27/04/2023. Y ya para ir cerrando esta larga historia de los boleros del Gabo, un romántico empedernido que estuvo signado por el amor toda su vida, como para decir, “Estar enamorado es como tener dos almas. Y eso es maravilloso”, vamos a ir culminando esta saga con el texto de Orlando Oliveros Acosta publicado por el Centro Gabo, Gabriel García Márquez, el bolerista, sobre la influencia del bolero en la vida y obra de nuestro mágico héroe.
Hubo un episodio poco conocido que cuenta cómo “La madre de Gabriel García Márquez confiaba tanto en el talento de su hijo que un día decidió inscribirlo. Gabriel, que entonces tenía doce años, fue solo a las oficinas de la emisora, esperó su turno y cantó Los cisnes, del dúo musical Garzón y Collazos. En la segunda estrofa se equivocó de nota y el asistente de Camacho y Cano lo interrumpió con su campana… “Volví a casa abrumado por la derrota y nunca logré consolar a mi madre de su desilusión”, escribió García Márquez en sus memorias, Vivir para contarla: “Pasaron muchos años antes de que ella me confesara que la causa de su vergüenza era que había avisado a sus parientes y amigos para que me oyeran cantar, y no sabía cómo eludirlos”.
En 1999, andando yo por Bogotá me ocurrió otro episodio también poco conocido, por esas cosas de la vida, eran los días de apagones concertados de siete a nueve de la noche por razones de una crisis energética, y la gente se reunía a disfrutar su apagón. A las seis y cincuenta y cinco Don Ramiro de la Espriella, editorialista del diario El Espectador y amigo del Gabo desde antes de los días de La Cueva de Barranquilla, ordenó tajante: “Carguen sus vasos de whisky, traigan las caribañolas y prendan las velas”. A su apartamento llegué gracias a la invitación de mi amiga, la artista plástica Sonia Mandowski, al fragor de la oscurana sonó el teléfono y era Kataraín de la editorial La Oveja negra, desde la Fundación de Santa Fe de Bogotá, en Colombia, donde había sido internado el 24 de junio, a los setenta y dos años, el parte médico fue: Es un cáncer ligeramente maligno.
La noche de boleros se interrumpió con aquella llamada y nunca supimos si la noticia era motivo de alegría o tristeza, al colgar el fono, Ramiro sólo dijo: “Qué vaina es esa, y agregó: eso es como decir que una mujer estuviera ligeramente embarazada” jajaja.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • 0424-2826098