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San Goyito nuestro de todos los días

Y la fe de su pueblo

23/10/25. Amanece, veo los rostros de la gente querida en medio de una multitud. La vigilia comenzó hace unas horas. El santo que ya lo era hace años, es ratificado por la institución eclesiástica, una de las más poderosas de la tierra  –se estima que existen en el mundo 1400 millones en el mundo de una población mundial de 7900 millones–, donde el cristianismo en general alcanza unos 2400 millones seguidores. Y el pueblo de Venezuela es sin duda, en su mayoría, practicante de un catolicismo popular que define de manera determinante su identidad cultural.

 

 

...orgullo y agradecimiento con Dios por darnos la bendición de tener a dos santos Venezolanos... En mi familia somos muy creyentes de las bendiciones que recibimos del Doctor José Gregorio Hernández.

 

 

Amanece y el Santo, en el Vaticano, ha sido canonizado. Abro un poco más los ojos, veo los estados de varias redes sociales, ahí están las caras conocidas, devocionales, sin distingo de adscripciones políticas, y ahí está San Goyito nuestro de todos los días, demostrándonos una vez más de qué está hecho el pueblo venezolano.

 

 

Una de esas caras es la de mi hermana Arelys Castillo, quien me dice que estuvo en la vigilia –la que se realizó en muchísimos lugares de todo el país-, desde las ocho de la noche hasta las siete de la mañana, y sintió:

 

 

Mucha emoción, orgullo y agradecimiento con Dios por darnos la bendición de tener a dos santos Venezolanos. Desde que tengo uso de razón soy devota del Doctor José Gregorio Hernández. Desde pequeña mis padres me educaron bajo la catolicidad y me inculcaron ese amor por el Doctor José Gregorio Hernández, me enseñaron que es un santo milagroso y misericordioso. También estoy muy agradecida porque cuando mi hija mayor tenía meses de nacida se vio muy delicada de salud, estuvo hospitalizada y él me hizo el milagro de sanarla. En mi familia somos muy creyentes de las bendiciones que recibimos del Doctor José Gregorio Hernández.

 

 

San Goyito ahora y en la hora de nuestro pueblo.

 

 

Y es que esa constitución espiritual no es otra que la fuerza que infunde la fe de que podemos ser sanados, tal y como el mismo Cristo, hijo de Dios, llegó a la tierra para recordárnoslo.

 

 

Salgo a la calle, quiero, más allá de la redacción de esta nota, ver y sentir lo que está pasando allá en la plaza Rafael Urdaneta que solemos nombrar “plaza de La Candelaria”, en alusión a la zona donde está ubicada. Y ahí, justo detrás del prócer, la iglesia que resguarda los restos mortales del sabio, santo médico de los pobres. Pero ahora, frente a mí, la enorme estatua del santo sobre una fuente que, como dijo un hermano poeta, ahora todas la asumirán de agua bendita, igualmente fotografiada, con su selfie respectivo, muy cerca de Goyito, en menor tamaño, de intenso blanco, la estatua de la ahora también Santa Carmen Rendiles.

 

 

No teníamos canonizados, porque santos ya eran y ahora los tenemos por partida doble, expresa Rosa, una señora que he conocido en el metro, fiel devota desde chiquita, yo lo tengo a él, a nuestro santo, en una mesita, él es el que va a curarme estas rodillas, él va a interceder en la operación porque tengo que operarme ambas, es la artrosis que tengo, pero él me va a curar, añade.

 

 

"...él es el que va a curarme estas rodillas, él va a interceder en la operación porque tengo que operarme ambas..."

 

 

Seguimos la conversa, nos bajamos en la estación del metro Parque Carabobo, me saluda un colega, le digo que si va a realizar una etnografía, me dice que sí, pero su rostro y el de su esposa es, evidentemente, de quien cree.

 

 

Sigo con Rosa, puedo respirar el aire festivo, la devoción que ha detenido el curso ordinario del domingo para dar paso a la excelsa celebración que este pueblo esperaba desde hace mucho tiempo.

 

 

Y recuerdo las palabras de papá antes de salir de casa: Acuérdate que José Gregorio atendió dos veces a tu abuelo cuando era pequeño y lo sanó. Y es que, en efecto, mi abuelo paterno cuando era un niñito fue atendido por el mismo Goyito, quien era el médico de la familia en esa Caracas de principios de siglo.

 

 

Dos santos que realzan la espiritualidad del catolicismo popular venezolano.
 

 

 

Llegamos a la plaza, vemos cómo se refrescan en la fuente viva, vemos la enorme pantalla proyectando la imagen de los santos, y allí, en la fachada del templo la estampa gigante y colorida del santo hecha de globos.

 

 

Unos pasos más y una procesión nos va empujando hacia dentro, directo al lugar donde una luz celeste emana del nombre José Gregorio Hernández. Después de las fotografías respectivas nos acercamos al lugar del altar, la nave central, a la izquierda, tómale una foto que salga la aureola, me dice Rosa, seguida de otras señoras y lo hago sintiéndome parte de esta feligresía que puede sentir en sí misma la bondad del pueblo entero que es, dispuesto a amarse en toda su diversidad.

 

 

La iglesia está absolutamente llena, salimos por la puerta lateral que tenemos a nuestra derecha, nos dan un folletito explicativo de los dos santos. Lo veo y me acuerdo que hace apenas unos minutos, lo he visto sentado con cara de niño, bata, bigote, sombrero y estetoscopio, sonriendo.

 

 

Creatividad y devoción pilares del amor venezolano.

 

 

Nos vamos y la plaza no se va quedando atrás, se va con nosotros, irreconocible, cubierta por una gran multitud, destacando sus ángulos variados, su puesto de atención médica, casi tan grande como las estatuas de los nuevos santos, el gimnasio al aire libre casi invisible, así como las calles inundadas de comerciantes, vendedores de artesanía y de comida rápida, de ropa con la imagen de los santos estampadas. Avanzamos un poco más y la plaza, brazo salido del templo, extendido con una mano en busca de fieles o mercancía, se ha tornado auténtica hierofanía, es decir, lugar de culto tan comercial como espiritual.

 

 

Y es que los pequeños quiosquitos desmontables ahora han sido erigidos como puestos de venta de estructura maciza, una hilera fija de rosarios, estampitas, velas, inciensos y demás, a través de las cuales se demuestra el olvido de un Jesús hijo de Dios molesto, expulsando a los mercaderes del templo que aún no había sido vendido por treinta monedas, ni crucificado por el mismo orden social dominante.

 

 

Un acto de fe que demuestra la dignidad del pueblo venezolano.

 

 

Y es que eso es la plaza, lugar de intercambio y de memoria donde la fe, a pesar de todo, se mantiene intacta, y  cuyo antiguo nombre General Rafael Urdaneta, fue desplazado por el de Candelaria. Quizás no pasará mucho tiempo para que sea bautizada como plaza San José Gregorio Hernández o plaza de los Santos o más bien plaza de los Milagros.

 

 

Y eso somos también nosotros, creyentes, devocionales, persistentes.

 

 

El niño Gabriel Ruiz como José Gregorio Hernández el Santo de los Pobres.

 

 

 


POR BENJAMÍN EDUARDO MARTÍNEZ  HERNÁNDEZ• @pasajero_2

 

FOTOGRAFÍAS NATHAEL RAMÍREZ • @naragu.foto / BENJAMÍN EDUARDO MARTÍNEZ  HERNÁNDEZ• @pasajero_2

 

#SanJoséGregorio #SantaCarmen #Fe #Identidad #Devoción

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