20/07/2023. Como ya lo hemos dicho, el drama de Felipe Pirela fungía como una radionovela en pleno desarrollo, el propio reality show de la pena de amor que lo consumía, y uno lo escuchaba en la radio y sentía cómo llevaba el alma desbaratada, por tanta inquina de su suegra, y en menor cuantía su amada esposa, que en momentos se ensañaba también con una furia inusitada. De esos boleros fue Y todavía te quiero, ciertamente un tango de Abel Mariano Aznar con música de Luciano Leocata, estrenado por Jorge Maciel en junio de 1956. La letra es matadora: “Cada vez que te tengo en mis brazos/ que miro tus ojos y escucho tu voz/ y te pienso en mi vida en pedazos/ el pago de todo lo que hago por ti”, para luego cabalgar sobre tristes preguntas del desamor y la desolación.
“Me pregunto por qué no termino/ con tanta amargura con tanto dolor/ si a tu lado no tengo destino/ por qué no me arranco del pecho este amor/ ¿Por qué si mientes una vez/ y mientes otra vez y vuelves a mentir?/ ¿Por qué yo te vuelvo a abrazar y besar/ aunque me hagas sufrir?… Para finalmente morir arponeado en las propias preguntas de un intenso dolor: “¿Por qué tu amor necesito/ si en él sólo encuentro martirio y dolor”?… Hasta el cierre más desesperanzador: “¿Por qué me atormento por ti/ y mi angustia por ti/ es peor cada vez/ y por qué con el alma en pedazos/ me arrastro a tus brazos si no me querés?”.
Otro de los barrancos de Felipe fue Injusto Despecho de su propia autoría también en la onda de las preguntas: “¿Qué se hizo aquel juramento? ¿A dónde fue tu conciencia?/”. En una interpelación directa a la joven Mariela Montiel… “Fue tan poca tu vergüenza/ que pudo más tu rencor/ por despecho tú has mentido/ queriendo enlodar mi vida/ haciéndole daño a alguien que vale más que tú y yo/ y aunque parezca mentira los dos vivimos un sueño/ en el que puse mi empeño/ en llegar a la eternidad…".
"Yo soy un hombre derecho y soy hecho en cuatro esquinas/ soy un roble de la vida/ que no lo mata el rencor/ tú fuiste flor de mi sueño/ no niego mucho te quise/ aunque ahora mal me pagues/ sin motivo y sin razón/… Sin embargo, si algún día/ algo de mí necesitas/ ven a mi puerta sin pena/ que en mi pecho no hay rencor/ y hallarás mi mano abierta para ayudarte en lo que sea/ que al fin y al cabo tú eres la madre de mi razón”.
El propio enamorado pendejo diría mi abuela, pero el amor es así, ese bolero es testigo del gran amor que le tenía a su mujer, a quien estaba dispuesto a perdonar de ser necesario, ¡pero qué va!, esa suegra era la propia ponzoña ensañada con el negrito consentido de mamá Lucía Morón de Pirela.
Razón tenía el tango de Aznar y Leocata: “Yo no puedo vivir como vivo/ lo sé, lo comprendo/ con toda razón/ si a tu lado tan sólo recibo/ la amarga caricia de la compasión”… ¡Pero ni eso!
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • 0424-2826098