23/10/25. No viene precisamente de una familia musical, aunque uno de sus abuelos fue integrante de la Banda Marcial de Caracas y su padre era un hombre de radio. Federico Ruiz tiene una experiencia que se remonta a los años setenta, quizás poco antes, cuando apenas empezó a cursar estudios musicales. Es de los compositores más referenciales y de la vieja escuela que aún está activo. Se puede decir que es una leyenda viviente. No obstante, le gusta estar de bajo perfil.
...la música siempre me atrajo y recuerdo que iba al cine Vargas (La Guaira), tenía como seis años, y a uno lo dejaban entrar solo... El primer instrumento que estudié fue el cuatro, aunque no soy cuatrista... Pero el instrumento que domino es el acordeón...Todavía toco, sobre todo tango y bolero.
Faltaría espacio para escribir todo lo que el maestro Ruiz ha hecho. Nacido en 1948, cursó varios estudios musicales e hizo música académica, popular y electroacústica, así como también bandas sonoras para cine, teatro y televisión. Ha trabajado con numerosos artistas y proyectos. Ha dedicado su vida a la música y a su gran pasión que es la composición.
¿Cómo nace ese vínculo con la música?
Eso es algo que uno lleva en los genes. A mí la música siempre me atrajo y recuerdo que iba al cine Vargas (La Guaira), tenía como seis años, y a uno lo dejaban entrar solo. Pasaban muchas películas mexicanas y esa música me gustaba. Recuerdo un programa en la emisora Vargas, vivíamos allá, que se llamaba México canta y yo esperaba ansiosamente los miércoles para oír esa música (risas).
Dijo que su padre era un hombre de radio.
Sí, trabajaba en Radiodifusora Venezuela en un programa musical, la Feria de la noche. En algunas emisoras, las orquestas tenían que tocar en vivo. Y en Radiodifusora había un auditorio donde iba el público y una excelente orquesta que dirigía Juanito Arteta, trompetista español. Allí pude escuchar artistas del Caribe, por ejemplo, a Damirón, a Carmen Delia Dipiní, y a muchos cantantes de esos tiempos. Y Radio Libertador tenía programas en vivo de música venezolana. Allí escuché a Ángel Custodio Loyola, Pancho Prim, Los Criollos, y a muchos más.
¿Llegó a tocar instrumentos?
El primer instrumento que estudié fue el cuatro, aunque no soy cuatrista. Mi primer maestro fue Adrián Pérez, el autor de El muñeco de la ciudad, que es un merengue venezolano popularizado por la Sonora Matancera. También estudié clavecín, órgano y piano. Pero el instrumento que domino es el acordeón y participé en concursos. Fui campeón en los años setenta. Todavía toco, sobre todo tango y bolero.
Su gusto por la composición.
Siempre me atrajo, pero llegó un momento en que yo me estudiaba una pieza para tocarla y una vez que la había desentrañado y había visto cómo estaba la obra construida, ya no me interesaba tocarla, sino analizarla. Y ese interés fue creciendo hasta que dejé de tocar y me dediqué al estudio de la composición.
Fue alumno del maestro Vicente Emilio Sojo.
Efectivamente, fui de los últimos discípulos, entre 64 y 66, por ahí. Con él estudié dictado musical, contrapunto y fuga. Y bueno, tenía como diecisiete años y él setenta y ocho. Fueron unos años muy provechosos para mí porque pude beneficiarme de la sabiduría y la pedagogía del maestro Sojo.
¿Por qué Los martirios de Colón es de sus trabajos más reconocidos?
Yo creo que se dio la combinación de ese texto fabuloso de Aquiles Nazoa con el hecho de que yo pude captar la potencialidad de ese trabajo y ponerlo en evidencia, no es porque musicalmente esa obra sea mejor que las otras cosas que él escribió, pero la combinación de ese texto con esa música me parece que fue sinérgica.
¿Trabajó con Aquiles?
No, fui amigo de Aquiles, y él llegó a escuchar la música que yo escribí para algunos de sus textos, pero falleció años antes de yo empezara a trabajar en Los martirios de Colón. Fuimos amigos. Aunque trabajar con sus textos es como si él estuviera ahí conmigo.
POR MERCEDES SANZ • @mercedes.jazz
FOTOGRAFÍA JESSIKA SELGRAD • @shot_jesselgrad