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Espumas y plazos de Luis Marquetti

09/10/25. Luego de un breve paréntesis con Aldana, un trovador contemporáneo, retomamos la cronología de la trova tradicional, y caemos en Luis Marquetti, un raro de la música cubana, y cuando digo raro, no es despectivamente, sino por las circunstancias. Luis Marquetti fue uno de los grandes compositores del bolero, a lo largo de sus contemporáneos como Orlando de la Rosa, Pedro Junco, René Touzet, Mario Fernández Porta, Isolina Carrillo, Osvaldo Farrés, Felo Bergaza, Adolfo Guzmán y Juan Bruno Tarraza. Había nacido en 1901, en Alquízar, -hoy Artemisa-, se hizo maestro de escuela, y no fue hasta 1941 que compuso Madrecita, es decir a los cuarenta años, la primera de 76 canciones, muchas de ellas, de corte arrabalero y de despecho.

 

 

Tres minutos bastaron para que naciera Deuda, el bolero... que le abriría la puerta de la fama a este singular compositor cubano, que era maestro de escuela y nunca anduvo en cantinas ni burdeles, pero escribió boleros desgarradores...

 

 

Al fragor de una de mis conferencias en los coloquios Boleros de Oro, recordé que un día, escuchando boleros en el Hurón Azul, un barcito muy agradable en la Uneac (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), se me acercó un señor que había estado en mi conferencia en la mañana, donde había hablado maravillas de Luis Marquetti, y me dijo: “Soy su hijo y vengo a agradecerle sus palabras”, le invité un trago y le pregunté por esa vida de dolor y desamor de su papá, que daba como envidia que alguien pudiera sufrir más que uno, y me dijo que no fue así, que todo fue imaginación porque fue un hombre de su casa. Por él supe que se casó en 1926 con Zoila Fariñas Morera, pero duró poco. Luego conoció a la joven maestra Aída Colomé, con quien se casó y estuvieron unidos hasta el final de la vida de ella. Tuvo que haber pasado algo con Zoila porque las letras de Marquetti son barranco abajo total y, a pesar de ser el hombre fiel con Aída, algo debió quedar en la tubería sentimental. Luego me dijo que nunca tomó alcohol ni visitó bares y, como dicen los cronistas, es un misterio saber cómo aquel maestro de escuela, fiel a su esposa, y lleno de virtudes podía llevar a sus composiciones amores frustrados, de noches bohemias, borracho en bares y cantinas, de infidelidades, una vida llena de pasiones incontrolables que lo llevaron a componer Entre espumas, Trago amargo, Este desengaño, Amor qué malo eres, Plazos traicioneros, Desastre y otros boleros del dolor de amor, vainas locas del mundo del bolero.

 

 

Si cerramos los ojos, y visualizamos la segunda mitad de la década del cuarenta, escuchamos que, “un amor que nació de una cerveza, entre espumas, se debe sepultar”, en el estilo del cantante Roberto Espí, un destacado músico cubano, director del Conjunto Casino, agrupación de música popular cubana que realizó una labor importante en las décadas de 1940 y 1950. En 1946 con el Conjunto Casino, estrenó y grabó Entre espumas, clásico del bolero cubano.

 

 

Pero el bolero emblemático de Marquetti es Deuda, “No voy a llorar/ porque la vida es la escuela del dolor/ donde se aprende también a soportar/ las penas de una cruel desilusión...” Tres minutos bastaron para que naciera Deuda, el bolero de Luis Marquetti que le abriría la puerta de la fama a este singular compositor cubano, que era maestro de escuela y nunca anduvo en cantinas ni burdeles, pero escribió boleros desgarradores que nadie imaginaría que vivió muy feliz con su esposa Aída. Este bolero Deuda, es sencillamente un retrato del rencor sentimental: “Por qué tú eres así/ el alma entera te di/ y te burlaste tranquilamente/ de mi pasión/ Si triunfa el bien sobre el mal/ y la razón se impone al fin/ se que sufrirás/ porque tu hiciste sufrir mi corazón/ es una deuda que tienes que pagar/ como se pagan las deudas del amor”.

 

 

Cuentan en Ecured que: “Pedro Vargas se enamoró de aquel bolero que hablaba, sin mencionarla, de las perfidias de ciertas mujeres, y de los afilados colmillos del amor imposible. Pero fue el gran Roberto Faz quien lo hizo himno y le derramó encima sangres violentas de su pecho, para que nunca olvidáramos lo que duele querer, y mucho más, la garra inclemente del olvido”. Sin embargo, otros cronistas reseñan que fue Orlando Vallejo, con la Orquesta Ideal de Joseíto Valdés, quien estrenaría Deuda en una Sociedad de Instrucción y Recreo para negros y mestizos de Alquízar, el Centro San Agustín. Fue tal la acogida, que fue necesaria su repetición aquella noche, y su inclusión en el repertorio de quienes la estrenaron.

 

 

Al contar la historia de su Deuda el propio autor rememora cómo le llegó la inspiración: "Surgió en un minuto, mientras escuchaba una composición romántica en el radio. Caí en un estado anímico que me hizo sacar del bolsillo el lápiz que siempre llevaba. Hice la letra y tarareé la melodía a Reglita, mi ahijada, a quien le gustó mucho. Después vio la letra mi hermano Israel". Era la mañana del 5 de febrero de 1945, cuando Luis Marquetti entró al Negociado de Registros y Archivos del Ministerio de Educación, lugar donde por aquella época, se solicitaba la inscripción de obras musicales previamente estrenadas. En sus manos llevaba la parte de piano de un bolero creado poco antes por él.

 

 

Pero el cuento de Plazos traicioneros, es para coger palco, aparte de los melosos versos: “Cada vez que te digo lo que siento/ tú siempre me respondes de ese modo/ deja ver, deja ver/ si mañana puede ser lo que tú quieres/ Pero así van pasando las semanas/ pasando sin lograr lo que yo quiero/ Ya no sé para qué/ ¿para qué son esos plazos traicioneros? Pero el cuento bueno, queda para la semana que viene.

 

 


POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez

 

ILUSTRACIÓN JUSTO BLANCO • @justoblancorui

#Boleros #Música #Trova

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