06/12/25. En ocasiones anteriores ya se ha mencionado: hay músicos que pasan inadvertidos, y cuando se profundiza en su trayectoria, se descubre una hoja de vida impresionante. ¿Con quién no han trabajado? ¿Qué no han hecho? Charles Peñalver es otro caso singular. Haber colaborado con el Grupo Folclórico y Experimental Madera, junto a sus integrantes fundadores, ya dice mucho sobre su calibre.
Desde los años ochenta, se ha dedicado en cuerpo y alma a la percusión y a la música. Durante su largo recorrido, ha acompañado a figuras de la talla de Celia Cruz, Cheo Feliciano, Dalila Colombo, Andy Montañez, Gilberto Santa Rosa, Paquito Guzmán...
Peñalver tuvo entre sus influencias las enseñanzas de su tío Carlos Daniel Palacios, conocido como "El Sonero de Marín" o "La Voz de El Trabuco Venezolano", quien además fue vocalista de Madera. El percusionista caraqueño rememora: "Vengo de Caracas, provengo de la populosa barriada de Marín, San Agustín. Provengo de una familia de músicos; entre los más prominentes está mi tío Carlos Daniel Palacios, que tuvo una amplia carrera como cantante. También estaba su padre, mi abuelo, Francisco Daniel Aponte, que era contrabajista. Y mi abuela, que era de Barlovento, cantaba. Siempre recuerdo haber tenido una relación estrecha con la música".
Con tales raíces, Peñalver parecía predestinado a ser músico. Desde los años ochenta, se ha dedicado en cuerpo y alma a la percusión y a la música. Durante su largo recorrido, ha acompañado a figuras de la talla de Celia Cruz, Cheo Feliciano, Dalila Colombo, Andy Montañez, Gilberto Santa Rosa, Paquito Guzmán, y muchos más artistas de renombre.
En su lugar de residencia, Peñalver conoció a una gran cantidad de tamboreros y creadores que lo impulsaron tanto en este arte como en las tradiciones venezolanas. Estudió música en Caracas, y luego amplió su formación en Alemania y Holanda. Actualmente, colabora con la orquesta de Oscar D'León, los proyectos de Gilberto Simoza, y es solicitado en diversos escenarios. Además, lidera su grupo, Wakú, Los Mensajeros, con el que desarrolla una importante labor social.
¿Esos comienzos musicales se remontan a la niñez?
Sí. Recuerdo que de niño en mi mente siempre estaba sonando un tambor (risas), había un ritmo, algo que me encantaba. La percusión siempre estaba presente. Recuerdo que cuando uno escuchaba la gaita en diciembre, yo captaba el ritmo. Después, en las escuelas, siempre encontré un espacio. Mientras los demás estaban jugando, yo quería hacer música con mis manos: tocaba el pupitre como un tambor (risas). Eventualmente, llega la oportunidad de estar en un grupo y, sin darme cuenta, uno ya domina los ritmos. Así fue creciendo ese amor por la música.
¿Recuerda la primera vez que se acercó a un instrumento de percusión?
La primera vez que tuve un acercamiento con un instrumento fue en casa de Luisito Quintero. En el patio, su papá le había fabricado un timbal con unas latas de leche (risas), y lo tenía clavado en el piso. El platillo era la tapa de la lata de leche. Cuando vi eso dije: ¡guao!, me pareció tan maravilloso e ingenioso que me impresionó. Luisito era un niño, pero yo era tímido. Recuerdo que un tío me estaba enseñando a tocar cuatro, y me costaba charrasquear (risas). Pero no lo toco.
¿Cuál fue su mayor aprendizaje con el Grupo Madera?
Cuando Farid Mijares no pudo seguir tocando tumbadora en Madera, yo ingresé para suplirlo. Ese grupo era multifacético. Había que tocar música afrovenezolana, y eso me ayudó muchísimo porque fui aprendiendo e investigando todo lo relacionado con este género. Fue una tremenda experiencia y creo que fue una de las cosas que más me impactó porque tiene que ver con mis orígenes, con mis raíces. Eso habla de la venezolanidad, de lo que somos y de lo que tenemos que ofrecer al mundo como venezolanos.
POR MERCEDES SANZ • @mercedes.jazz
FOTOGRAFÍAS JESSIKA SELGRAD • @shot_jesselgrad