas las herramientas posibles para la conquista.
El cuerpo no es sólo el cuerpo
Vale la pena tener en cuenta que el acercamiento erótico no constituye únicamente una cuestión de genitales. Igualmente, para tener un bebé no hace falta siquiera que haya deseo. El placer viaja a la velocidad de la imaginación. Es indispensable tener esto en cuenta, sobre todo cuando hay personas que no pueden disfrutar de un cuerpo completamente funcional; y aún así consiguen desarrollar una sexualidad plena pese a tener algún tipo de discapacidad. En una sociedad asediada de genitalismo, el erotismo aún se mantiene con vida bajo el manto de la sutileza.
POR MARÍA EUGENIA ACERO COLOMINE • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta
