28/11/25. Esta es una lectura apreciativa y analítica del texto inédito de mi autoría, concebido como el guion literario de un cortometraje.
El cuerpo que fue censurado y castigado encuentra su ancla y su reconocimiento en el vínculo que ella misma nutrió... La vida de esta mujer, en todos sus personajes, es la cartografía de una existencia que se niega a ser borrada.
La primera imagen es la de una mujer sentada en un banco de la plaza Bolívar, bajo un follaje frondoso que extasía su mirada ante el cielo. Busco trazar una geografía íntima de esa mujer que soy y que pueden ser muchas. Un cuerpo de cuarenta y tantos años, portador de historias, batallas y una lucidez conmovedora. El texto no es sólo una crónica personal; es un manifiesto fragmentado sobre la existencia femenina en una cultura que normaliza y perpetúa la misoginia.
El viaje de la protagonista se articula en flashbacks (regresos al pasado), mostrando las huellas que la sociedad deja en el ser. Vemos a la niña entusiasta, cuya conexión con la vida —la lombriz— es aplastada con violencia por la norma materna. Esa mascota, hecha "masa rosada y sin vida", es la metáfora cruel de cómo la espontaneidad y la curiosidad femenina son aniquiladas para imponer el molde de la norma que exige "quitarnos la mugre".
Luego podemos observar a la joven artista caminar libremente, dueña de su cuerpo, con minifalda y sin sostén, escuchando música e imaginando mundos posibles. Su encuentro fugaz con la conexión deseante del amor apasionado en la calle es una pausa, pero la ruptura del "corrientazo" que produce en ella el no sentirse merecedora de tal privilegio hace que busque refugio en el banco de la plaza, desde donde puede mirar su vida sin vivirla. El espacio público es asumido como un escenario de abstención y cautela para la mujer.
Progresivamente, la historia nos presenta a la protagonista en edad madura enfrentándose a la sombra de la enfermedad. La escena del papel arrugado y la "lágrima negra" en su mejilla son el peso de un diagnóstico difícil. Pero es en esta fragilidad donde emerge la fuerza femenina central del relato: la toma de conciencia de su propia valía frente a la invisibilización histórica.
Mujer, profesional, artista, madre soltera de un adolescente, regresa de sus recuerdos. Al ver la estatua de Bolívar se pregunta por la ausencia de figuras femeninas con valor moral e histórico comparable al ecuestre libertador. La única mujer representada en aquella ciudad es la “embarazada de marfil”, forzada a ser un símbolo de "heroísmo" ligado únicamente a la maternidad. Es aquí donde se da cuenta de su propio heroísmo, el cual no está solo en la gestación, reside en sus más de cuatro décadas de persistencia a pie y en su resiliencia.
Ella ha sido actriz, escritora, directora, y a pesar de sentirse "utilizada, manipulada, minimizada, invisibilizada" en su ámbito profesional y familiar, declara: "Hoy continúo, a pie, pero continúo". Esta frase es la verdadera estatua que deberíamos erigir: la de la mujer que insiste.
Finalmente, se levanta del banco decidida a volver a casa, afrontar su realidad. Al cruzar la calle bajo una lluvia fuerte, cae vertiginosamente al pisar un charco que oculta una alcantarilla destapada, simbolizando la inmersión en una realidad incontrolable. El vértigo se apodera de ella, sintiendo la precariedad y la destrucción del yo, hasta que el golpe contra el suelo la devuelve al dolor de la vida y se encuentra con el misticismo del "no estás sola".
El cuerpo que fue censurado y castigado encuentra su ancla y su reconocimiento en el vínculo que ella misma nutrió. Este análisis, desde el enfoque feminista actual, se presenta a quienes les interesa esta historia que pretende ser un guion literario para un cortometraje. La vida de esta mujer, en todos sus personajes, es la cartografía de una existencia que se niega a ser borrada.

POR NEBAI ZAVALA • @nz_creando
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta