16/03/2023. Hace unos años un grupo argentino trajo una versión de Otelo utilizando recursos del clown. En este montaje colocaron una foto pequeña de un retrato de Shakespeare y cada vez que un actor pasaba frente al cuadro hacía una reverencia. La risa era provocada por la repetición, pero también porque tal reverencia, a todas luces, era irreverente. La parodia, sacrílega o no, daba cuenta de la significación histórica y cultural de Shakespeare.
En un escenario del mundo occidental y de su área de influencia, un busto de Hipócrates anuncia la profesión de quien oficia en ese espacio. Ocurre igual con el busto de Beethoven. La mitología aporta a personajes como Esculapio, David, Jesucristo, Atenea, la Virgen María, Buda, la Estatua de la Libertad (una versión de Hécate) que son imágenes, dentro y fuera del escenario, asimiladas en el universo simbólico de la gente.
En la plástica la Gioconda de Da Vinci, Las meninas de Velásquez, el Autorretrato de Vincent van Gogh recorren el mundo de manera insistente y por distintos medios y con infinitas versiones. Desde hace mucho tiempo, dejaron de ser retratos insignes y trocaron en símbolos del arte.
La mano de Napoleón metida en la chaqueta a la altura del pecho, el rostro adusto de Lenin, la barbada cara de Marx, Simón Bolívar en su extensa iconografía; el soldado abrazado al cura en el Porteñazo, la legendaria foto del Che mirando a un futuro infinito o nuestro Chávez atrapando las gotas de lluvia o diciendo, “por ahora”, son imágenes que, en sí mismas, contienen un discurso político, una posición ideológica, una concepción estética, una celebración de lo humano llevado a su capacidad de trascendencia. Por ello dejan de ser solamente memoria para transformarse en símbolos de la cultura.
Hoy, en donde la manipulación de la percepción ocupa un altísimo porcentaje en nuestro concepto de realidad, cuando la imagen humana se transforma en símbolo, adquiere una eficacia insoslayable. Muchos líderes alrededor del mundo, que reconocen su alto potencial para influir en la sociedad, cuidan la iconografía que se genera a su alrededor, porque es parte de su ser político y de su discurso, no sólo para la contemporaneidad, sino para la memoria que se trama más allá de la muerte. Su capacidad de conducción y la imagen que posiciona, son un compromiso para lo actual y con el devenir histórico. La imagen, producto de un acierto publicitario, por más éxito que tenga en su cometido inmediato, podría ser contraproducente para futuros retos y terminar siendo un símbolo que expresa todo lo contrario a lo que se había propuesto.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SáNCHEZ • (0424)-2826098