15/06/23. Desde que el mundo es mundo se tejen redes de apoyo entre los seres que habitan un espacio común, es así como la familia, los amigos y la gente cercana entrelazan una cadena de seguridad para los preocesos vitales. Entre mujeres esta dinámica de acompañar es tangible en los procesos sociales que como género femenino enfrentamos.
La dicha que produce el embarazo deseado de tu amiga o el desarrollo de los hijos, se acompaña, se celebra en colectivo, y se visibiliza con orgullo ante la sociedad. Por el contrario los procesos asociados a las violencias, o los embarazos no deseados, sólo por hablar de varias de las circunstancias difíciles para la vida de las mujeres, son experimentados en soledad. Estos fenómenos son velados por un aura de desinformación y aislamient. Quien lo vive no comenta lo que experimenta por miedo a ser sometida a un juicio de valor por algunos sectores de la sociedad. Pese a la soledad y el aislamiento al que son sometidas las mujeres durante estos procesos, surgen acompañantes en varios niveles de formación que hacen la dinámica más llevadera. Su trabajo de acompañamiento fortalece un proceso personal para la toma de decisiones, y resguarda a la mujer en un ambiente amoroso.
En la actualidad el acompañamiento representa la serie de prácticas a través de las cuales las mujeres, sin recurrir a estructuras estatales, se solidarizan con aquellas que están en riesgo. Esto responde a la situación particular de cada nación y al desarrollo de las políticas públicas, y el marco jurídico.
Muchas de estas mujeres que acompañan lo hacen bajo el enfoque de organizaciones internacionales en protección de los derechos humanos, lo que quiere decir que se forman en y para el acompañamiento de los procesos de las mujeres. No es algo empírico. La información es liberadora y acompañamos para romper el sesgo desinformativo que nos pone en riesgo.
El acompañamiento fortalece el poder personal para tomar decisiones y ejercer derechos. Tener mayor confianza en nosotras y asumir el poder de controlar nuestras propias vidas. Quien acompaña escucha activamente, no condiciona las decisiones, respeta los criterios y las opiniones de quien vive la situación y está en la obligación moral de brindar información certificada.
La opinión pública criminaliza el acompañamiento, juzgando bajo una serie de prejuicios morales no sólo a las víctimas de situaciones de violencia de género o estructural, sino también a sus acompañantes por exigir respeto y justicia ante agresores, prestadores de servicios médicos, policiales y legales, los amigos y familiares.
La transformación de las desigualdades y el acceso a la educación elimina las trabas que sufre quien decide acompañar y facilita el acceso a servicios e información a quien necesita ser acompañada. Aunque existen muchos niveles de acompañamiento, las mujeres acompañantes se forman y sienten el compromiso firme, de respetar, proteger y no abandonar a quien acompañan.
Acompañar es también una expresión de la solidaridad de nuestras amigas, esa que te ayuda con el muchachito, la que te prepara un tecito ante tu dolor menstrual, la que te lleva de la mano a formular una denuncia, la que te compra o te presta plata para la pastilla del día siguiente. La que está para tí no sólo en las buenas, sino también en las circunstancias adversas. Acompañar no es delito.
POR MARÍA ALEJANDRA MARTÍN • @maylaroja
ILUTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta