22/06/2023. De los epígonos (Palabreja que conocí por Ángel Rama mi odiado profesor en la Escuela de Letras, léase: “Persona que sigue las tendencias artísticas, filosóficas o científicas de un maestro, escuela o generación anterior”) del concierto centenario homenaje a nuestro querido Jesús Soto, en La Esfera de Caracas, que produjo mi pana Chuchito Sanoja, me encantó la divina interpretación de la también querida amiga Berenice del Moral, del tango Nada, uno de la bandada de los tangos nostálgicos, como la María de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo, el Tan solo por verte de Alfredo Lorenzo y Fernando Horacio Cabarcos o en Cuando era mía mi vieja de Juan Tiggi y Pascual Mamone, Las cuarenta de Gorrindo y Grela que me cantaba mamá como lección de vida, mas unos cuántos otros.
Nada es una canción de tango, -cuenta Gaspar Astarita-, con letra de Horacio Basterra (Sanguinetti) y música de José Dames, que fue grabada por primera vez en 1944 por Miguel Caló con la voz de Raúl Iriarte, y posteriormente por diversos conjuntos y solistas hasta alcanzar alrededor de trescientas versiones de diferentes intérpretes, destacando las de Alberto Podestá, Roberto Goyeneche, María Graña, Adriana Varela, Juan Carlos Baglietto, Caetano Veloso, Mercedes Sosa y Julio Sosa, quien lo hizo en diciembre de 1963 acompañado por la orquesta de Leopoldo Federico. Y por supuesto la de Berenice en el memorable concierto.
Nada es lo que queda del arrebato sentimental del dolor de haber perdido a una mujer, es la traducción del "escoñetamiento" del alma, es comprender que por más que el amor insista, el retorno se esfumó o anda en pleno desarrollo, yo lo entendí por fin después de seis años, un mes y veinte días, al día de hoy que escribo esta nota, pero dejemos que lo diga Manuel Adet: “He llegado hasta tu casa, yo no sé cómo he podido, si me han dicho que no estás, que ya nunca volverás si me han dicho que te has ido”.
La primera estrofa es toda una declaración de principios. El retorno es particularmente amargo, porque sabe de antemano que “nada” volverá a ser como antes. “Cuanta nieve hay en mi alma, que silencio hay en tu puerta, al llegar hasta el umbral un candado de dolor me detuvo el corazón”. La imagen de la nieve para referirse a la vejez, la soledad y el paso de los años no es original, pero está puesta en el lugar adecuado. Yo nunca volví a su casa porque no tenía y si hubo alguna era la mía, cuando me visitaba, y de ésta no me puedo ir. De lo único que estoy seguro es que uno se va poniendo viejo y las ilusiones se alejan. Jajaja. (Esa risa no es de loco, lleva una tristecita incluida)
Quien se quiera dar un pase de sufridera, sírvase un pecho cuadrado en las rocas y ponga la versión de Caetano Veloso cuarenta veces, o mejor treinta y seis la edad de ella y deje ir su vista hasta el infinito hasta que se duerma.
¡Más Nada! Jeje.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • 0424-2826098