02/03/2023. Por cualquier calle de cualquier pueblo de Europa, va una troupe de actores, saltimbanquis, maromeros, músicos, titiriteros con gran escándalo invitando a los viandantes para la función de la noche. A voz en cuello van anunciando las grandes atracciones: la mujer barbuda, los trapecistas mortales, el equilibrista, el elefante bailarín y... el cinematógrafo, al que se le consideraba uno más de los juguetes ópticos que pululaban por aquel momento.
Superada la etapa lúdico-circense, el cinematógrafo recorre tres caminos diferentes que llevan a la creación del cine: es utilizado como instrumento para investigaciones científicas; como medio de información y de promoción turística al crear los primeros noticieros audiovisuales, así como breves documentales donde se destaca la belleza de las ciudades y países, y por último para la creación de un arte al que se le calificó como el séptimo, y una industria que comenzó a crear enormes estudios y a emplear un gran número de trabajadores para el entretenimiento masivo que se incluiría en lo que algunos teóricos de la comunicación llamaron -y llaman- industrias culturales.
CINE Y CIRCO
Cuando el cine se muda del circo de los bares y de los cafés se va con su música a otra parte: hacia las salas de cine donde, –debido a la mudez de las películas–, un violinista o un pianista, o ambos a la vez, acompañaban la proyección acelerando o ralentizando el ritmo para enfatizar los momentos más emocionantes, tristes o misteriosos del film que va a ser en un futuro incorporado a la cinta: como se ve es una relación simbiótica no superada hasta ahora.
EL CINE, POR FIN HABLÓ
El cine se popularizó de tal manera que, para 1940, ya habían setenta mil salas en el mundo. Para afianzar esa afición, los industriales del cine aprovecharon sus inmensas ganancias para modificarlo en lo técnico, artístico y narrativo. Uno de esos avances, entre muchos, lo constituyó la aparición del sonido que lo haría mas realista y, por ende, más atractivo y entretenido. Tal fue la insistencia que se logró el milagro de darle voz a la película con el film El cantor de jazz en el año de 1927.
En Caracas hubo que esperar hasta el 24 de Julio de 1929, cuando se inaugura el teatro Bolívar en el estrecho camino llamado presuntuosamente avenida Sucre. Fue un hecho muy extraño porque las casi diecisiete salas que se reportaban –para el momento las principales, las de estreno–, estaban en el centro de la ciudad. Además Catia comenzaba su incipiente poblamiento. Los teatro-cine se convirtieron hasta en un indicador demográfico: si la población crecía lo hacían también los teatros. El Bolívar tenía características arquitectónicas y materiales distintas al resto de los teatros de la ciudad: 1375 butacas y otras atracciones anexas. Incluso el teatro del colegio El Buen consejo, en Caño Amarillo, –donde hoy funciona un urbanismo de la Misión Vivienda al igual que el teatro Bolívar–, fundado en 1907 y cuyas entradas servían para mantener a sus alumnas, estrenaron con la película Madre y Mártir. El señor O.B. Martel arrendaba el teatro y fue el primero en traer un aparato de cine parlante. El 1 enero del año 1930 estrenaron el cortometraje Taberna (de boiter) con sonido sincronizado en discos. El domingo 5 de enero sacan senda aclaratoria por el diario El Universal explicando lo del cine parlante que ellos proyectan e indican que comenzaron a recibir musicales Los Escándalos de Broadway, (grabada con movietone y vitaphone), El Canto del Desierto y El cantor de jazz.
Las salas de cine tenían el nombre del teatro, popularmente las llamaban cines. No solo servían para la proyección de películas sino que en sus escenarios se presentaban todo tipo de espectáculos: magos, adivinos, orquestas cantantes cómicos y vedettes a las que más adelante llamarían rumberas. En Catia sucedía que los y las cantantes se presentaban primero en los estudios de Radio Difusora Venezuela, instalada en la calle Chile desde 1946, en el plan de Chicato, entre segunda y tercera avenida en un pedazo que llamaban calle Broadcasting. Luego partían hacia alguno de los diecisiete cines formales que hubo en la parroquia; porque hubo otros espacios dedicados a la proyección del cine. Este desfile de auténticas estrellas se realizó hasta el año 63 aproximadamente, cuando presentaron un festival burlesque en mayo y, en noviembre, Lily Niágara y Dolly Bell.
A mediados de los años treinta comenzó en el país la penetración de la música caribeña, mexicana y gringa, proceso que fue respaldado por el cine, –sobre todo por el mexicano-, que por su idioma, en una ciudad y un país lleno de analfabetos, era el preferido del público. El cine mexicano producía muchas películas y a gran velocidad, al punto que en el propio México comenzaron a llamar a las películas churros e incluso, al principio de la década, llegó a superar en proyección al gringo. Algunas de esas películas basaban sus argumentos en las letras de canciones populares como: Canta y no llores, Toda una vida, Allá en el Rancho Grande, Humo en los ojos, Tú y las nubes entre muchas, muchas otras. Otras películas servían de promoción a quienes las cantaban como si fueran el antecedente de lo que años después se llamaría video clips.
DESFILE DE ESTRELLAS
Por los teatros de Catia pasaron, esporádicamente, cantantes y orquestas como: Pedro Vargas, El Che Reyes, Pedro Infante, Jorge Negrete, El Charro Gil, Ortiz Tirado, Daniel Santos, Cascarita, Bobby Capó, Benny Moré, José Luis Moneró, Leo Marini, El Indio Araucano, Hugo del Carril, Toña La negra, Mirtha Silva, Olga Chorens, Libertad Lamarque, Consuelo Guerrero; venezolanos como Rafa Galindo, Rafael Deyón, Alfredo Sadel. Orquestas como Billo's, Rubalkaba, Habana, Cubanakan, Los hermanos Castro y otras más. Los animadores eran generalmente, Roberto Hernández, el Negrito Happy, Chuchín Marcano, El gran Heliopo.
¿QUIÉN INVENTÓ ESE RITMO?
A finales de la cuarta década del siglo pasado ocurre un fenómeno cultural en América como nunca había ocurrido antes: el mambo, auténtico escándalo para el moralismo de la época, con su explosión de erotismo y desenfado. Sobre su origen se dio una polémica que aún persiste y que hasta se discutió musicalmente: Daniel Santos dice –cantando-, que el mambo es universal y, seguidamente describe la forma de bailarlo de cada nacionalidad. Luego, viene el Benny Moré y se pregunta: ¿Quién inventó ese ritmo que a las mujeres las vuelve loca? Y se responde, “un chaparrito, con cara de foca”, que era el apodo de Pérez Prado. Este llegó a México por la recomendación de Cecilio ”Kiko” Mendive quien ya tenía cartel en aquel país, y su ritmo prende rápidamente gracias al camino abierto por Acerina y su danzón, ritmo ampliamente difundido por la filmografía mexicana y un grupo grande de músicos cubanos residenciados en aquel país.
Es tal el impacto que, sólo Pérez Prado, llega a filmar treinta y cuatro películas, y las rumberas y bailarines como Roberto Cobos “El calambres” y Adalberto Martínez “Resortes" muchísimas más. En Caracas y en Catia se prende, entonces, la fiebre del mambo. En 1948 se reúnen treinta rumberas y Kiko Mendive se presenta, en septiembre, en el teatro Catia con la orquesta Rubalkaba y luego Pérez Prado, en febrero de 1951 en los teatros Venezuela, España, Miraflores con “¡La fiesta del mambo!”. Las rumberas se dividían, más o menos, en tres categorías: las famosas, por sus películas y hasta por sus canciones; las del patio con su publicidad pagada en periódicos y que combinaban la rumba con el burlesque y el déshabillé, que fue prohibido en el 52; y las últimas eran las coleadas: cubanas y argentinas que formaban parte de un elenco de baile de una de las famosas y que se quedaban en el país buscando casamiento para legalizar su estadía.
De las primeras se presentaron en Catia, Amalia Aguilar “La Faraona” en el teatro Venezuela (1949), Las Mulatas de Fuego (teatro Catia, 1948), Blanquita Amaro (en los teatros Miraflores y Bolívar en 1945), La Tongolele, que fue protestada por la Liga de la decencia (en mayo en el teatro Los Flores, el Variedades el mismo mes, en el teatro Esmeralda, en 1954 en el teatro Esmeralda), Lily Saint Sir, “La aristócrata del déshabillé”. En 1951 las cubanas en el Esmeralda, en 1953 Las Mellizas Dolly; entre las segundas y las terceras están: Brenda Conde en julio del 53 en el Catia; Piel Canela en el Miraflores, también en julio. En diciembre de 1953 se presentaron: Sátira, en el España; Yadira Jiménez, en el Catia, Zulka en el Bolívar. En 1954 Sandra Montes en el Bolívar. Las terceras procedían, algunas de la compañía de Clelia y sus mamboletes, y Camelia y sus rubias platinadas, entre otras.
OTRAS VOCES OTROS RITMOS
Desde mediados del cincuenta aparecen y se popularizan otros ritmos apoyados por el cine, como el chachachá, por ejemplo, y el rock and roll, hasta que llega la década del sesenta cuando la música tiene nuevos cambios y emergen nuevos ritmos como el twist, que aquí en Caracas se prohíbe bailarlo en público sopena de ser detenido, multado y excomulgado según una escandalosa disposición de los curas. La de los sesenta es una década también de encontronazos en la música. Las estrellas juveniles mexicanas cantan el rock and roll a lo mexicano y la música yeye-gogo. La salsa va dejando atrás el sabor matancero y la guaracha y la música gringa invade las preferencias de los jóvenes.
BAJA EL TELÓN
Los empresarios de los teatros de Catia no adaptaron las salas a los cambios técnicos registrados en los años siguientes y estos se fueron deteriorando hasta apagar las luces. Aparecieron los centros comerciales y fueron atrayendo espectadores con sus salas de cine tecnológicamente adaptadas. Los cines de Catia, con películas viejas, y sus espacios malolientes y peligrosos: antros de vicio y perversión fueron cerrando hasta desaparecer en los años setenta y convertirse en tiendas y templos cristianos. Aunque en el año 76 y a principios de los noventa se hayan inaugurado los últimos tres: los dos Propatria del centro comercial del mismo nombre y el cinema Lago. Pero en ninguno de los tres se llegó a presentar ningún tipo de espectáculo.
POR FRANCISCO AGUANA • fcoaguana@gmail.com