Los monstruos existen, pero son
demasiado escasos para ser peligrosos.
Más peligrosos son los hombres comunes,
los funcionarios que están dispuestos
a creer y actuar sin cuestionar.
Primo Levi. (Sobreviviente del holocausto judío)
02/10/25. He estado buscando la manera de volver a abordar en esta columna lo que los seres humanos estamos haciendo frente a la masacre que sufren los palestinos, y su relación con el espectro teatral. Nada me ha servido.
A la humanidad nos toca ser testigos de esto que está pasando obligados, cual eunucos, a asumir la vergüenza histórica, la vergüenza en la memoria de la humanidad... Condenándonos simplemente a integrar la cola de quienes, factiblemente, podemos ser los próximos en ese macabro juego del “lo hago porque puedo y porque me da la gana”.
Pensé en Bertolt Brecht y sus obras directamente relacionadas con el nazismo. Memorias del Tercer Reich, El resistible ascenso de Arturo Ui, pero resulta que la metáfora vinculada al nazismo, con este exterminio, no dice nada. Igual Tito Andrónico de William Shakespeare, aunque sangrienta y llena de horrores sigue siendo algo que sucede en un escenario y a veces -más cómodo- detrás de una pantalla.
Lo que ocurre en Gaza no es una trama cotidiana, aunque nuestra cotidianidad esté tramada con los mismos valores y desde un mismo poder cada vez más podrido y, por ello, más peligroso. El poder mundial decidió quitarse la careta, mandó a la mierda los eufemismos, no sólo los verbales, sino también a las bazofias como las naciones unidas, la oea, la unesco, la unisef, el green peace y todos esos otros eufemismos orgánicos que le vienen dando coherencia al absurdo desde hace años, desde antes de ser creadas estas monumentales estafas. No vaya a pensar que me volví loco y se me olvidó ponerles mayúscula inicial a esas solemnes instituciones, es una ingenua manera de intentar desvalorizar a esa materia en permanente descomposición con tufillo y todo. Si afirmo que eran perversiones mucho antes de haberse creado es porque el sistema del poder mundial requería su conformación para legitimar su nuevo statu quo, después de las tropelías de la segunda guerra mundial y el reparto descarado del planeta. En aquel momento alguna lavadita de cara era necesaria. Son como la máscara que usaba el Zorro, o los lentes de Superman; todos fingíamos que eran eficientes para poder seguir viendo la serie.
A la humanidad nos toca ser testigos de esto que está pasando obligados, cual eunucos, a asumir la vergüenza histórica, la vergüenza en la memoria de la humanidad de no haber hecho nada contra una masacre que ocurre ante nuestros ojos en vivo -o en muerte para ser más precisos- en trasmisión directa. Condenándonos simplemente a integrar la cola de quienes, factiblemente, podemos ser los próximos en ese macabro juego del “lo hago porque puedo y porque me da la gana”.
¡Ay de aquellos que sigan fingiendo creer que los asesinos son los salvadores!
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta