Las verdades tan antiguas son prácticamente seniles.
Y cuando una verdad es así de vieja,
difícilmente puede diferenciarse de una mentira
Henrik Ibsen
12/12/25. Cuando decimos pilares de la sociedad, podemos referirnos a personas cuyo comportamiento da cuenta de los valores y procesos que el orden requiere. También podemos referirnos a personas que trabajaron y lucharon para que la sociedad sea lo que es. A veces no nos referimos a personas sino a conceptos, libros, símbolos y valores que marcan el camino y el deber ser del cuerpo social. Esto suena de un bonito que provoca producir un evento para celebrar el día del pilar de la sociedad.
...aunque el poder ponga las reglas, las erige fingiendo respetar los valores que traiciona y tarde o temprano la contradicción hace aguas.
El asunto es que los procesos sociales no son lineales. Así que personas, conceptos, libros, símbolos y valores fundacionales cobran significaciones y valías distintas según las dinámicas y los designios del poder.
En Occidente se han izado pilares que en nuestra contemporaneidad han funcionado consecuentemente. Digamos las estructuras políticas, las catedrales, las universidades, la democracia, el concepto de derecho, la ciencia, cierta moral, ciertos estamentos de la ética, premios y castigos según como se actúe en relación con estos pilares. De allí el concepto de ganador o de perdedor, también el de decencia, sindéresis, cordura, insolencia o locura. Una vez más, todo supeditado a las dinámicas del poder.
Henrik Ibsen escribió una pieza que entre sus virtudes está la de haberle dado nombre a este artículo. En su obra describe con la precisión y la sensibilidad que le son características, como todo ese tinglado que venimos enumerando está sostenido por hilos turbios, que sostienen estructuras –si no falsas– prestas a la falsedad. Ya que, aunque el poder ponga las reglas, las erige fingiendo respetar los valores que traiciona y tarde o temprano la contradicción hace aguas. Hay que decir que es un tema recurrente en este inmenso dramaturgo.
Hoy nuestra gran María Corina Machado, por merecer plenamente el premiote que se ganó, se transforma en un personaje de Ibsen. Encarna el significado pleno del acontecimiento. Ella y el Premio Nobel se funden en un solo valor, una mascarada que de no ser por ella nunca se le hubiese visto tan clara la costura de vieja data.
Lo que quedó de pie es la necesidad de la paz. Ni la institución del Nobel, ni la Machado pueden quitarle su rol imprescindible para la humanidad.

POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta