01/08/25.
Los hombres de la Tierra llegaron a Marte. Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente. Dejaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o abandonar algo. Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno indicaba desde carteles de cuatro colores, en innumerables ciudades: Hay trabajo para usted en el cielo. ¡Visite Marte! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio solo unos pocos, unas docenas, porque casi todos se sentían enfermos aun antes de que el cohete dejara la Tierra. Enfermaban de soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce al tamaño de un puño, de una nube, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que no ha nacido nunca, que no hay ciudades, que no está en ninguna parte, y solo hay espacio alrededor, sin nada familiar, solo hombres extraños. Y cuando los estados de Illinois, Iowa, Missouri o Montana desaparecen en un mar de nubes y, más aún, cuando los Estados Unidos son solo una isla envuelta en nieblas y todo el planeta parece una pelota embarrada lanzada a lo lejos, entonces uno se siente verdaderamente solo, errando por las llanuras del espacio, en busca de un mundo que es imposible imaginar.
No era raro, por lo tanto, que los primeros emigrantes fueran pocos. Su número creció constantemente hasta superar a los hombres que ya se encontraban en Marte. Los números eran alentadores. Pero los primeros solitarios no tuvieron ese consuelo.
De: Crónicas marcianas (1950).
Ray Bradbury (Illinois, 1920 - California, 2012)
Influyente escritor estadounidense conocido por sus obras de ciencia ficción, fantasía y terror. En 1947, publicó su primera colección de cuentos, Dark Carnival. Es famoso por novelas como Fahrenheit 451 (1953), una novela distópica que explora una sociedad donde los libros están prohibidos y los bomberos queman cualquier texto que encuentren, y Crónicas marcianas (1950), una colección de historias interconectadas sobre la colonización de Marte por humanos y sus consecuencias. También conocido por sus poemas, obras de teatro y guiones de cine y televisión. Se le considera uno de los narradores estadounidenses más genuinos e influyentes del siglo XX. Entre sus libros más celebrados, aparte de los ya referidos, están Las doradas manzanas del sol (1953), El país de octubre (1955), Vino de diente de león (1957) y Las maquinarias de la alegría (1963).
ILUSTRACIÓN: CLEMENTINA CORTÉS