23/03/2023. Pocos sitios en Caracas están tan particularmente cargados de tanta memoria afectiva como la plaza de los Museos de Bellas Artes. Este pequeño espacio redondo, que limita con el Museo de Bellas Artes, con la entrada del parque Los Caobos y con el Museo de Ciencias ha sido un refugio por décadas para diferentes grupos sociales que van desde lo más sublime hasta lo más vulgar.
Diferentes faunas de la Caracas bohemia han convivido en este rincón lleno de vida, color y contrastes. La plaza de los Museos es la sede del underground cultural caraqueño.
HISTORIA DE UNA PLAZA
El cineasta Pedro Laya rememora: “En esa plaza estuvo la estatua de María Lionza”. Otro aficionado al cine, Xabier Sarabia, complementa: “Al principio, de lo que yo recuerdo en mis tiempos de adolescente y después, la plaza como tal no existía. En ese momento, lo que se conoce como la plaza era el estacionamiento. Cuando empezaron a haber los cambios, desapareció el estacionamiento y se convirtió en la plaza de los Museos. Esa era una zona donde nos encontrábamos fuera para ir a cualquiera de esos sitios. Después de que se crea la plaza, se convierte en la sede de actividades comunes y colectivas. Hubo ferias del libro y otras actividades por el estilo. También hubo un momento muy gris cuando se congregaron grupos que la convirtieron en una zona roja. Incluso algunos funcionarios del gobierno de ese momento toleraban que eso estuviera ahí. Se dieron hechos lamentables, porque se dio la distribución y consumo de drogas. Eso fue una gran polémica que hubo en ese tiempo, hasta que de nuevo fue conquistada para el compartir en familia. Ahora, la plaza es un sitio de encuentro, donde están los vendedores de “quemaítos”. Allí hay café y se puede conversar y discutir. La plaza de los Museos es el ejemplo del triunfo contra el automóvil. Normalmente el auto es el vellocino de oro, y se apropia de los espacios. Aquí más bien la urbanidad le ganó terreno al automóvil”.
UNA PLAZA MULTIDIMENSIONAL
En esta plaza coexisten diversas tribus: están los cinéfilos, que van frecuentemente a la Cinemateca. También, los artistas e intelectuales, que visitan el Museo de Bellas Artes. También vemos los grupos escolares que asisten al Museo de Ciencias. Los pachangosos que se van a rumbear al Eje del Buen Vivir, los artesanos que venden sus piezas en la plaza, los punketos que arman clanes y se reúnen en la plaza, los otakus que se disfrazan de animés japoneses, los piedreros y los recogelatas.
También están las familias, los estudiantes de Uneartes y los culturosos que se pasean de un museo a otro y se entretienen con la programación artística de este sector tan particular. Durante mucho tiempo, los grupos bohemios eran la población principal de este sector, pero con la agudización de la crisis y la falta de vigilancia urbana, en los años ochenta empezó a refugiarse en la zona un grupo de indigentes y consumidores de estupefacientes que enrarecieron la magia del espacio. Hoy en día, todas estas energías conviven juntas. Conversamos con varios residentes de la plaza de Los Museos, que han vivido diversas épocas de su existencia en la historia.
Maythe Morales es una productora audiovisual, estudiante de veterinaria y melómana metalera que rememora sus años más tiernos: “En mi juventud me la disfruté muchísimo. Hice amigos para toda la vida. Ahí mi hermano conoció a su novia. Tengo compañeros eternos gracias a la plaza de Los Museos. Fue un lugar de encuentro de la generación mía, la generación de los noventa. Ahí jugamos, disfrutamos, nos enamoramos, echamos broma. Fue un lugar icónico. Cuando paso por ahí, siento que todos los recuerdos de adolescente están en ese espacio. Lamentablemente, ya no es lo mismo. La situación y los tiempos han cambiado. Los chamos tienen otra cosa en la cabeza. Nosotros compartíamos y éramos muy felices. Después, con el tiempo dejó de ser un punto de encuentro para convertirse en un punto de consumo de sustancias. A pesar de estar en un lugar privilegiado, se nota el abandono por parte de los entes que se encargan del mantenimiento, estando en un lugar privilegiado y siendo un espacio cultural. Se nota la desasistencia”.
El productor audiovisual, músico y actor de teatro David Meire, recuerda: “En el año 1997, se celebró el Festival Internacional de Teatro en Caracas. Vinieron muchas agrupaciones de distintos países. Nosotros formamos parte de los artistas urbanos que se expresaban desde el teatro de calle y el incipiente circo social. Éramos integrantes mercenarios de Art-O de Caracas. En esa ocasión pasábamos por Caracas, y fuimos convocados por Simulacro No Teatro para participar en una obra de teatro total, una puesta en escena pirotécnica y poética. El montaje estaba inspirado en Nrisimha Deva y la muerte de Hitanya Kashipur (un mito de la filosofía védica). A mí me tocó construir el guión narrativo. Creé un personaje narrador que se llamaba No Time. Avanzaba, vestido con un traje negro pleno de estrellas y luces que se encendían y apagaban montado sobre unos conturnos con un megáfono narrando la historia védica en clave poética mientras accionaba los dispositivos pirotécnicos. Todo ocurrió en la plaza de Los Museos. El No Time se quedó conmigo por muchos años y se convirtió en el vehículo para contar cientos de historias. La plaza de los Museos es origen y retorno del teatro de calle venezolano. Pronto incendiaremos otra vez la ciudad y por supuesto lo haremos en la plaza de los Museos, donde todo comenzó”.
La poeta Adriana Herrera, agrega: “Siempre me ha parecido un ‘no lugar’ (espacios de tránsito, no habitables). Es espacio para encuentros y hábitat para los que convoca la sensación de que no tienen lugar: niños, padres, madres que disfrutan de sus chamos, adolescentes, artistas, poetas, borrachos, deportistas y locos, disculpando las redundancias. Puros bichos raros, pues. De las experiencias más hermosas que he tenido en esa plaza: mi última conversa con Guillermo Abdalá en medio de un concierto donde medio se disculpaba porque debía cambiar de plano y no podría conocer a mi hijo (y todavía yo misma no sabía de mi embarazo). Más adelante, mi hijo diciéndome ‘mamá, imagínate todas las cosas que pudo haber visto esta plaza, cuánta gente y cuántas historias”.
Recuerdo momentos muy lindos en mi adolescencia y parte de mi primera juventud.
El periodista Alexis Correia, agrega: “Recuerdo un período entre 1990 y 1995, cuando empiezo a tener conciencia del cine de autor, entro en la universidad. La Cinemateca era mi refugio principal, así como la sala Margot Benacerraf en el Ateneo. Recuerdo que pagaba un plan mensual que me permitía ir todas las veces que quisiera. Veía muchas películas de Irán, de la India. Yo no era muy sociable, y no me mezclaba mucho en la plaza”.
Pronto incendiaremos otra vez la ciudad y por supuesto lo haremos en la plaza de Los Museos, donde todo comenzó
El juglar José Leonardo Riera, tiene una visión más luminosa de la plaza: “La plaza de Los Museos es un lugar donde se exhibe de manera cotidiana y desde las cosas más sencillas el arte y el amor que caracteriza el pueblo venezolano. La plaza de Los Museos es un espacio donde la vida se manifiesta de forma poderosa, perdurable y permanente, generando una cultura protagónica y participativa donde se expresan los poderes creadores del pueblo”.
La luchadora social María Fernanda reflexiona: “Tantas vivencias en esa plaza de Los Museos. Bellas Artes es el centro cultural de Caracas. Es una plaza donde nos encontrábamos los jóvenes. Yo iba todos los domingos a compartir con mi hermana un café. Escuchábamos el sonido de la mezquita. Nos tripeábamos ver artistas haciendo imitaciones, los jugadores de fuchi-ball, los muchachos, uno que otro fumando en porro, gente compartiendo en familia, artesanos vendiendo sus piezas. Recuerdo momentos muy lindos en mi adolescencia y parte de mi primera juventud.
UNA PLAZA PARA TODOS
Cada plaza tiene una personalidad característica. La plaza Bolívar aún inspira el respeto por el Libertador. La plaza El Venezolano reune a los viejitos a bailar y la Diego Ibarra tiene aires de concierto multitudinario.
A pesar de los momentos oscuros, la plaza de Los Museos sigue siendo un refugio para diversas personas que hacen vida en Caracas. Se hace imperante que las autoridades competentes brinden mayor seguridad para que las familias y el resto de la fauna bohemia pueda seguir haciendo vida en el caldo de cultivo de los creadores de Caracas.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia